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    Cine Alemán Siglo XXI

    Entrevista: Wolfgang Becker, director de Good bye, Lenin! & Yo y Kaminski

    Wolfgang Becker

    En el marco del Festival de Cine Alemán hemos tenido la oportunidad de hablar con Wolfgang Becker (Hemer, Westfalia, 1954) a raíz del estreno de Yo y Kaminski (2015), su esperado primer largometraje desde el extraordinario éxito que supuso Good Bye Lenin! (2003). Centrada en la relación entre un aclamado pintor ciego y un periodista en busca de un toque de suerte, la cinta vuelve a contar con el protagonismo del germano-español Daniel Brühl, para el que su primera colaboración con el cineasta supuso un trampolín hacia el estrellato.


    Nos encontramos ante su primer largometraje desde Good Bye Lenin! (2003), nuevamente junto a Daniel Brühl, quien ha pasado de revelación a auténtica estrella, ¿qué diferencias ha percibido en él?

    Al embarcarnos en Yo y Kaminski ambos teníamos diez años más, pero para él, que es mucho más joven, esta década ha supuesto mucho más, claro. De todos modos, él ya llevaba mucho tiempo trabajando en el cine cuando protagonizó Good Bye Lenin!, ya que empezó a los quince años, pero hasta entonces se había limitado a Alemania y tras el éxito de la película su carrera se internacionalizó. Nosotros nos hicimos grandes amigos durante el rodaje de Good Bye Lenin!, con lo que, al enfrentarme al guion de Yo y Kaminski, supe que no quería a nadie más de protagonista. «Si no la haces, no la hago», le dije. Y por suerte aceptó, animado por encarnar a un personaje muy diferente al de nuestra anterior colaboración.

    ¿Qué vio de usted en el libro de Daniel Kehlmann que le llevase a optar por ella una década apartado del largometraje?

    La novela no tiene una historia sensacional, pues es un libro de personaje, y yo estaba interesado en los dos personajes principales, que descubren que de alguna manera son similares. El pintor (Jesper Christensen) es un ejemplo de cómo puedes acabar cuando caminas por la vida sin el cariño de otras personas, pensando sólo en ti y tu trabajo. El periodista (Brühl) es similar, pues, aunque no ha hecho nada relevante todavía, lo desea con todas sus fuerzas. Y entre ambos surge una relación muy especial. Me gusta mucho el personaje que interpreta Geraldine Chaplin, el gran amor de Kaminski que apenas logra recordarlo. Recuerdo con mucho cariño su escena, ya que trabajar con cuatro grandes actores me hizo sentir muy afortunado; teníamos poco tiempo, pero todo marchaba solo.

    ¿Y cómo fue el proceso de adaptación?

    La historia de cómo llegó el libro a mis manos es muy curiosa: yo estaba con Daniel Brühl en Austria promocionando Good Bye Lenin y Daniel Kehlmann me entregó su libro, pero con todo el follón lo olvidé por completo. Sin embargo, volvió a mis manos por casualidad 10 años más tarde. Yo no sabía cuán difícil sería adaptarlo adaptarlo, pues siempre había trabajado con guiones originales; al final, el proceso duró 4 años, de 2012 a 2016. Al tratarse de una historia corta, creo que pude mantener casi todo lo relevante. Hablé con el autor antes y durante el rodaje, pero él no quiso involucrarse, pues es un entusiasta del cine y quería que yo aportase mi visión cinematográfica, no importándole que hiciera mi propia obra. Por suerte, el resultado le ha satisfecho; hasta me ha dicho que es la adaptación de su obra que más le gusta.

    Como si de un libro se tratara, la película está organizada en capítulos…

    Normalmente las historias de personajes tienen tres actos, como las películas, pero esta narración sólo tenía dos. Empecé un borrador basado en esta estructura pero no funcionó, así que empecé de cero con una nueva estructura en ocho capítulos que tuvo la ventaja de poder empezar cada uno con una pintura de Kaminski.

    ¿A quién debemos las bellas transformaciones de las escenas en obras de Kaminski? ¿Cómo se desarrolló el estilo de este autor ficticio?

    Un pintor y yo desarrollamos juntos el estilo de las pinturas de Kaminski a lo largo de su carrera. Hace un par de horas estuve en el Museo Reino Sofía, donde hay un pintor, Francis Picabia, que tiene cinco estilos completamente diferentes a lo largo de su vida. Del mismo modo, las primeras obras de Pablo Picasso son completamente distintas a las últimas, pero si las miras de cerca ves un desarrollo lógico. Nosotros queríamos esto para nuestro pintor imaginario, pero, lo que normalmente conlleva una vida, hubimos de desarrollarlo en un año. Inventarse la obra fue una de las principales dificultades de la producción, pero también muy emocionante. En el libro, Kehlmann no describe la temática ni el estilo de los cuadros; como lector lo aceptas porque te formas tus propias imágenes, pero como director sabía que tenía que enseñar sus obras. Encontrar al pintor fue quizá lo más difícil de la producción (bueno, eso, y cuando la coproducción gala se bajó del barco…). Entrevisté a pintores profesionales, pero descubrí que son un poco autistas: pueden pintar para sí mismos, pero no por encargo. Finalmente di con un escenógrafo capaz de dedicarse a todos los estilos. Se pintaron en torno a 500 cuadros de todas las épocas.

    Aun tratándose de una figura imaginaria, ¿qué referentes reales tiene Kaminski?

    Cuando leí la novela pensé inevitablemente en Balthus, un pintor franco-polaco que murió en Suiza en el 2001 a los 92 años. Su biografía me recordó a Kaminski, con lo que pregunté al autor sobre él… Y me dijo que él también lo había tenido en mente al escribir el libro.

    Además del diseño de producción, la música juega un papel muy relevante, ¿cómo la trabajó?

    A mí me encanta la música; doy mucha importancia a la del final de mis películas porque es la que oigo al entrar al cine tras cada proyección. Tardé mucho en dar con el compositor adecuado, porque me costaba encontrar a alguien que apreciara las mismas composiciones que yo. Finalmente di con el joven Lorenz Dangel. La música fue el último elemento en sumarse a la película, con lo que fue un proceso a contrarreloj que, además, hubo que repetir porque cuando Dangel me enseñó sus primeras ideas, le insté a empezar de cero. Como me gusta tanto la música, tengo muy claro lo que quiero.

    Otro elemento clave de la película es el humor fantástico y casi violento, ¿qué dice del personaje de Daniel Brühl?

    Todos tenemos ataques de agresividad hacía determinadas situaciones: alguien te trata mal y tienes la rápida idea de golpearlo, aunque por supuesto no lo haces… Quise reflejar esa sensación de ansiedad contenida. Esos detalles no están en el libro, pues son muy cinematográficos.

    Tanto Good Bye Lenin! como Yo y Kaminski juegan con la idea del engaño: las mentiras piadosas de un joven a su madre, la duda acerca de la ceguera de un pintor… ¿Qué le interesa de esta idea? 

    Me fascinan los personajes que tienen que lidiar con la falsificación. Muchas son las historias que giran alrededor del tema de inventar historias y pretender ser alguien que no eres. A fin de cuentas, esa es una de las principales características del séptimo arte.

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