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    Crítica | Junun

    Junun

    Lejos del mundanal ruido

    crítica de Junun (Paul Thomas Anderson, EE.UU., 2015).

    En el interior de un monasterio abandonado, situado en el pico más alto de una colina de Jodhpur, un grupo de músicos de lo más pintoresco irrumpe en el espacio físico y sonoro —bajo la desdichada y desdeñosa mirada de las palomas que andaban zureando a sus anchas por el exclusivo enclave— para aprovecharse de la solemnidad acústica que les brinda la fortaleza Mehrangarh, cuyos augustos muros y ventanales ofrecen un insólito estudio de grabación a prueba de contaminación sonora. Entre los intérpretes, en su mayoría provenientes de diferentes regiones de la India, se pueden observar dos figuras que destacan por la palidez de su rostro, una de ellas corresponde al compositor israelí Shye Ben-Tzur y la otra a Jonny Greenwood. El prestigioso director Paul Thomas Anderson decide hacer de la grabación del álbum musical, Junun, su primera incursión en el mundo del documental. Y lo hace como cabría esperar de un transgresor de su talla, recurriendo a la experimentación y aprovechando los recursos que tiene a su alcance pero, por supuesto, no de un modo convencional. Lo primero que nos llama la atención es la posición de Greenwood; el director no sólo deja al virtuoso músico del grupo Radiohead a la misma altura que el resto de desconocidos artistas autóctonos —desconocidos para un público musicalmente inexperto—, sino que parece que lo mantiene deliberadamente en un segundo plano, encargado de hacer unos coros casi inaudibles —aunque no faltos de importancia en la majestuosidad artística global— y limitando sus intervenciones en el escueto diálogo de la cinta para pedir un poco de tiempo antes de retomar la melódica sesión. PTA utiliza a este icono mediático para reducirlo a la categoría de espectador, como si Steve Kerr sentara a Stephen Curry en el banquillo en el partido decisivo, o lo pusiera de pívot: alejándolo de su zona de confort, privándolo de lucirse como el público espera y desea, en beneficio de un espectáculo de experimentación y de impresiones. No se trata de una lucha territorial (Anderson por ser uno de los directores contemporáneos más aclamados y normalmente más estimado que los intérpretes de sus creaciones, y Kerr por seguir albergando un record de triples que peligra con Curry rondando los exteriores de la zona), sino de otra clara muestra de la pericia conceptual y la transgresión que ha llevado al realizador al altar autoral en el que hoy se encuentra.

    Junun se podría definir como el estado de enajenación que produce el amor, y no hay duda de que este docu-musical ha sabido captar la esencia espiritual implícita en un título tan incorpóreo y emocional. Sin utilizar mayores artificios sonoros o visuales que los producidos por los artistas a los que enfoca, la cámara se recrea en cada expresión, en cada sensación experimentada por los protagonistas. La rigurosidad rítmica se podrá encontrar en el propio disco; al realizador lo que le interesa es mostrar precisamente espontaneidad y magia. Por ese motivo no teme a una edición que deje en evidencia un montaje errático e imperfecto, muy alejado da lo que nos tiene acostumbrados con sus sutiles transiciones y planos sin mácula. Rectificaciones de enfoque y profundidad de campo durante una secuencia, cambios de posición del trípode de la cámara sin dejar de filmar… todo ello hace de este trabajo un producto de genuinidad excepcional; aunque por otro lado, también demuestra la insultante facilidad con la que consigue hacer todo lo contrario, gracias a unos precisos y preciosos primeros planos, tomas aéreas y secuencias de una intensidad e iluminación absolutamente cautivadoras. Basado en los preceptos de Wabi-sabi, la obra representa la inmediatez e impermanencia de la belleza efímera, la estética de lo imperfecto, y lo hace sin pretensiones de ningún tipo, incluso con un renovado y manifiesto entusiasmo generado por el éxtasis de la improvisación. Lo único que rompe con esa transitoriedad dhármica es el hecho de la filmación en sí: ese documento gráfico y explícito que recoge aquello que debería desaparecer para siempre con el fin de completar un ciclo perfecto. Por suerte para nosotros, ese ciclo no se cerrará.

    Junun

    «Junun se podría definir como el estado de enajenación que produce el amor, y no hay duda de que este docu-musical ha sabido captar la esencia espiritual implícita en un título tan incorpóreo y emocional».


    En momentos muy puntuales la película rompe con ese intenso misticismo para abandonar las murallas de la imponente fortaleza donde los artistas guardan una reclusión potestativa. Las calles de Jodhpur se encargan de testimoniar el contraste entre la armonía y el estrés latentes entre exterior e interior. Es hora de someterse al histerismo y al frenesí de la gran ciudad para ir a afinar los instrumentos a la tienda de música donde nos encontramos con un viejo conocido; el armonio vuelve a ser protagonista y se le dedican unos merecidos segundos de gloria que nos hacen sonreír mientras recordamos con nostalgia aquella embriaguez de amor que sufrimos en 2002 (Punch Drunk Love). Sin embargo no permaneceremos mucho tiempo expuestos a la polución y al arrítmico sonido de ambiente y, antes de que nos demos cuenta, volveremos al santuario del eclecticismo musical, donde la apesadumbrada y gemebunda cadencia melódica toma tintes electrónicos al ser dramáticamente computerizada. Al mismo tiempo, las comedidas coristas adquieren un toque rebelde y de una potencia lírica tan firme que por momentos nos pareció que teníamos frente a nosotros a la misma Nicki Minaj. Por desgracia, antes de que nos dé tiempo a relajarnos y deleitarnos con el giro conceptual que ha tomado la escena, nos asaltarán indolentes unos títulos de crédito que nos anuncian que ya han transcurrido los 54 minutos de metraje y que actúan como la mejor estrategia de mercadotecnia para ese disco llamado Junun que estaremos deseando adquirir. | ★★★★ |


    Alberto Sáez Villarino
    © Revista EAM / Alicante


    Ficha técnica
    Estados Unidos. 2015. Título original: Junun. Director: Paul Thomas Anderson. Guion: Paul Thomas Anderson. Duración: 54 minutos. Productora: Ghoulardi Film Company. Montaje: Andy Jurgensen. Intérpretes: Jonny Greenwood, Shye Ben Tzur, Aamir Bhiyani, Soheb Bhiyani, Ajaj Damami, Sabir Damami, Hazmat, Bhanwaru Khan, Ehtisham Khan Ajmeri, Nihal Khan, Nathu Lal Solanki, Narsi Lal Solanki, Chugge Khan, Zaki Ali Qawwal, Zakir Ali Qawwal, Afshana Khan, Razia Sultan, Gufran Ali, Shazib Ali, Dara Khan, Asin Khan. Presentación oficial: Festival Internacional de Nueva York 2015.

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