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    Crítica | Aliados

    Allied

    Alfombras rojas, árabes y moquetas

    crítica de Aliados (Allied, Robert Zemeckis, Estados Unidos, 2016).

    Todo crítico de cine que se precie debería abstraerse de las circunstancias en las que visione una película, para poder juzgarla con criterio sin que elementos propios del pase entorpezcan su narración y visualización. Pero esta máxima sólo se aplica cuando los responsables de exhibir la obra no han interferido en su resultado, ya que entonces pueden desdoblarse las responsabilidades, y en caso contrario la responsabilidad es una: la de la productora, que al fin y al cabo es la que ha permitido que el proyecto saliera adelante. Y, en lo que aquí nos interesa, resulta que la productora es la que tiene la última palabra sobre el doblaje. Aunque la realización haya sido en otro idioma, y por norma es a esa versión a la que debe acudirse para no desperdiciar gran parte de la interpretación de los actores, el ritmo del guion o los propios ajustes de la banda sonora, no está de más hacer una excepción para comprobar lo que tienen que sufrir la mayoría de espectadores de nuestro país que ven el cine doblado, sobre todo si como decíamos el mismo ha recibido el visto bueno de la productora. En la cinta que nos ocupa, Aliados (Allied), tenemos además la fortuna de que aquella, Paramount Pictures, coincide con la distribuidora, por lo que también se le puede achacar el modelo de distribución que haya perpetrado en nuestras fronteras, incluidas las premieres como la que, en el marco de la Madrid Premiere Week, acogió a un servidor y a un compañero para disfrutar con este último filme de Robert Zemeckis, contando además con la presencia de nada menos que Brad Pitt y Marion Cotillard. Empero el lujo que prometía la ocasión se quedó en cutre despropósito por una serie de sucesos que nos atrevemos siquiera a enumerar: el retraso de media hora en la proyección pese a la insistencia del personal de que se cumplirían estrictamente los horarios; el bucle de insoportables anuncios que llenaron la pantalla mientras duraba la espera; su finalidad, una presunta charla inicial de la que sólo se nos hizo partícipes a través de la misma pantalla y que consistió en unas pocas palabras de un Pitt que solo visitó la sala principal; y finalmente la no muy grata sorpresa, porque no medió previo aviso y no tenía mucho sentido dado el público cinéfilo y anglófilo que llenaba las instalaciones, de que el metraje iba a discurrir con un doblaje tan desafortunado.

    Zemeckis y sus estrellas delante y detrás de la cámara trasladan la acción a la Segunda Guerra Mundial, dividiendo la historia en dos decorados principales: Casablanca y Londres, donde los personajes hablan a menudo en su propia lengua o su propio acento, ya sean anglosajones, francófonos o nazis. La chapuza es patente desde los primeros minutos, cuando recién aterrizado en el resplandeciente desierto marroquí el personaje encarnado por Pitt, con el álter ego de Max Vatan, se adentra en un elegante club de la mentada ciudad para reunirse con su coprotagonista a cargo de Marion Cotillard, ahora renombrada Marianne Beauséjour. Por coherencia no valoraremos sus interpretaciones ni esos otros elementos que como decíamos echa por tierra el doblaje. Sí diremos que el primer encuentro de sus miradas ya invoca un auténtico hechizo, el cual sin embargo se deshace en cuanto hablan, pues la voz de Cotillard se mantiene a veces sí y a veces no, mientras que la de Pitt corresponde siempre a su doblador y pierde la gracia que tenía oír al actor norteamericano desenvolverse en francés. Lo peor es con todo lo anterior: cambiar la locución de un mismo personaje, ya que ello rompe la suspensión de incredulidad cuando ésta apenas había tenido tiempo de establecerse. Y cuando gran parte del propósito de Aliados reside en el esfuerzo de ambientación, hasta el punto de que su razón de ser pasa directamente por el homenaje a las películas rodadas en el periodo en el que transcurre, todavía es más importante ese proceso inicial de aclimatación. En otras palabras, el experimentado cineasta de Chicago y su talentoso equipo de fotografía (dirigido por Don Burgess), producción (al mando de Gary Freeman) o arte (de la mano de Anthony Caron-Delion entre otros) se cuidan de recrear un ambiente que, por los susodichos adjetivos, se caracteriza por la ostentación, la gentileza, el elitismo y la apariencia, sea o no ésta premeditadamente engañosa. Pero entonces es esencial lograr un pacto tácito con el espectador para que acepte esas reglas del juego y se deje absorber por ellas: absorción que por lo dicho se difumina pronto y nunca se consolida.

    Allied

    «La historia reduce hasta su núcleo el subgénero de amor en tiempos de guerra, extremando ambas vertientes aun cuando en muchas ocasiones degenere hacia el melodrama más casero, dejando por el camino gran parte de su fascinación belicosa».


    En realidad, dados los referentes a los que apunta esta película, trufada de diálogos tan ingeniosos como primarios gracias a la pluma de Steven Knight, hay cierto componente autorreferencial que podría beneficiarse, aunque fuera por una vía inesperada, de que la cuarta pared deje pronto de existir. En cierta forma, mientras Beauséjour le enseña a Vatan cómo simular ser su marido para llevar a cabo su misión, la de asesinar al embajador alemán en Casablanca; y luego mientras Vatan investiga la verdadera identidad de Beauséjour cuando ambos están ya casados en Londres, al tiempo que aumenta la tensión ante la amenaza de que ella sea una impostora, el espectador nunca puede fiarse del todo de lo que está presenciando. Estamos ante un juego sofisticado que lanza a la platea más guiños que emociones, si bien su carga pasional no puede desdeñarse. Hay así escenas de potencial abrumador como aquella en la que los dos protagonistas sucumben a su atracción mutua mientras permanecen atascados en su coche rodeados por una tormenta de arena. Otra secuencia que pretende incluso mayor vehemencia es la del inevitable parto, ya en la capital inglesa, en concreto en un hospital que está siendo evacuado y bombardeado mientras prosigue la operación sin apenas interrupción. En suma, la historia reduce hasta su núcleo el subgénero de amor en tiempos de guerra, extremando ambas vertientes aun cuando en muchas ocasiones degenere hacia el melodrama más casero, dejando por el camino gran parte de su fascinación belicosa. Por tanto, pese a los mencionados hitos, a medida que avanza el metraje, estos van perdiendo fuelle en lugar de acumularlo, desembocando en un desenlace un tanto anticlimático pese al inherente suspense de la situación, sobre todo por el más que discutible epílogo. Y ello sí traiciona con claridad la intención del filme. Esta evolución provoca entonces que el escenario propio de una superproducción de época se acabe asemejando al cartón piedra de toda la vida, todavía más si recordamos esas circunstancias tan castizas en las que tuvo que acometerse su visionado.


    Ignacio Navarro Mejía
    © Revista EAM / Madrid


    Ficha técnica
    Estados Unidos, 2016. Título original: Allied. Dirección: Robert Zemeckis. Guion: Steven Knight. Productoras: GK Films / ImageMovers / Paramount Pictures. Fotografía: Don Burgess. Montaje: Mick Audsley & Jeremiah O’Driscoll. Música: Alan Silvestri. Diseño de producción: Gary Freeman. Dirección artística: Anthony Caron-Delion, Richard Selway & Tom Still. Decorados: Raffaella Giovannetti. Vestuario: Joanna Johnston. Reparto: Brad Pitt, Marion Cotillard, Jared Harris, Lizzy Caplan, August Diehl, Matthew Goode, Simon McBurney. Duración: 124 minutos. PÓSTER OFICIAL de ALLIED.

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