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    Crítica | La suerte de los Logan

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    Crítica ★★★ de La suerte de los Logan (Logan Lucky, Steven Soderbergh, Estados Unidos, 2017).

    No hay término medio en la marginal y blanca Norteamérica, este hervidero de paletos y rednecks se mueve por impulsos imprevisibles e irracionales, por lo que, cualquier interacción entre miembros de esta entrañable comunidad de gañanes tendrá consecuencias tan espontáneas como hilarantes. Así, gastar una broma en un bar de pueblo puede suponer que te respondan con una sonora carcajada acompañada de un puñetazo de satisfacción en la mesa y un choque de cervezas, o que te partan la cara y le prendan fuego a tu coche… no hay filtro. Trasladar esta problemática social a la pantalla puede hacerse de dos maneras, bien abordando la injustificable irresponsabilidad del gobierno americano y su política segregacionista desde una perspectiva dramática de denuncia social, o mediante una histriónica parodia en la que simplemente se asuma el hecho de la discriminación sin intención moralizante o de querella. No hay duda, y si quedaba alguna se despejará cuando veamos los concursos de lanzamiento de taza de váter con los que gustan de entretenerse los protagonistas, de que Steven Soderbergh ha optado por la segunda de las opciones para dirigir su última película: La suerte de los Logan; un filme de aceleradísimo ritmo narrativo en el que el realizador aprovecha para combinar con precisión los elementos más característicos de su firma autoral, además de añadirles una acertada sobredosis de humor con el que logra que su película se convierta en uno de los ejercicios más atractivos y entretenidos del año.

    Logan Lucky sigue la estructura clásica de las Heist Movies aunque, al mismo tiempo, utiliza a sus personajes —que no a la trama— para parodiar de forma deliberada el encorsetamiento con que algunos directores manejan sus guiones sin la agilidad presumible en este tipo de producciones ligeras, para tratar de conseguir, sin éxito, un presuntuoso dramatismo que termina por condenar el producto final al hastío y la mediocridad. Soderbergh no sólo maneja con pericia el tiempo y la vigorosidad de la cinta, sino que además supera cualquier expectativa que pudiéramos tener de su premisa inicial. Para lograr este difícil objetivo, se traslada a las antípodas metodológicas de la saga de Ocean’s Eleven, y transforma el lujo y la fastuosidad que rodeaban al grupo de experimentados ladrones liderados por George Clooney, en un turbio escenario de tabernas y lodazales que enmarca la acción principal, donde se nos presenta a una pareja de hermanos a quienes, después de perder su libertad, su familia y hasta sus extremidades, todavía les quedan fuerzas para volver a desafiar a su mala suerte. Ambos personajes, interpretados de manera brillante por Channing Tatum —Jimmy Logan— y Adam Driver —Clyde Logan—, componen el ejemplo palmario de la ruptura del sueño americano. Jimmy era la estrella del equipo de fútbol, destinado a convertirse en un ídolo de masas, objetivo de decenas de propuestas millonarias de equipos de élite, pero terminó como minero a causa de una lesión en su pierna, hasta que lo despidieron por un fallo burocrático de la compañía aseguradora. Clyde fue un héroe de guerra, y su historia responde a la de miles de soldados condecorados, mutilados en combate e instantáneamente olvidados por un Tío Sam que ya no llamaba ni para felicitar la navidad. El maltrato y el olvido del veterano inválido —inservible para aportar beneficio al estado—, se observa no sólo en el entorno habitable, completamente dejado de lado de la sociedad evolucionada, sino también de manera metafórica, en esa suerte que también le ha dado la espalda y se ríe de él con una vida de infortunios que da título a la película.

    «Es el apartado interpretativo uno de los aspectos más reseñables, no sólo por la profesionalidad de los actores, sino también por el asombroso trabajo que lleva a cabo Soderbergh al dirigirlos, pues consigue hacer brillar a cada uno de ellos pese a sacarlos sin piedad de su zona de confort con papeles con los que no se sienten familiarizados, lo que origina un conflicto de asociación en el espectador muy acertado para acentuar cada uno de los numerosos golpes de humor». 


    Tratando de obtener compensación por todas las injusticias que le ha tocado vivir, Jimmy traza lo que parece un robo infalible, para el que necesitaría la ayuda de su hermano y de Joe Bang, un experto en explosivos capaz de penetrar en cualquier cámara acorazada. Sin embargo, la colaboración de Joe está sujeta a dos cláusulas irrebatibles: la primera consiste en que sus dos hermanos han de formar parte del atraco para garantizar su seguridad; y la segunda, que supone más en un impedimento que una condición, viene determinada por la ubicación del extravagante artificiero, ya que se encuentra en prisión. Pero el plan de atraco de Jimmy incluía un plan de fuga intrínseco, por lo que el mayor de sus problemas consistirá en convencer a los dos atolondrados hermanos de Joe quienes, al parecer, han dejado su vida de criminalidad para seguir el sendero de Dios. En cualquier caso, las reticencias morales que muestran inicialmente, tanto los hermanos como el propio Clyde, quedan resueltas con una absurda justificación de integridad autocomplaciente y se apuntan, sin apenas esfuerzo, a esta oportunidad de hacerse ricos. El director, en este microcosmos pueblerino que ha erigido en la Norteamérica sureña, trata de subrayar que no importa el dinero, ya que a ojos de la sociedad evolucionada, sus habitantes serán todos considerados escoria; dividida entre catetos ricos y catetos pobres, todos forman parte del entramado jerárquico de la marginalidad.

    A pesar de que el guion es tan predecible como reiterativo, incluso en el clásico doble desenlace característico del estilo Soderbergh, la disparatada comicidad de los actores y su sorprendente y deliberada desenvoltura para representar la más absoluta idiotez implícita en sus acciones, consiguen mantener al espectador tan distraído en su sencillo divertimiento que olvidará un final que ya conocía antes de empezar a ver la película. En lugar de lamentarnos por la falta de sorpresa, aplaudiremos como niños cada vez que la implacable Fortuna sonría a nuestros héroes. Será precisamente el apartado interpretativo uno de los aspectos más reseñables, no sólo por la profesionalidad de los actores, sino también por el asombroso trabajo que lleva a cabo Soderbergh al dirigirlos, pues consigue hacer brillar a cada uno de ellos pese a sacarlos sin piedad de su zona de confort con papeles con los que no se sienten familiarizados, lo que origina un conflicto de asociación en el espectador muy acertado para acentuar cada uno de los numerosos golpes de humor. Empezando por Jimmy, un Channing Tatum que abandona la seguridad de su físico, para interpretar a un perdedor tullido a quien su mujer, Katie Holmes en su papel más macarra, abandonó por un millonario babieca y fanfarrón, todo el elenco estará expuesto a una modificación significativa del papel por el que es reconocido. Asimismo, Clyde, queda representado por el fantástico Adam Driver, quien cambia su apacible fachada encantadora por un papel de deficiente mental al servicio de su hermano. Por último, es de destacar por encima de cualquier cambio idiosincrático planteado por el realizador, la irrupción estudiadamente demorada de Daniel Craig, quien da un giro radical a la sofisticación y la habilidad propias de todo un James Bond para incurrir en una exhibición de bravuconería, mala calaña y peor apariencia. Y así llegaremos, sin apenas darnos cuenta, al desenlace de un filme que, siguiendo con la estudiada introducción progresiva de personajes, retrasa hasta el último cuarto de metraje la aparición de Hilary Swank y del singular Macon Blair, cuyos espontáneos cameos se han vuelto más frecuentes en determinadas obras dentro del cine de autor, como un sello de garantía de innovación y excentricidad. Todo un deleite para cualquier aficionado al frenético cine de robos y atracos con ese deje romántico y extrovertido de la inconfundible firma de Steven Soderbergh. | ★★★ |


    Alberto Sáez Villarino
    © Revista EAM / Dublín


    Ficha técnica
    Estados Unidos, 2017. Título original: Logan Lucky. Director: Steven Soderbergh. Guion: Rebecca Blunt. Duración: 119 minutos. Fotografía: Steven Soderbergh. Música: David Holmes. Productora: Trans-Radial Pictures / Free Association. Edición: Steven Soderbergh. Diseño de vestuario: Ellen Mirojnick. Diseño de producción: Howard Cummings. Intérpretes: Channing Tatum, Adam Driver, Farrah Mackenzie, Riley Keough, Daniel Craig, Katie Holmes, Charles Halford, Seth MacFarlane, Jack Quaid, Brian Gleeson, Katherine Waterston, Dwight Yoakum, Sebastian Stan, PJ McDonnell, Robert Fortner, Hilary Swank, David Denman. Presentación oficial: Tel Aviv, 2017.


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