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    Crítica: Searching

    Escaparates de impostada felicidad

    Crítica ✷✷✷✷ de Searching (Aneesh Chaganty, Estados Unidos, 2018)

    Estados Unidos. 2018. Título original: Searching. Director: Aneesh Chaganty. Guion: Aneesh Chaganty, Sev Ohanian. Productores: Timur Bekmambetov, Sev Ohanian, Natalie Qasabian, Adam Sidman. Productoras: Stage 6 Films / Bazelevs Entertainment / Bazelevs Production. Distribuida por Sony Pictures Releasing / Screen Gems. Fotografía: Juan Sebastian Baron. Música: Torin Borrowdale. Montaje: Nicholas D. Johnson, Will Merrick. Dirección artística: Carol Uraneck. Reparto: John Cho, Debra Messing, Michelle La, Sara Sohn, Joseph Lee, Steven Michael Eich.

    En 2014, dos películas bien diferentes entre sí sorprendieron por la audacia de sus propuestas, acotando los escenarios en los que se desarrollaron sus historias al reducido espacio de una pantalla de ordenador. Nacho Vigalondo demostró que no se le resiste nada y entregó en Open Windows la angustiosa odisea de un chaval (Elijah Wood) acosado por un hacker mientras espía a su actriz favorita (la reina del cine para adultos Sasha Grey) desde su portátil. Pese a las limitaciones que conllevaba no poder abandonar en ningún instante esa pantalla, el realizador se las apañó para sacar el máximo rendimiento posible a la vorágine de ventanas emergentes, imágenes captadas desde todo tipo de pantallas, videollamadas o correos electrónicos que actuaban como armas del protagonista para detener una trama criminal que jugaba en la línea del suspense voyerista que tuvo a sus más ilustres representantes en el Hitchcock de La ventana indiscreta (1954) o el Brian De Palma de Doble cuerpo (1984), aplicando sus planteamientos argumentales al cine del siglo XXI, era dominada por las nuevas tecnologías, la información inmediata y el apogeo de las redes sociales. En Eliminado, Levan Gabriadze nos regaló uno de los vehículos de terror más originales y arriesgados que ha parido la productora Blumhouse en todo su exitoso recorrido, sumergiendo al espectador en una conversación grupal de Skype entre seis amigos adolescentes que comenzaba a tornarse en mortal desde el instante en que recibían un enigmático mensaje cuya remitente era una joven estudiante que se había suicidado un año antes, después de no haber podido soportar la humillación de ver cómo un vídeo sexual suyo era divulgado en las redes como acto de broma de mal gusto. El típico slasher de toda la vida, con el tema de la venganza como motor principal, que tuvo el innegable mérito de resultar muy divertido y dinámico, a pesar de ser la limitación de movimiento propia de una narración que se desarrolla en una pantalla de ordenador. Ahora llega a las carteleras Searching (2018), que, pese a que sigue los pasos estilísticos de aquellos dos títulos, muestra una pericia en su debutante director Aneesh Chaganty, especialmente evidente en la hábil escritura del guion (junto a Sev Ohanian), que hace que su obra trascienda por encima de ellos y se coloque entre los títulos más sorprendentes del año. Lo que se llama un sleeper en toda regla, aplaudido por crítica y público desde su triunfal premiere en el pasado Festival de Sundance.

    El filme se inicia con un prólogo que, pese a la frialdad del mundo tecnológico en el que es presentado, alcanza gran emotividad y consigue que el público se solidarice, de forma instantánea, con las circunstancias vitales de los protagonistas. De una manera que recuerda a aquellos sobrecogedores primeros compases de Up (Pete Docter, Bob Peterson, 2009), los diez minutos que abren la cinta de Chaganty nos muestran la historia de la familia Kim, formada por los progenitores, David y Pamela, y su hija Margot, a través de fotografías y vídeos archivados en las cuentas de sus diferentes miembros, que inmortalizan situaciones cotidianas en las que reina la felicidad y la armonía. Asistimos así a acontecimientos tan especiales para ellos (e intrascendentes para el resto de la humanidad) como el primer día de colegio de Margot, sus primeras clases de piano impartidas por su madre o divertidas excursiones familiares hasta que, de repente, la sombra de la tragedia asoma en forma de correos electrónicos que avisan a Pamela de sus programadas citas médicas y unos fatales diagnósticos. Las posteriores imágenes son mucho menos idílicas y vemos a una mujer que se va consumiendo por un linfoma mientras su marido y su hija no pueden hacer otra cosa que permanecer a su lado hasta el último aliento. De esta manera, Chaganty y Ohanian consiguen que los personajes del David Kim y Margot queden perfectamente descritos. Un padre que trata de sobreponerse a la pérdida de su amada esposa y que tiene que lidiar, en soledad, con la educación de una hija que, a sus 16 años, empieza a tener esos secretos que los adolescentes esconden a sus progenitores. Aun así, la relación entre padre e hija es buena y ambos hacen gala de una gran complicidad en las conversaciones que mantienen a través del teléfono o de FaceTime, por lo que nada haría presagiar que la adolescente decidiera, de la noche a la mañana, poner tierra de por medio y fugarse de casa sin avisar a David. Es por esto que, cuando Margot desaparece, después de haber realizado tres llamadas a su padre que no son contestadas, el hombre se convence de que algo terrible le ha debido pasar y emprende una investigación doméstica, paralela a la policial, para dar con su paradero antes de que sea demasiado tarde.

    «Es visualmente atrevida, engancha desde el primer minuto hasta su convincente desenlace y aún le queda espacio para reflexionar sobre el cada vez mayor papel que las nuevas tecnologías ocupan en nuestro día a día, con sus beneficios y sus riesgos».


    Searching se revela como un thriller de suspense absolutamente cautivador, plagado de sorpresas, pistas falsas e imprevisibles giros de guion que, por una vez, están tan bien dosificados y guardan la suficiente coherencia interna, que no dejan esa habitual (e incómoda) sensación de que sea un producto tramposo y repleto de artificio fácil con la única finalidad de despistar al espectador hasta llevarle a un final imprevisto. Sus responsables demuestran que cuando existe un buen guion no se necesitan grandes alardes para hacer que su película funcione como entretenimiento inteligente con la misma precisión de un reloj suizo. El carismático John Cho logra transmitir todo el miedo e impotencia en su rastreo a contrarreloj a través de ese inmenso ciberespacio en el que cada movimiento queda registrado. Google, Youtube, Facebook y otras aplicaciones del portátil de Margot (Michelle La) se convierten en las herramientas con las que el protagonista cuenta para encontrar respuestas, descubriendo, en el laberíntico camino, que los numerosos “amigos” de las redes sociales de su hija no lo son tanto y que la joven llevaba una vida mucho más atormentada y solitaria de la que pretendía hacer ver al resto del mundo desde sus publicaciones. El otro personaje fuerte de la cinta lo interpreta una fantástica Debra Messing. Ella es una detective de policía que se encarga del caso, mostrándose emocionalmente involucrada en el mismo, y a que precede una fama de mujer solidaria y entregada profesional. Para llevar a buen puerto su valiente premisa, la de una intriga policial íntegramente vivida desde la pantalla de un ordenador, Searching se apoya en los esforzados trabajos de sus actores y en un montaje muy dinámico en el que videollamadas, emails, imágenes captadas por cámaras de seguridad, noticieros televisivos y capturas de pantalla se suceden de forma vertiginosa pero sin abusar de excesos de información que puedan llegar a saturar. Y es que, bajo su sofisticada puesta en escena, lo que hay es una emocionante historia de amor paterno-filial que se ve puesta a prueba por terribles circunstancias externas, así como una interesantísima crítica al “postureo” con el que muchas personas camuflan unas vidas vulgares en escaparates virtuales desde los que hacen ver lo felices que querrían ser, y a las mentiras que encierran las (a menudo aparentes) relaciones que se establecen a través de internet. ¿Qué más se le puede pedir a una modesta ópera prima que representa un tipo de cine independiente que se puede permitir la osadía de codearse, en igualdad de condiciones, con pasatiempos mucho más ambiciosos y provenientes de los grandes estudios? Es visualmente atrevida, engancha desde el primer minuto hasta su convincente desenlace y aún le queda espacio para reflexionar sobre el cada vez mayor papel que las nuevas tecnologías ocupan en nuestro día a día, con sus beneficios y sus riesgos. En definitiva, supera todas las expectativas y consolida a Chaganty como cineasta al que conviene seguir la pista en el futuro. | ✷✷✷✷ |


    José Martín León
    © Revista EAM / Madrid


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