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    Crítica | Trespass Against Us

    Los maleducados y los biempensantes

    crítica ★★ de Trespass Against Us (Adam Smith, Reino Unido, 2016).

    En los grandes nombres de la filosofía grecolatina (Platón, Aristóteles, Cicerón, Marco Aurelio…) ya hallamos las bases del pensamiento occidental sobre la importancia de una formación adecuada para conformar individuos equilibrados y útiles, capaces de «ser felices» y de contribuir al bien común de su sociedad; una concepción que recuperaría vigor con los autores de la Ilustración (Locke, Rousseau, Kant…) y que devendría un eje de reflexión fundamental para los pensadores posteriores, hasta la eclosión de las modernas teorías pedagógicas (Dewey, Piaget…). Tal vez por ello pocos son lo que hoy dudan de lo crucial que resulta para el desarrollo intelectual, psicólogo, afectivo y social de los niños una educación empática y rica, que empiece desde el amor, el respeto y la aceptación dentro del propio hogar. Porque si en el núcleo familiar se imponen unos valores represivos, retrógrados o alienantes, se carga con un lastre muy complicado de dejar atrás en la vida adulta. Moldear las influenciables mentes infantiles de forma errónea a menudo equivale a estampar en ellas una estructura jerárquica encima de la cual se encuentra la figura omnipotente y dominante del «cabeza de familia». En parte, de ahí viene la línea del Padrenuestro que da título a la cinta que nos ocupa («así como nosotros perdonamos a nuestros deudores»), Trespass Against Us (2016), la ópera prima de Adam Smith, una obra tan ambiciosa como irregular, ya que no solo pretende ilustrar los males de una educación perniciosa, sino que, sobre todo, incide en el doble rasero que, en el fondo, rige cualquier sociedad moderna, civilizada, democrática y, en apariencia, asentada en unos derechos y unas leyes inalienables e iguales para todos los ciudadanos que la integran.

    En este sentido, baste con remitirnos a la actualidad diaria de nuestro propio país para ver cuán cierta es la premisa sobre la que se asienta la película: ladrones de guante blanco que quedan impunes –o casi– frente a la contundente respuesta judicial hacia los robos menores; infantas cuya presunta ignorancia sirve de elemento exculpatorio frente a la total responsabilidad atribuida a las personas humildes que firmaron ininteligibles cláusulas bancarias; tuiteros a los que se encarcela por ofensas al honor de personas de determinada ideología política, mientras que nadie es encausado cuando se ataca a gente de la postura contraria, y un largo etcétera. En cualquier caso, el mérito del planteamiento de Smith reside en el hecho de que su análisis de esa diferente vara de medir no incide en injusticias tan flagrantes como fáciles de conmover al espectador, sino que se centra en un colectivo cuyos modelos de conducta se alejan de los de la gran mayoría de la sociedad «biempensante», con lo que esta no vacila en considerarlo víctima en exclusiva de sus propias costumbres «nocivas» (o el esquivo y peligroso concepto de la «automarginación»). No en vano, la trama gira en torno a la cotidianeidad de un clan de ladronzuelos nómadas de origen irlandés, para quienes ganarse el sustento al margen de la ley, más que inevitable es imperativo, y que, a efectos prácticos, adoptan un estilo de vida similar al llevado tradicionalmente por los gitanos, con independencia de que pertenezcan o no a dicha etnia. Asentados en Gloucestershire, el patriarca familiar, Colby Cutler (un soberbio Brendan Gleeson), nos es descrito como un hombre machista, cerril, manipulador, reaccionario y violento; y pese a ello resulta inevitable advertir en él la carga trágica de una herencia sociológica marcada por la constante incomprensión e intolerancia de parte del mundo «payo». De ahí que, paradójicamente, sea el que muestre más compasión hacia los débiles –léase su protectora actitud hacia el deficiente mental Gordon (Sean Harris)– o el que esté dispuesto a sacrificarlo todo por mantener unidos a los suyos. Y aunque es cierto que resulta difícil empatizar con una figura como la de Colby, cuya reacción ante el mundo «externo» es de desprecio, cuando no de ataque, ¿qué puede decirse de su hijo Chad (Michael Fassbender), que intenta una y otra vez, de manera infructuosa, escapar de ese destino al que parece condenado por haber nacido también Cutler?

    «La plasmación última de tan loable punto de partida no está a la altura de la misma, con lo que Trespass Against Us termina por ser una creación bienintencionada pero muy irregular. Ello se podría achacar a la inexperiencia de su máximo responsable en el ámbito de los largometrajes de ficción...»


    En esta línea, si bien el filme no duda en hacer hincapié en que es su propio entorno inmediato el primero en poner palos en las ruedas a los esfuerzos de regeneración de Chad (esa «mala educación» recibida desde la más tierna infancia), pronto se evidencia que la gente «respetable» poco o nada quieren saber de alguien marcado con el estigma de la marginalidad sistemática. Al respecto, deviene reveladora la secuencia en la que un acomodado terrateniente se niega a venderle un cachorro de la camada de su perra a Chad porque es un animal con pedigrí, mientras que el protagonista, en cambio, no sabe leer ni escribir: un símbolo de que muchos seres humanos ni siquiera reciben la consideración como tales solamente por su pobreza o su incultura. Dicho esto, conviene señalar que la plasmación última de tan loable punto de partida no está a la altura de la misma, con lo que Trespass Against Us termina por ser una creación bienintencionada pero muy irregular. Ello se podría achacar a la inexperiencia de su máximo responsable en el ámbito de los largometrajes de ficción, pues hasta el momento la carrera de Smith se adscribe a la realización en televisión, en publicidad y en el ámbito de los videoclips, además de ser responsable del documental The Chemical Brothers: Don’t Think (2012), dedicado al famoso dúo de música electrónica. El problema de la pieza, sin embargo, va más allá y se vincula a un cierto momento de impasse de la crítica social en el ámbito del séptimo arte, que con el neorrealismo pareció encontrar su medio de expresión idóneo y que por ello siguió empleando el verismo narrativo hasta llegar a propuestas cuya estética bebe del documentalismo (v. gr. la filmografía de los hermanos Dardenne, la Nueva Ola Iraní o Rumana, la obra de Laurent Cantent o Ken Loach, etc.). Puesto que en las islas Británicas hay una amplia tradición de cine de denuncia, no es de extrañar que haya sido en ellas donde, en la transición del siglo XX al XXI, hayan surgido un variado número de voces con la voluntad de emplear nuevas formas para exponer historias de contenido social. Michael Winterbottom, Mike Leigh, Stephen Daldry, Peter Cattaneo, Mark Herman, Shane Meadows o Andrea Arnold, entre otros, han hecho su particular incursión en temas sociales empleando recursos estilísticos generalmente alejados de este tipo de películas.

    «La resolución de Trespass Against Us es lo peor de la propuesta, y uno no sabe si esta inadecuada secuencia final responde a una errónea manera de defender a los humildes, a la reticencia del autor de caer en la desesperanza, o al temor de los productores de espantar al público si se daba el puñetazo sobre la mesa que, por mera coherencia y verosimilitud, el final del filme exigía».


    Es muy probable que el propósito de Smith fuera, pues, imprimirle al relato un tono diferente y refrescante, que mitigara los momentos de desgarro emocional o de alegato sociopolítico, lo que explicaría la mezcla que Trespass Against Us practica entre el drama intimista y el thriller. Irónicamente, mientras los momentos de acción se resuelven con sobrada eficacia, gracias al dinamismo de la realización, que opta por una cámara en movimiento y un montaje en corto y acelerado, son aquellas escenas de mayor enjundia temática las que fracasan estrepitosamente. Porque la emoción no se transmite a fuerza de la calidad interpretativa del elenco actoral o de copiar clichés discursivos del cine independiente de Hollywood –citemos aquí la preeminencia de la música de qualité (a cargo de The Chemical Brothers) o el exceso de brillo en la fotografía (a cargo de Eduard Grau)–. Para colmo de males, aunque el guion de Alastair Siddons no carece de buenas líneas de diálogo ni de instantes tan certeros como tristes, algunos personajes son esquemáticos y maniqueos (véase el interpretado por Rory Kinnear) y tampoco destaca precisamente por su originalidad. Lo peor del caso, empero, es la manera en la que el desenlace argumental, cargado de pesimismo, se diluye por culpa de un preciosismo visual completamente inapropiado, que llega casi hasta caer en lo ridículo por mor de unas notas épicas que van en contra de todo lo narrado. En verdad, la resolución de Trespass Against Us es lo peor de la propuesta, y uno no sabe si esta inadecuada secuencia final responde a una errónea manera de defender a los humildes, a la reticencia del autor de caer en la desesperanza, o al temor de los productores de espantar al público si se daba el puñetazo sobre la mesa que, por mera coherencia y verosimilitud, el final del filme exigía. En cualquier caso, es una pena porque Trespass Against Us desperdicia todas la oportunidades que atesora: desde su reflexión sobre la influencia de la educación en la formación del carácter de las personas –lo que la enlazaría con cintas como Cero en conducta (1933) de Jean Vigo o Precious (2009) de Lee Daniels –hasta los mecanismos del sistema, y aun del antisistema, para evitar la libertad individual –lo que enlazaría con cintas como Atrapado por su pasado (1993) de Brian De Palma o De latir, mi corazón se ha parado (2005) de Jacques Audiard–. Al final, poco queda para recordar en una pieza que merece atención o simpatía por motivos esencialmente extrafílmicos. | ★★ |


    Elisenda N. Frisach
    © Revista EAM / Barcelona


    Ficha técnica
    Reino Unido, 2016. 99 minutos. Título original: Trespass Against Us. Director: Adam Smith. Guion: Alastair Siddons. Fotografía: Eduard Grau. Música: The Chemical Brothers. Productora: Potboiler Productions/Films4/Albert Granville/DMC Film. Diseño de producción: Nick Palmer. Dirección artística: Andrea Matheson. Edición: Kristina Hetherington y Jake Roberts. Intérpretes: Michael Fassbender, Brendan Gleeson, Lyndsey Marshal, Georgie Smith, Rory Kinnear, Killian Scott, Sean Harris, Kingsley Ben-Adir, Kacie Anderson, Gerard Kearns, Tony Way, Barry Keoghan, Ezra Khan, Anastasia Hille, Alan Williams, Peter Wight, Mark Lewis Jones, Anna Calder-Marshall.


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