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    Crítica | El nacimiento de una nación

    The Birth of a Nation

    Un profeta

    crítica ★★ de El nacimiento de una nación (The Birth of a Nation, Nate Parker, Estados Unidos, 2016).

    Una mirada no demasiado profunda sobre la Biblia —entendida siempre como lo que es: nada más allá de una obra literaria de gran influencia sobre la cultura popular— permitirá, entre muchas otras apreciaciones y conclusiones, reparar en la marcada diferenciación que se hace sobre el carácter de dios entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. El dios presentado en los 39 libros obra siempre bajo un impulso aleccionador, a través de lo que hoy en día, según la terminología psicopedagógica, podría denominarse eufemísticamente como “refuerzo negativo”. Las lecciones morales que el lector y el oficiante de la catequesis observan en, por ejemplo, la desobediencia de mujer de Lot, es la inevitable consecuencia natural de un comportamiento censurable. En la célebre salmodia del implacable Jules —que, por cierto, fue ideada ad-hoc—, en una de las tomas de Pulp fiction (Quentin Tarantino, 1994), convertidas hoy en iconos pop, la promesa del castigo aleccionador cumplida con plomo ofrecía una suerte de paternalismo inscrito en el horror medieval de la Santa Inquisición. ¿Quién duda hoy en día de la eficacia del castigo divino? La esclavitud de los pueblos al servicio del colonialismo durante siglos fue solamente posible gracias al poder de la palabra y al temor ante la ira del dios vengativo. De alguna manera puede pensarse que acaso la rebelión de los oprimidos tampoco habría sido posible sin su reinterpretación. Y, por consiguiente, esta relectura de la obra sacra únicamente podría ejecutarla nada más y nada menos que un profeta. A la altura de Moisés, de Jesucristo.

    Precisamente a causa de estos motivos expuestos, El nacimiento de una nación (2016) abre con un paisaje fundacional: el descubrimiento del profeta. Como sugiere el éxito de su paso por el Festival de Sundance, donde recogió la entusiasta unanimidad del público y la crítica, esta “modesta” película —si prestamos atención a su presupuesto y su aparato infraestructural— provocó una enorme atención preliminar, gracias a su muy particular título. ¿Por qué? El director, guionista, productor y protagonista Nate Parker ejecuta un movimiento similar al de las convenientes interpretaciones de las Sagradas Escrituras, a la hora de modificar los símbolos del opresor. No es mera coincidencia la similitud con aquel grotesco y panfletario prodigio técnico —todo hay que decirlo—, parido hace un siglo por el pionero David Wark Griffith, que ensalzaba la “justa lucha” del patriótico Ku Klux Klan. La obra Parker pretende invertir la polaridad moral del discurso operando de manera análoga. Por lo tanto, como no podría ser de otro modo, la “revisión” de 2016 —como mencionábamos un poco más arriba— dedica sus primeros minutos a la fundación del mito, del hombre como símbolo que fue Nat Turner, personaje real de la Historia Estadounidense y precursor de la lucha racial que llevaría a todo un país a la revolución que acabó desatando la Guerra de Secesión. Las tres marcas de nacimiento en el pecho del pequeño y asustadizo esclavo denotan, sin lugar a dudas, su categoría mesiánica. En medio del horror cotidiano de la explotación algodonera, el pequeño elegido es descubierto leyendo por la patrona blanca, quien decide formarlo en la lectura de la Biblia y exhibirlo como una interesante mascota de feria; rutina que, en los años venideros, repetirá el heredero del linaje blanco, utilizando aquellos dotes de predicador como extintor de revueltas y huelgas por todo el condado de Southampton, a cambio de unas monedas. “El camino del hombre recto está por todos lados rodeado por las injusticias de los egoístas y la tiranía de los hombres malos”, reza la cita de Ezequiel, 25-17, recitada por Samuel L. Jackson. Cada una de las plantaciones alberga cotas inenarrables de barbarie y ultraviolencia, lo cual provoca un efecto directo en la fe del predicador; mas, como el bueno de Job ante la enfermedad y la injusticia, soporta sucesivas atrocidades sin perder el juicio. La ebullición, el punto de fractura acaba llegando con la muerte de su abuela, cuya longevidad en aquel entorno parece acaso obra de una macabra broma de Fortuna. “¡Y os aseguro que vendré a castigar con gran venganza y furiosa cólera a aquellos que pretendan envenenar y destruir a mis hermanos!”, podría proferir furioso un renovado Turner en el momento en que su catarsis justiciera comienza con el implacable exterminio del amo blanco. Una vendetta que lo llevará a un final canonizador. Valga aclarar que no utilizamos las referencias bíblicas en vano; el lenguaje visual, del minuto uno al 120, dirige el ojo del público hacia el mito cristiano y el sacrificio como símbolo, por supuesto, pero también hacia Moisés como brazo ejecutor de los designios de un dios que imparte justicia con el puñal en la mano.

    The Birth of a Nation

    «Un país tan contradictorio en su lucha a favor de los derechos civiles requiere de vez en cuando una llamada de atención en forma de producto digerible, directo, unívoco y frontal».


    Si concebimos El nacimiento de una nación como el ingenioso reverso de un ejercicio propagandístico de apología racista o como una reinterpretación de la profecía bíblica, no podremos, bajo este criterio, achacarle absolutamente nada en cuanto a su maniqueísmo y unidimensionalidad en el tratamiento de algunos de sus personajes. En cuanto el espectador sospecha que, por ejemplo, el patrón Samuel (Armie Hammer) parece cuestionarse semejante brutalidad, el director inmediatamente utiliza recursos técnicos o narrativos para recordar cuál es el “camino del hombre recto” exhibiendo sus debilidades de carácter. Las reminiscencias a La batalla de Argel son más que evidentes. Quien suscribe estas letras opina que, tanto la obra de Gillo Pontecorvo como la de Parker se encuentran inscritas en situaciones sociopolíticas muy determinadas; por lo tanto, resulta prácticamente imposible juzgar la obra sin tener muy en cuenta el discurso político y metacinematográfico al que responde. Puede que el filme que nos ocupa peque de cierto simplismo efectista a la hora de exhibir las motivaciones, los estímulos y el interior del atormentado Nat Turner mediante de secuencias oníricas absolutamente imposibles de interpretar con ambigüedad. Sí. Pero, llegados a este punto, conviene preguntarnos si acaso esto es un error involuntario o parte de una planificación consciente. Si se diese el primer supuesto, acabaríamos tachando El nacimiento de una nación como fallida, obvia y monocromática. Si, por el contrario, sospechamos que la intencionalidad parte de una serie de decisiones premeditadas, es entonces cuando debemos reivindicarla como el puñetazo en la mesa de la agitación social estadounidense. La potencia del cine radica en su accesibilidad, en el magnetismo de su lenguaje para diseminar un mensaje. Acaso un país tan contradictorio en su lucha a favor de los derechos civiles requiere de vez en cuando una llamada de atención en forma de producto digerible, directo, unívoco y frontal. Quién sabe. De la versión de Nate Parker nos quedamos con cuatro o cinco escenas correctas y algunas citas de un guion irregular. Con sincera posibilidad de equivocarnos, podemos llegar a concluir que este no es un largometraje especialmente brillante, ni destacable. Lo que sí está claro es que, en los tiempos que corren, esta es una película indudablemente oportuna. | ★★ |


    Luis Enrique Forero Varela
    © Revista EAM / 54º Festival de Gijón


    Ficha técnica
    Estados Unidos, 2016. Título original: The birth of a nation. Dirección: Nate Parker. Guión: Nate Parker. Fotografía: Elliot Davis. Música: Henry Jackman. Duración: 120 minutos. Productora: Argent Pictures / Bron Studios / Creative Wealth Media Finance / Follow Through Productions / Hit 55 Ventures / Infinity United Entertainment / Juniper Productions / Mandalay Pictures / Novofam Productions / Oster Media / Phantom Four / Point Made Films / Tiny Giant Entertainment. Montaje: Steven Rosenblum. Diseño de produccion: Geoffrey Kirkland. Diseño de vestuario: Francine Jamison-Tanchuck. Intérpretes: Nate Parker, Armie Hammer, Penelope Ann Miller, Jackie Earle Haley, Mark Boone Junior, Colman Domingo, Aunjanue Ellis, Dwight Henry, Aja Naomi King, Esther Scott, Roger Guenveur Smith, Gabrielle Union, Tony Espinosa, Jayson Warner Smith, Jason Stuart, Chiké Okonkwo, Katie Garfield, Kai Norris, Chris Greene, Kevin Harrison Jr. Presentación Oficial: Sundance International Film Festival, 2016. PÓSTER OFICIAL.

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