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    Entrevista: Philippe Lesage, director de «Génesis»

    El guionista y director quebequés Philippe Lesage revolucionó la Sección Oficial del Festival de San Sebastián en 2015 con Los demonios y el año pasado conquistó el palmarés de la Seminci con Génesis, de estreno comercial el próximo viernes. Aprovechamos la ocasión para hablar con un realizador que parece utilizar el cine para luchar contra sus demonios internos.


    Entrevista a Philippe Lesage, director de «Génesis»
    Texto de Juan Roures | Madrid-Dublín.

    Esta película es un pequeño retorno a Los demonios, cuyo protagonista regresa en un giro de guion muy peculiar. ¿A qué se debe esto?

    Génesis es una película muy distinta a Los demonios pero de alguna forma es una continuación, no sólo por el regreso de ese personaje, sino porque aborda las mismas cuestiones en torno al despertar sexual. Ambas son muy autobiográficas. Estaba escribiendo Génesis y me vino a la cabeza la idea de terminarla en un campamento de verano, o sea, en un lugar completamente distinto adonde acontece el resto de la acción. De repente, la película empieza de nuevo, con otros personajes, pero en realidad sigue siendo la misma; podría decirse que es una continuación poética. Mi propia experiencia en un campamento en Estados Unidos fue la clave. Y, como el Félix de Los demonios es mi alter ego, decidí convertirlo en el mismo personaje. Contacté al mismo actor, Édouard Tremblay-Grenier, preguntándome si seguiría siendo apropiado para el personaje, porque, aunque ha seguido trabajando en el cine y la televisión, evidentemente ha crecido y ya no es el mismo, y la verdad es que seguía siendo perfecto para el papel. En el propio rodaje de esa parte final tuvieron lugar coincidencias muy locas: me di cuenta de que realmente el actor estaba enamorado de la chica de la que se enamora el personaje; ellos ya se conocían de antes y de hecho la canción que él canta en la película la escribió en la vida real para ella. Fue un caso mágico de realidad fusionándose con la ficción.

    Hay muchas más canciones en la película, incluso tú escribiste varias de ellas...

    Desde el principio quise que Génesis fuera una especie de musical. La adolescencia es un momento en la vida en que la música tiene un gran impacto: empiezas a generar la banda sonora de tu vida y descubres la sensación masoquista de escuchar canciones de amor mientras piensas en la persona que amas, el placer masoquista de poner sal en tus propias heridas. Me parece una parte clave de ser adolescente y quería que estuviera presente. La música en sí es muy importante para mí: cada película que hago empieza escuchando música para inspirarme. Y sí, en la película hay alguna que otra canción mía que compuse hace tiempo pero no había visto la luz hasta ahora.

    Llama la atención especialmente una canción popular que se repite al principio y al final, ¿qué simboliza?

    Es una antigua canción folk que se está perdiendo. En Quebec tenemos la tradición de cantar canciones en la mesa; esta en concreto ya está olvidada, pero estando en el campo, preparando la película, la tuve muy presente y decidí recuperarla. La letra es muy inquietante, además, y conecta muy bien con la película, porque, aunque busca ser divertida, trata de un hombre que para beber lo vende todo, ¡incluyendo a su novia!

    Esa parte final, en la que se repite la canción, también es un nuevo comienzo dentro de la película. Toda la estructura es muy peculiar y arriesgada, ¿la tuviste clara desde el principio?

    Siempre iba a ser así. Mi editor, cuando se encontró la película así, lloró durante la parte final, estaba muy emocionado. Lo enseñé a mi hermano, a un amigo... y tuvieron la misma reacción, Claro que ellos quizá empatizan conmigo para hacer la conexión y aceptan esa historia que parece aparecer de la nada (aunque no lo hace: comparte los temas del génesis). Para mí tiene pleno sentido pero entiendo que haya espectadores sorprendidos. Sé que es una estructura que te deja descolocado, pero como espectador debes confiar en la película que tienes delante, aceptar que llega un momento en que se convierte en otra cosa, en una nueva historia que completa lo que se ha visto hasta entonces. Hay espectadores a los que no gusta ese final, que no entienden qué hace ahí, y no puedo culparlos: si les gustó la otra parte, que cojan esa parte, no hay por qué tener un compromiso con todo el filme, aunque por supuesto me alegra que haya gente que sí abraza el conjunto.

    Dices que la película es autobiográfica, pero son tres historias, con tres personajes de distintos géneros y orientaciones sexuales...

    Empatizo con los tres protagonistas plenamente. Con la chica también, claro: cuando descubres lo que supone salir de fiesta con tus amigos por primera vez, estar decepcionado por alguien, saber que alguien no es bueno para ti y aun así perseguirlo... Eso va más allá del género. Yo quería acercarme a la violencia sexual, un tema inspirado por gente a la que quiero y respeto; esa parte no es autobiográfica, pero hace tres o cuatro años me di cuenta de que una mujer muy cercana a mí había sido víctima de violencia sexual y me sentí estúpido por no estar al tanto del tema. Casi como disculpa, me pareció interesante abordarlo.

    Esta relación con la violencia, sutil pero a la vez poderosa, evoca Los demonios...

    Sí, en ambos filmes hay un monstruo. En Los demonios no vemos nada pero hay algo horrible ocurriendo y lo sabemos. A veces no mostrar es más potente que mostrar. En Génesis sí somos testigos del horror, pero está todo muy oscuro y el punto de vista es distante. El sonido es inquietante, pero quise ser sobrio con las imágenes. Que el chico haga algo tan horrible pero se niegue a verlo, actuando incluso con dulzura, me parece revelador de los tiempos que corren. Eso sí, que unos momentos antes ella le haya pedido un beso que él pueda interpretar como una vía libre para la violación no fue idea mía sino de mi asistente de dirección, que es mujer y vio claro que tenía que añadir ese detalle para volver todo aún más perturbador.

    Con tu cine, ¿estás lidiando con tus propios demonios?

    Siempre. Siempre voy a lugares que son dolorosos para mí; si no, estaría perdiendo mi tiempo y el de los espectadores. Al final, mis películas se me antojan dolorosas por muchos motivos, pero sólo así me siento honesto; de lo contrario las historias que cuento no me llegarían y no llegarían. Manipular para entretener no es mi estilo.


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