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    Crítica | Tres idénticos desconocidos

    Más allá de las similitudes

    Crítica ★★★★ de «Tres idénticos desconocidos», de Tim Wardle.

    Reino Unido, 2018. Título original: «Three Identical Strangers». Dirección: Tim Wardle. Música: Paul Saunderson. Fotografía: Tim Cragg. Reparto: Eddy Galland, David Kellman, Andrew Lovesey, Robert Shafran. Productora: RAW. Distribuida por Versus Entertainment. Duración: 96 minutos.

    La historia detrás del documental Tres idénticos desconocidos es tan descabellada que, de haber sido adaptada en forma de ficción, más de un espectador se habría cuestionado su verosimilitud. Tres gemelos que fueron separados al nacer se reencuentran por pura coincidencia cuando uno de ellos asiste, un año después, a la misma universidad que su hermano y es confundido en el campus con este último. A través de una dinámica y entretenida secuencia de montaje inicial, el relato nos traslada a los suburbios neoyorquinos de los años 80, específicamente al momento en el cual el rompecabezas comienza a completarse: Bobby llega al campus de la Universidad Comunitaria de Sullivan y, para su sorpresa, un sinnúmero de desconocidos lo llaman por el nombre de Eddy. Así, Bobby contacta con Eddy y rápidamente llegan a la conclusión de que fueron separados a los pocos meses de nacer y dados en adopción por la misma agencia a distintas familias. Tras la publicación de una nota en el periódico del día siguiente, la cual describe los pormenores del encuentro fortuito entre ambos y las sorprendentes semejanzas físicas, la historia se completa cuando el tercero de los hermanos (David) hace acto de presencia, lo que termina de convertir una situación de lo más curiosa en un evento mediático y viral, haciendo que los hermanos aparezcan en todos los talk shows de la época y se transformen en las celebridades del momento. Pero la algarabía que supone el reencuentro familiar y los chistes en TV relacionados con las similitudes entre los trillizos —los tres fuman la misma marca de cigarrillos y practicaban lucha libre años atrás— progresivamente se convierte en un oscuro relato que pone en primer plano las circunstancias que generaron su separación. En este punto, el aspecto destacado del filme se halla en la gradual exposición de la información a efectos de ir sumiendo al espectador en un clima enrarecido de paranoia, sospechas y planes encubiertos que, a la par de complicar la ya intrincada historia, le otorga giros inesperados al relato, lo que puede resultar digno de una película de Hitchcock —en particular, en lo que respecta a la situación del hombre corriente envuelto en un suceso fuera de lo común.

    De este modo, de los efusivos testimonios de los protagonistas narrando las circunstancias que llevaron al reencuentro, pasamos a una exploración en clave dramática de las secuelas del descubrimiento, o de lo que sucede cuando lo extraordinario cede su lugar a algo más, escondido bajo la superficie del cuento de hadas. El documental combina las entrevistas con imágenes de archivo y escenas recreadas, utilizando la música y el montaje para trasladarnos a esa época, intentando ponernos en la piel de los trillizos, reflejando la repercusión de los eventos en el círculo familiar. En ese aspecto, si bien la inclusión de actores y la constante utilización de escenas estilizadas puede retrotraernos a un tipo de documental televisivo y trivial, la razón de ser de estos fragmentos radica más en una cuestión conceptual que formal: con cada aparición, estas escenas nos recuerdan que por más que se intenten recrear los hechos al detalle, la realidad siempre estará un paso por delante de la ficción. Esto se debe a que hay, a lo largo del relato, revelaciones que van moldeando la historia y ofreciendo nuevos acercamientos a los eventos, lo que a fin de cuentas produce en el espectador una sensación de sorpresa y desconcierto cuando lo impensado se convierte en realidad, lo que se acrecienta a medida que la narración avanza. La segunda mitad del filme, entonces, abandona aquella aproximación enfocada en las repercusiones mediáticas del caso —las superficialidades, por decirlo de algún modo— para concentrarse en la intimidad de cada unas de las familias, en lo que ganaron y perdieron los hermanos tras enfrentarse con el hecho que cambió sus vidas para siempre. Y es justamente allí donde el director Tim Wardle evidencia una gran capacidad de reflexión, ahondando en la relación entre los trillizos, siendo sus similitudes, en este momento particular, lo menos relevante. A su vez, la irrupción de nuevos personajes ligados al mundo de la psiquiatría le otorga a la película una faceta ligada al documental de crítica social, a lo cual se añade la figura de un periodista del New Yorker que, tras haber seguido el caso años atrás, lo retoma con la intención de obtener las respuestas a las que no ha podido acceder hasta el presente.

    «Si bien la inclusión de actores y la constante utilización de escenas estilizadas puede retrotraernos a un tipo de documental televisivo y trivial, la razón de ser de estos fragmentos radica más en una cuestión conceptual que formal: con cada aparición, estas escenas nos recuerdan que por más que se intenten recrear los hechos al detalle, la realidad siempre estará un paso por delante de la ficción».


    Sin ánimo de adelantar partes cruciales del argumento, resta decir que lo más atractivo del documental se encuentra en su profundo análisis de las causas que produjeron la separación de los trillizos, incluyendo una inquietante reflexión sobre los diversos orígenes sociales de las familias adoptivas y una serie de coincidencias que el filme explora en detalle. Y si bien es cierto que sobre el final el director se apresura un poco en sus conclusiones —quizás cayendo en generalizaciones— la película arroja algo de luz sobre el eterno e irresuelto debate entre naturaleza y crianza, o, expresado en otros términos, entre lo heredado y lo aprendido. Por un lado, al ahondar en las vivencias particulares de cada uno de los protagonistas —con sus similitudes y diferencias—, Tres idénticos desconocidos se convierte en algo más que en el seguimiento de un caso atípico y llamativo, para hablar sobre la cuestión de la conformación de la identidad, en especial en relación a la influencia de la familia, reflexiones que finalmente nos llevan a cuestionar si las decisiones que tomamos a lo largo de nuestras vidas son realmente individuales o están influenciadas por las experiencias que atravesamos. Este dilema, que recorre la totalidad del metraje, tiene, en lo que respecta a la historia de los trillizos, gran importancia y peso dramático. En todo momento se percibe una tensión difícil de digerir, una carga que los hermanos intentan sobrellevar y que a fin de cuentas es lo que nos involucra emocionalmente con la historia de su separación y su posterior reencuentro. La decisión arbitraria de no permitir que los gemelos sean criados por la misma familia, se convierte en una herida difícil de sanar, siendo un evento que, impuesto desde el afuera y desde una visible falta de empatía para con el otro, se transforma en la semilla y el origen de la tragedia personal y social. Desde esta perspectiva, los hechos incontrolables, extraordinarios y aleatorios que tienen lugar en el documental, surgen, paradójicamente, gracias a decisiones calculadas y racionales. | ★★★★ |


    Hernán Touzón
    © Revista EAM / Barcelona


    Tres idénticos desconocidos se estrena el 8 de febrero en España gracias a Versus Entertainment.

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