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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica en Serie | Magic City

    Magic City

    MANUAL PARA HACER UNA SERIE DE CALIDAD POR CABLE

    crítica de Magic City (2012-2013) | temporada 1 y 2

    Starz / 2 temporadas: 16 capítulos. | EEUU, 2012, 2013. Creador: Mitch Glazer. Directores: Ed Bianchi, Simon Cellan Jones, David Petrarca, Carl Franklin, Nick Gomez, Clark Johnson, Terrence O´Hara. Guionistas: Mitch Glazer, Lawrence Konner, John Mankiewicz, Eduardo Machado, Ted Mann, Rich Cohen. Reparto: Jeffrey Dean Morgan, Danny Huston, Olga Kurylenko, Steven Strait, Christian Cooke, Jessica Marais, Elena Satine, Yul Vázquez, Dominik García-Lorido, Michael Rispoli, Alex Rocco, Matt Ross, Kelly Lynch, Taylor Blackwell, Brett Rice, Avi Hoffman, Todd Allen Durkin. Fotografía: Gabriel Beristain, Steven Bernstein, otros. Música: Daniele Luppi.

    La industria americana es a veces fascinante. Cuando uno piensa que no se puede ir más lejos en lo cómodo y fácil, llega una serie como Magic City para disipar las dudas. Reúne muchísimos tópicos de algunos éxitos televisivos de la última década: está situada en el pasado (el Miami de finales de los años 50), involucra tramas mafiosas, cuenta una historia de amor imposible más grande que la vida, otra historia de amor opuesta a ésta y que debe funcionar por eso precisamente, la justicia se obceca en ganar aún incumpliendo la ley, el gran malvado se comporta como un amenazante y psicópata niño pequeño con perversiones sexuales -lástima que un esforzado Danny Huston no llegue a trascender el cliché-, los fantasmas de los muertos pesan en los vivos, hay amores del pasado que nunca cicatrizaron, la aparente felicidad familiar está por estallar en mil pedazos en cualquier momento... y todo esto junto la hace predecible y engañosa, como un disfraz de calidad para el espectador poco aventajado. Un disfraz que no ha engañado a nadie, a tenor de las discretas audiencias y la cancelación hace unas semanas. Un momento clave para comprender el alma (o la ausencia de la misma) de la serie reside en su segundo episodio, cuando Ike (convincente Jeffrey Dean Morgan, que canaliza el peso del mundo sobre los hombros que tiene su personaje) y Ben hablan en el barco del mafioso. Ben le cuenta a Ike la historia del escorpión y la rana, una muy trillada metáfora. Clave porque desde ahí podemos comprobar la política de reciclaje de la serie.

    Magic City

    El creador Mitch Glazer ha dicho que su intención con Magic City era reflejar recuerdos de infancia sobre ese periodo histórico, tras crecer y darse cuenta de lo que observaba día tras día. Como coartada se sostiene –una de las mejores cosas de la serie son sus ocasionales momentos oníricos, que junto a la fotografía ayudan a crear un ambiente irreal- pero da la impresión constante de que una vez Glazer se sentó a escribir, no quiso poner en práctica sino una destilación de conflictos elementales (esos esquemáticos problemas paternofiliales). Para contar un cuento clásico de moral y supervivencia, pasa por varios lugares comunes y no arriesga ni una onza, no se sale de una zona de seguridad narrativa y se pone moroso a capricho en el avance de las tramas. A lo largo de 16 episodios, el público asistirá a una trama mecánica que se aclara machaconamente a cada paso. De ahí la ingente cantidad de escenas puramente explicativas que Glazer –creador hiperactivo que firma o co-firma cada episodio- planta. Como frecuentes son los enfrentamientos verbales entre Ike y Ben, pero una vez hemos entendido que Ike está dispuesto a todo para salvar su hotel, se llega al punto de que no aporta nada tanta discusión. La serie cuenta además con un reparto más atractivo que talentoso –esa preciosa e inexpresiva a partes iguales Jessica Marais es la prueba más rotunda-.

    No todo es malo. Magic City está rodada con suavidad y personalidad; Glazer tiene el talento suficiente para escribir algunos diálogos brillantes y resuelve de forma astuta esa historia de amor imposible; los títulos de los episodios son estupendos; existen momentos reseñables –el montaje paralelo entre la actuación de Vera y la redada al almacén de armas- y la música evoca los sonidos del mejor Hollywood, pero el problema es que estas ventajas son partes que no suman al todo, sino que brillan con intermitencia. Terminada la primera temporada, el que esto firma pensaba que un remiendo de series de calidad sigue siendo mejor que decenas de productos simplones que cuentan nada cada semana, pero la benevolencia se ha ido. Starz concedió una segunda temporada a la serie antes de estrenar la primera como prueba de fe y a la vez manera de crear una marca como cadena, y uno confiaba en que una nueva oportunidad trajera aires de cambio. Glazer contrata unos cuantos guionistas, amplía los límites de sus historias e incorpora nuevas caras que apenas dejan una sensación perdurable –si acaso se salva la proxeneta que interpreta Sherilyn Fenn, por ser refinadamente vulgar- pero persiste el problema, una vez más, de la falta de sutileza y la insistencia en lo evidente. Cuando asistimos al involuntario desenlace, la preocupación del espectador no reside en las múltiples tramas abiertas ni el desafortunado destino de los protagonistas. No. No nos importa lo que les pase. ★★★★★

    Adrián González Viña.
    crítico de cine & series de televisión.



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