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    Crítica: BlacKkKlansman

    The blacker the berry, the sweeter the juice

    Crítica ★★★★★ de BlacKkKlansman, de Spike Lee.

    España. 2018. Título original: BlacKkKlansman. Director: Spike Lee. Guion: Spike Lee, Kevin Willmott, David Rabinowitz, Charlie Wachtel (Libro: Ron Stallworth). Duración: 128 minutos. Edición: Barry Alexander Brown. Fotografía: Chayse Irvin. Música: Terence Blanchard. Diseño de producción: Curt Beech. Diseño de vestuario: Marci Rodgers. Productora: Blumhouse Productions / Monkeypaw Productions / QC Entertainment / Perfect World Pictures. Distribuida por Focus Features. Intérpretes: John David Washington, Adam Driver, Topher Grace, Laura Harrier, Ryan Eggold, Corey Hawkins, Robert John Burke, Paul Walter Hauser, Craig muMs Grant, Michael J. Burg, Chris Banks, Tom Stratford, Jasper Pääkkönen, Ashlie Atkinson, Ken Garito, Alec Baldwin. Presentación oficial: Cannes Film Festival, 2018.

    El nacimiento de una nación (D.W. Griffith, 1915), que supuso la primera obra maestra cinematográfica de todos los tiempos, es considerada, además, una de las películas más racistas de la historia, ya que presenta la imagen del negro como un ser violento por naturaleza, depravado y lujurioso. A partir de esta descripción, el cine convertiría al afroamericano en un prototipo de lo desagradable, haciendo así de la revisión historiográfica norteamericana presentada por Griffith uno de los ejemplos de propaganda difamatoria más poderosos jamás realizados. Es cierto que esta película marcaría una época en el cine, por su calidad artística, su pericia narrativa y su maestría en la puesta en escena, sin embargo, también tendría consecuencias muy desagradables en cuanto a la herencia que dejaría en directores venideros, que continuarían definiendo a toda la población negra con este tipo de lamentables clichés durante décadas. Las grandes obras de la época clásica de Hollywood, obras canónicas que todavía hoy representan el paradigma del buen cine, suelen estar contaminadas de un mensaje racista y patriarcal, producto de la cultura que se vivía por entonces. Eran tiempos en los que a las mujeres se las abofeteaba para que obedecieran al hombre, y a los negros se les daba de comer aparte. Un gran número de clásicos indispensables tomaban parte activa en ese adoctrinamiento y enseñaban a la población la vergüenza de ser negro, o la debilidad de ser mujer. Con la llegada de las vanguardias aparecen directores afroamericanos, realizadores feministas y, por supuesto, mujeres al mando de películas que denuncian el trato recibido hasta entonces, pero lo hacen con gusto y sentido común. Por norma general, el cine que se realiza en defensa de las minorías no ataca a todos los hombres por su simple condición masculina, ni a todos los blancos por su color de piel, sino que arremete contra el machista por su imbecilidad, y contra el racista por idéntico motivo. Spike Lee ha demostrad a lo largo de su carrera que la defensa de los derechos de los negros no está reñida con un mensaje de ecuanimidad y respeto, y BlacKkKlansman es una prueba de ello, retratando al blanco y al negro como iguales en una lucha contra la estupidez supremacista.

    La historia, por muy disparatada que parezca, recrea una historia real ocurrida en Colorado Springs durante los años 70, cuando un agente afroamericano logró infiltrarse en las altas esferas de la organización segregacionista, Ku Klux Klan. Lee presenta de entrada una imagen paradójica, extravagante y caricaturesca que utilizará para transmitir el absurdo de todo el entramado político de la institución racista. La secuencia en concreto muestra a Ron Stallworth, un hombre que parece sacado de una película de blaxploitation, con su afro, sus ajustados pantalones de campana y su colgante de oro, compartir por teléfono enfervorecidos insultos raciales, en perfecto acento sureño, con uno de los líderes de la organización. Cuando Stallworth logra ganarse la confianza del Klan, engañando a quien se enorgullecía de poder identificar la voz de un negro con solo escuchar unas pocas palabras, llegaba una segunda parte del plan que no había definido todavía debido a lo improvisado de toda la operativa: presentarse delante de todos los miembros. Como es evidente, aquí hizo falta la colaboración del compañero de Ron, Flip, quien puso el toque de palidez que le faltaba al protagonista para el éxito de su plan. La premisa inicial resulta tan paródica y absurda como parece, todo está trazado con un ácido humor tan rápido como ingenioso. La laxitud de los diálogos, la dinámica puesta en escena, la caricaturización de los personajes…, en general, la película podría parecer destinada a representar la sátira humorística más distendida, pero no nos llevemos a error, Spike Lee sabe muy bien el tema que está abordando y el por qué, y si ahondamos un poco bajo esa superficialidad hilarante, encontraremos un filme indignado, sarcástico y, en primer lugar, asqueado por la situación política actual.


    BlacKkKlansman, como una seria caricatura, es un oxímoron en sí misma, tristemente cómica, pacíficamente violenta y absolutamente necesaria. 


    Todos los personajes están construidos de manera sublime, representando los principales ejemplos de extremismo ideológico, desde el encantador líder manipulador que oculta un temperamento psicótico tras su apacible fachada de político, hasta el exaltado analfabeto con la palabra odio tatuada a fuego en su cráneo afeitado. No hay duda de que si Griffith en su obra seminal construyó una imagen del afroamericano bajo el estigma de lo violento y lo desagradable, Lee consigue transmitir una imagen mucho más efectiva del ultraderechista blanco, la de la fobia irracional, el sentimiento de inferioridad y la idolatría hacia unos líderes cuyo compromiso estará en entredicho en cuanto se pierda el componente lucrativo de la empresa. La perspectiva desde la que está trazada esta parodia no es la del miedo y la búsqueda de concienciación, Lee hace ya tiempo que perdió el temor a expresar su opinión y ahora enarbola su cine y su mensaje desde el desprecio absoluto, el desprecio hacia todos aquellos –aparentemente la mayoría de la población estadounidense– que han apoyado la candidatura de un fanático segregacionista, y toda esa repulsión quedará astutamente reservada para las últimas escenas del filme, dejando que la película no pierda su agresiva comicidad inicial, y permitiendo un espacio para la reflexión en el cierre definitivo, para lo que el realizador ha utilizado imágenes de archivo de los últimos atentados racistas cometidos en Estados Unidos.

    En ese apartado, Spike Lee también plantea una teoría ejemplar sobre la desigualdad de oportunidades y la discriminación, resultante del abuso de poder que un grupo de la población ejerce sobre otro. Esta premisa, extraída de varias investigaciones socio-antropológicas, se produciría cuando el colectivo dominante accede a una economía restringida para el dominado. Dinero, trabajo y círculos de influencia son las armas utilizadas por los supremacistas blancos para tratar de subyugar durante años a la población negra; negándoles el acceso a dichos recursos, aseguran la prolongación de su poder. Solo el miedo puede explicar que todavía hoy exista discriminación racial en el acceso al trabajo y a los círculos de influencia, un miedo que se lleva inherente debido a la presumible aceptación del refrán popular: “cree el ladrón que todos son de su condición”. Lee no solo recrea una historia real, sino que además le otorga una explicación lógica basada en teorías académicas como la mencionada de T.A. Van Dijk, “Critical discourse analysis”. Recurriendo a la reproducción de un episodio biográfico, y evitando la simple construcción ficcional de los acontecimientos, el director impide que la película pueda ser tachada de extremista o parcial, puesto que no abusa de la demagogia ni de la subjetividad, y permite que su mensaje sea igualmente aplicable en el ámbito recreativo y el didáctico. En cualquier caso, es de destacar un elemento narrativo que prevalecerá sin ninguna duda por encima del resto durante todo el metraje: la sátira. Lee es de los pocos directores capaces de construir la fuerte y bien trazada imagen de un grupo político, como es el Ku Klux Klan, con tremenda solemnidad y seriedad pero que, al mismo tiempo, conforme las escenas pretendan aparentar mayor aplomo y gravedad, todo resulte cada vez más estúpido y ridículo, algo que se reflejará en los rostros confusos de los integrantes del Klan, mientras presencian incrédulos cómo un guardaespaldas negro se atreve a posar en una fotografía con dos de los líderes mesiánicos de la “secta”, abrazando a los atónitos individuos instantes antes de que se accione el disparador, para lograr así una de las instantáneas más grotescas de todos los tiempos. BlacKkKlansman, como una seria caricatura, es un oxímoron en sí misma, tristemente cómica, pacíficamente violenta y absolutamente necesaria. | ★★★★★ |


    Alberto Sáez Villarino
    © Revista EAM / Festival de Cannes


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