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    Mississippi Grind

    Carretera y Woodford. Destino: Nueva Orleáns

    crítica de Mississippi Grind (Anna Boden & Ryan Fleck, EE.UU. 2015).

    David Simon, el mejor narrador del siglo XXI, nos enseñó el camino… y la meta: Nueva Orleáns. Una de las ciudades con más mística de Norteamérica, cuyo aliciente reside en lo que fue y en su rica herencia musical. El exreportero de The Baltimore Sun nos hace recorrer las entrañas de una ciudad marcada por su decadencia, el escaso celo de las instituciones por su legado cultural y un huracán que mostró las vergüenzas del país más potente del mundo. Con Laddona, David, la abogada Tony o Antoine Batiste vivimos en The Crescent City durante cuatro magníficas temporadas. Nueva Orleáns es el destino, por el romanticismo que evoca la literaria construcción que, los que nunca estuvimos allí, nos hacemos de su geografía y sus gentes. Cinematográficamente hablando es la ciudad de Marlon Brando en Un tranvía llamado deseo (1951) y de la poética de la derrota de The Cincinnati Kid (1965). ¿Quién no querría pasear por sus calles? A esta urbe del Delta del Mississippi, precisamente, querían llegar los directores Anna Boden y Ryan Fleck. Se puede afirmar que en cierto modo lo consiguen, al menos de forma geográfica. Pero se quedan lejos de una evocación tan trascendente como la de Simon (lógico). Mississippi Grind tiene los ingredientes perfectos para los amantes del atlas de la esencia Americana: dos gamblers, uno guapo y atractivo y el otro feo y endeudado, se conocen en una partida de póquer y hacen migas. Ryan Reynolds hace las veces de vividor capaz de encantar a una serpiente y Ben Mendelsohn no deja de ser un ludópata capaz de vender a su propia madre con tal de jugar otra mano. Una pareja que no duda en coger carretera para jugar la partida de sus vidas. Un dueto de bohemios de tragaperras y escaleras de color.

    El tándem de realizadores formado por Fleck y Boden resuena como un eco en nuestra memoria. Casi desaparecidos desde hace nueve años, cuando estrenaron la meritoria Half Nelson (2008). Una rosa con espinas que le valió a Gosling su primera y única nominación a los premios de la Academia. Aquel retrato de un profesor de instituto enganchado a las drogas los situó en el punto de mira de la industria. Quisieron aislarse del foco mediático y muchos les perdimos de vista. En esta ocasión, sin embargo, el perfil bajo que venían guardando desde hace algo más de un lustro se vio alterado por la presencia de los citados Ryan Reynolds y Ben Mendelsohn. Ambos dan vida a unos personajes muy bien construidos, angulosos, especialmente Gerry (Mendelsohn). Como si de cerrar un círculo creativo estuviesen tratando, la adicción vuelve a tener un papel destacado en este trabajo. Con menos acierto y peor juicio que en Half Nelson, abusando del tópico. Vicio que, paradójicamente, solo afecta a la historia pero no a los personajes. Sin duda la caracterización y el desarrollo de los protagonistas constituyen una de las principales virtudes de la película, amén de su envolvente ambientación. En eso juega un factor clave la banda sonora; enriquecida con los mejores temas de la tradición popular norteamericana. Una vez que Reynolds se deshace del odioso casete que enumera las 100 claves para ganar una partida de póquer, los directores nos hacen cruzar el horizonte al ritmo de Paul Jones, James Hand, Big Bill Bronzy, Furry Lewis… Componentes que nos trasportan a una atmósfera a la que muchos ya estamos predispuestos. Desafortunadamente con todo preparado y orquestado para que el espectador sucumba a la explosión de la América de carretera el detonador se para; para cuando se vuelve a poner en marcha la pólvora está mojada. Un final inesperado y un una retahíla de temazos consiguen, al menos, reconciliarnos con una película de ambiciones humildes. 

    Mississippi Grind

    «La caracterización y el desarrollo de los protagonistas constituyen una de las principales virtudes de la película, amén de su envolvente ambientación. En eso juega un factor clave la banda sonora; enriquecida con los mejores temas de la tradición popular norteamericana».


    A la hora de sintetizar en unas cuantas líneas una evaluación personal sobre una película la mayor parte del juicio responde a percepciones subjetivas de variables objetivas. El hecho de que Mississippi Grind resulte ser una cinta disfrutable y estimable no deja de ser una apreciación subjetiva de una obra que se podría entender como malograda a tenor de lo que podría haber sido. Los realizadores cometen algunos errores. Se equivocan con el ritmo narrativo y en el subrayado dramático de la relación de Gerry (el ludópata) con su familia. Sirva como ejemplo la secuencia de la visita a su exmujer, totalmente innecesaria por obvia y en exceso melodramática. Pero hay que subrayar que conviene valorarla en función de sus ambiciones. Es un trabajo honesto, permeable a muchísimas influencias genéricas. No solo es una road movie, contiene también todos los ingredientes de un buddy film, salvando las (inconmensurables) distancias, como ocurre con obras universales como El Quijote. La amistad que se traba entre los dos intérpretes es una forma de ensalzar los valores de la camaradería, al punto de llevar la ética de la misma hasta el mismísimo final; que sin duda supone un cántico pasional a la lealtad entre hombres, algo tan extendido en la cultura popular occidental. A su vez, tampoco es una película que trate exclusivamente sobre el juego, no es Rounders (1998) ni la citada The Cincinnati Kid. No es casualidad que la cámara se centre en las caras y los gestos de los jugadores y nunca en la mano que están jugando. El objetivo navega por la superficie de los rostros contándonos más sobre la partida que si hubiesen enfocado una pareja de color. Una manera muy inteligente de resaltar el estudio de personajes sobre la rimbombancia del blackjack y el póquer. Tampoco se erige como una obra con un discurso moralista sobre la ludopatía, inclusive podemos alegar que la redención se encuentra a través del azar, de la adrenalina de jugarse todo un par de dados. Eso nos conduce a valorarla, en definitiva, más como una película sobre la amistad, las diatribas personales, la liberación y un viaje a nuestras fronteras íntimas. No es una de las películas del año, lejos de Half Nelson o de cualquier road movie liberadora o crepuscular, pero te regala un puñado de canciones, el sabor de un Woodford y el anhelo de pisar Nueva Orleáns. No es poco. | ★★★ |


    Andrés Tallón Castro
    © Revista EAM / Madrid


    Ficha técnica
    Estados Unidos. 2015. Título: Mississippi Grind. Director: Anna Boden, Ryan Fleck. Guion: Anna Boden, Ryan Fleck. Productoras: Sycamore Pictures / Electric City Entertainment. Preestreno: Festival de Sundance 2015. Fotografía: Andrij Parekh. Música: Scott Bomar. Vestuario: Abby O'Sullivan. Reparto: Ryan Reynolds, Ben Mendelsohn, Sienna Miller, Analeigh Tipton, Robin Weigert, Alfre Woodard, Stephanie Honoré, Jane McNeill, Indigo, Teri Wyble, Wes Lagarde, Vanessa Cloke, Hunter Burke, Christopher Heskey, Jason Davis.

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