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    Crítica | John Wick 4

    || Críticas | ★★★☆☆
    John Wick 4
    Chad Stahelski
    Puño de hierro, chaqueta metálica


    Ignacio Navarro Mejía
    Madrid |

    ficha técnica:
    Estados Unidos, 2023. Título original: John Wick: Chapter 4. Presentación: Festival South by Southwest 2023. Dirección: Chad Stahelski. Guion: Shay Hatten y Michael Finch. Producción: 87Eleven Entertainment / Lionsgate / Summit Entertainment / Thunder Road Pictures. Fotografía: Dan Laustsen. Montaje: Nathan Orloff. Música: Tyler Bates y Joel J. Richard. Diseño de producción: Kevin Kavanaugh. Decorados: Rand Abdel Nour y Mark Rosinski. Vestuario: Paco Delgado. Reparto: Keanu Reeves, Ian McShane, Bill Skarsgård, Laurence Fishburne, Donnie Yen, Shamier Anderson, Clancy Brown, Lance Reddick, Marko Zaror, Hiroyuki Sanada, Rina Sawayama, Scott Adkins, Natalia Tena. Duración: 169 minutos.

    Cuando en 2014 se estrenó John Wick, un intrascendente thriller de acción sobre un asesino retirado que vuelve al ruedo para vengar la muerte de su perro, nadie imaginaba que casi diez años más tarde sería solo la primera de una serie de gran éxito que ya va por su cuarta entrega. Aquella cinta de 2014 podía hermanarse con esas otras películas del género más o menos coetáneas protagonizadas por Liam Neeson, aunque con un sentido más extravagante y estilizado de su componente de acción. Su protagonismo a cargo de otro curtido veterano como Keanu Reeves, conocido sobre todo por su papel de Neo en Matrix, introducía una referencia inconsciente a este universo, convertida luego en consciente en la secuela, John Wick 2, gracias a la presencia de Laurence Fishburne. Esta segunda parte suponía una expansión de la primera, pues la escueta y ceñida intriga de la misma daba ahora pie a todo un mundo alternativo, regido por una organización criminal clandestina y universal, con sus reglas y su jerarquía. Derek Kolstad, el creador de la historia y los personajes, seguía al mando del guion, por lo que dicha expansión no traicionaba directamente el espíritu del original. Pero ya era otra cosa. John Wick perdía con ello todo ápice de realismo, si es que lo tenía para empezar, e incluso de conexión con la violencia más cruda y descarnada, para pasarse casi al género fantástico, o al menos a un diseño de esa violencia, y de toda la acción, centrada ante todo en la coreografía, no en su riesgo, sus heridas u otras repercusiones. Y esto, claro está, la separaría de la realidad.

    Después de John Wick 3, en esta misma línea, John Wick 4 da otro paso más en esa exageración, aunque esto le permite sortear toda acusación de falta de verosimilitud. La amplificación es patente desde la propia duración del metraje, superior a las dos horas y media, pues Stahelski y su equipo, viendo que la fórmula funciona, piensan que cuanto más ofrezcan de ella, mejor. La estilización está más marcada (mención aparte merece la llamativa fotografía de Dan Laustsen), las coreografías son más largas y complejas, y John Wick pasa por más situaciones al límite de todo lo que ya habíamos visto antes. No es una persona de carne y hueso, sino una especie de mito, una idea absoluta hecha persona, y en consecuencia da igual que caiga de una altura de tres pisos o centenares de escalones abajo, o sea golpeado, apuñalado, disparado o herido de cualquier forma: siempre saldrá más o menos ileso, capaz de seguir adelante y seguir peleando. El suspense, incluso el temor ante la incertidumbre sobre si sobrevivirá o no, se convierte más bien en una fascinación ante el espectáculo que ofrece. Que al menos la mitad del prolongado metraje se centre en este espectáculo, frente a las obligadas secuencias de diálogo o transición, produce entonces un efecto curioso, y es que la sensación del paso del tiempo queda distorsionada. Su percepción es distinta ante una secuencia, digamos, más ortodoxa, de plano/contraplano u otra planificación al uso, de varios personajes interactuando, incluso luchando, que ante este otro tipo de secuencia cuya progresión depende de cada golpe y movimiento, como parte inherente de toda una coreografía. Lo interesante es que el foco no está tanto puesto en esa coreografía de conjunto (salvo en una increíble secuencia tardía con un par de planos cenitales, cuya coreografía ya no es asumida por los personajes, sino por la propia cámara), sino en cada uno de los golpes o disparos, movimientos o fintas, y su mera sucesión y montaje, acentuando cada uno de ellos. De hecho, hay una secuencia, en una discoteca en Berlín, en que el uso de la cámara lenta refuerza esta impresión.

    El espectador queda entonces en vilo, manteniendo ese estado mucho más tiempo del habitual, pero no es consciente de ello, precisamente por esa percepción temporal distinta. El resultado es que la película parece más corta de lo que es, el metraje extendido no parece tal, pero era esencial su extensión para poner a prueba la mencionada fascinación en que nos puede atrapar dicho espectáculo, y cuánto puede durar. La prueba es superada con creces, y ahí radica el principal mérito de este experimento. A partir de ahí, la historia es lo de menos, teniendo en cuenta, precisamente, que a la historia como tal apenas se le dedica la mitad del metraje. Wick sigue enfrentado a un sinnúmero de criminales y asesinos a sueldo, aunque piensa que por fin puede escapar de toda esta espiral de violencia y destrucción si reta a duelo al marqués francés (Bill Skarsgård) que la máxima jerarquía de la organización (llamada High Table) ha puesto al frente. Para ello, contará de nuevo con la ayuda de Winston (Ian McShane), agraviado después de ser expulsado de su hotel y excomulgado de la mentada organización, y de Bowery King (Laurence Fishburne), aunque la aparición de este último es más propia de un cameo. Al margen de ello, destaca en el reparto la incorporación de Donnie Yen como el ciego y peligroso Caine, amigo y enemigo a partes iguales de Wick, y no podemos dejar de mencionar a Natalia Tena, aquí a cargo de la inquietante Katia, gitana y noble mafiosa de ascendencia rusa (otra seña de identidad de John Wick es el juego con los idiomas y subtítulos). De hecho, la participación española se extiende al apartado técnico, pues a cargo del vestuario figura nada menos que Paco Delgado. En suma, estamos ante una auténtica superproducción que cuida cada detalle, lo que no impide que, al mismo tiempo, no se tome en serio a sí misma, por su propia naturaleza cercana a la parodia. En todo caso, es entretenidísima, es probable que recaude mucho en taquilla y deja la puerta abierta a una quinta entrega, aunque por ahora Stahelski y Reeves han manifestado que se tomarán un merecido descanso… Y es que hasta John Wick lo puede llegar a necesitar.


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