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    Cine Alemán Siglo XXI

    Cineclub | Los goonies (1985)

    Los goonies

    El niño que siempre llevaremos dentro

    Los goonies (The Goonies, Richard Donner, 1985).

    Si hubo una época realmente gloriosa para el cine más aventurero y la fantasía en estado puro, esa fue la nostálgica década de los ochenta. Un nombre que fue clave en este periodo fue el del director, guionista y productor Steven Spielberg que, al mismo tiempo que realizaba excelentes espectáculos del tipo En busca del arca perdida (1981), E.T., el extraterrestre (1982) o Indiana Jones y el templo maldito (1984), estuvo detrás de exitosos proyectos como Gremlins (Joe Dante, 1984), Regreso al futuro (Robert Zemeckis, 1985) o El secreto de la pirámide (Barry Levinson, 1985) que, estando dirigidos por otras personas, tenían su impronta visual de calidad en cada fotograma. Una de las obras más celebradas popularmente de esta corriente ochentera fue Los goonies (1985), una divertida y emocionante aventura juvenil que se convirtió en la gran abanderada de los niños que nacieron a mediados de los 70 y principios de los 80, y, para los que, sin duda, adquiere un plus de valor sentimental. Este año se cumplen 30 años desde su estreno y lo cierto es que mantiene todo su encanto intacto, así como un aspecto visual envidiable, doblemente meritorio al no existir por aquel entonces los sofisticados efectos especiales de la actualidad, que obligaban a que el trabajo fuese mucho más artesanal y laborioso.

    Al igual que hiciera en la terrorífica Poltergeist (Tobe Hooper, 1982), Steven Spielberg urdió la historia a la que Chris Columbus —luego director de taquillazos como Solo en casa (1990) o Señora Doubtfire (1993)— dio forma en su guion de Los goonies. El encargado de dirigirla fue Richard Donner, un cineasta que había demostrado un excelente sentido del espectáculo en éxitos como La profecía (1976) o Superman (1978), convertidos además en dos auténticos clásicos del cine. Un presupuesto bastante generoso para la época (19 millones de dólares) y la seguridad de contar con el Rey Midas de Hollywood en la producción (y montaje, aunque no estuviese acreditado), fueron dos armas sobre las que se construyó este pequeño clásico que resultó todo un triunfo al amasar más de 61 millones de dólares de recaudación en todo el mundo. El argumento de Los goonies es (y ahí radica gran parte de su efectividad) de lo más simple. La acción arranca en un pequeño e idílico pueblo costero de EE.UU. —la cinta está íntegramente rodada en Astoria (Oregón)—, donde unos promotores inmobiliarios sin escrúpulos están a punto de expulsar a todos los vecinos de sus hogares para construir un campo de golf. Un grupo de niños, amigos desde la infancia, se disponen a pasar su último fin de semana juntos antes de tomar caminos diferentes con sus respectivas familias en diferentes puntos de la geografía. Se hacen llamar “los goonies” y son todo lo excéntricos, alegres y fantasiosos que pudieran ser los chicos de aquellos años. Es una tarde lluviosa de otoño y no se les ocurre otra cosa que investigar entre los trastos viejos que los padres de Mikey guardan en el desván antes de que vayan a parar a un museo. Es allí donde aparece, como por arte de magia, un viejo mapa del tesoro que data de 1632 y parece indicar la situación del botín de rubíes, esmeraldas y diamantes del pirata Willy el Tuerto, desaparecido junto a la tripulación de su barco “El Infierno” en su huida de la armada del rey de Inglaterra. Ni cortos ni perezosos, los protagonistas se embarcan en la aventura de su vida con la intención de encontrar unas riquezas que serían la última oportunidad de salvar su pueblo y mantenerles unidos.

    Los goonies

    Trabajar rodeado de actores infantiles no fue un trago fácil para Donner, que, al contrario que Spielberg, no estaba demasiado acostumbrado a lidiar con ellos (a excepción del pequeño Harvey Stephens en La profecía, que, según recuerda, era casi tan maligno como el propio Damien) pero lo cierto es que la elección de éstos no pudo ser más acertada y todos y cada uno de ellos estuvieron perfectos en sus papeles. El guion supo darle suficiente entidad y unos rasgos diferenciales a cada uno de sus goonies. Mikey (Sean Astin) es un niño de 13 años, aparentemente débil y enfermizo, siempre pegado a su inhalador contra el asma, pero con alma de líder, un rol muy en la linea del Elliot que encarnara Henry Thomas en E.T., el extraterrestre. Su hermano mayor, Brand (Josh Brolin), encarnaría al típico guaperas deportista por el que suspira la coqueta reina de las animadoras Andy (Kerri Green). La amiga de ésta, Stef (Martha Plimpton), es, en cambio, el típico patito feo y el miembro más práctico y cabal de la pandilla. Bocazas —Corey Feldman en un personaje similar al que desempeñara un año después en la maravillosa Cuenta conmigo (Rob Reiner, 1986)— es el bromista y alocado del grupo, mientras que Data —Jonathan Ke Quan, el niño oriental que acompañó a Harrison Ford en Indiana Jones y el templo maldito— es todo un fenómeno que diseña multitud de inventos y gadgets que esconde en su enigmática gabardina. El grupo lo completa Gordi (Jeff Cohen), que, con sus kilitos de más, se caracteriza por su insaciable apetito e innata habilidad para romper todo lo que cae en sus manos. De la conexión que se estableciera entre estos chicos dependería el éxito de Los goonies como gran ensalzamiento de la amistad y la camaradería que fue. Desde el primer momento, la química fluyó de manera casi mágica y el rodaje fue todo un juego para sus intérpretes, con visitas de Michael Jackson al set o una intervención en el videoclip del tema musical The Goonies ´R´Good Enough, cantado por la estrella del pop Cyndi Lauper, incluidas.

    La película comienza con una trepidante persecución automovilística donde la policía persigue a los Fratelli, una familia de peligrosos delincuentes formada por la madre (y cabecilla de la banda) y sus dos ineptos hijos. Es evidente que el guionista se inspiró en la legendaria criminal de principios del siglo XX Kate Barker y su prole, aquellos en los que se basó aquel pequeño clásico de la serie B de Roger Corman titulado Mamá sangrienta (1970), aunque en el filme de Donner se suavice su violento modus operandi, convirtiendo a los villanos de la historia en unas caricaturas que recuerdan más al Lex Luthor que Gene Hackman inmortalizara en Superman. Anne Ramsey estuvo genial como Mamá Fratelli, un rol de anciana con muy malas pulgas que se le daba de fábula y volvería a repetir en la comedia negra Tira a mamá del tren (Danny DeVito, 1987). Por azares del destino, el camino de los goonies y el de los Fratelli se cruzan en su búsqueda de las joyas que, décadas antes, intentó hallar sin éxito el buscador de tesoros Chester Copperpot, desaparecido en el intento. En la playa de las tres rocas comienza así una vibrante aventura que cuenta con todos los ingredientes con los que el público juvenil construiría el mejor de sus sueños: cuevas inhóspitas plagadas de trampas, toboganes de agua, pasadizos secretos poblados de murciélagos y plagados de trampas tales como un puente levadizo que únicamente se abre si tocas los acordes exactos en un piano construido de huesos y en donde una nota incorrecta hace que el suelo desaparezca bajo tus pies, o la aparición del espectacular barco pirata de Willy el Tuerto. Este alucinante viaje, con apariencia de parque temático, también les sirve a los muchachos para entablar una nueva y entrañable amistad con Slot, el tercer hermano Fratelli, de aspecto deforme y maltratado por la familia (su camiseta con el logo de Superman fue un celebrado guiño al anterior éxito de Donner), tener las primeras experiencias con el sexo opuesto (encantador el momento del beso a oscuras ante una cascada entre Andy y el pequeño Mikey, al que ella confunde con su hermano mayor) y, sobre todo, fortalecer sus lazos de amistad.

    Los goonies

    Títulos posteriores como ese apañadísimo homenaje a los monstruos de la Universal que fue Una pandilla alucinante (Fred Dekker), la española Héroes (Pau Freixas, 2010) o, sin ir más lejos, el más cercano en el tiempo Super 8 (J.J. Abrams, 2011), beben claramente de Los goonies y su spielbergiana manera, atemporal y sin prejuicios, de entender el cine como espectáculo.


    Los goonies, a pesar de sus tres décadas de vida, continúa siendo un ejemplo perfecto de lo que debe ser un entretenimiento para toda la familia de calidad, lo suficientemente simpático y rebosante de humor —momentos como el de Bocazas traduciendo (muy libremente) las instrucciones de la madre de Mikey a la escandalizada asistenta o el interrogatorio de los Fratelli a Gordi, donde éste les cuenta toda su vida (con anécdotas de la propia infancia de Spielberg), son divertidísimos— para engatusar a los más pequeños y lo bastante inteligente y bien filmado (la elaboradísima dirección artística, sus asombrosos efectos especiales, la jovial y aventurera partitura musical de Dave Grusin y un magnífico trabajo de fotografía de Nick McLean son algunos de sus aspectos técnicos más impecables) como para que los padres tampoco se aburran. Todo ello sin prescindir de ciertos apuntes sentimentales tan típicos de la obra de su productor —la emotiva escena de Mikey ante el esqueleto de Willy el Tuerto, confesándole lo mucho que se identifica con él por su “tara” ante la asombrada mirada de sus amigos es buena muestra de ello— que, en esta ocasión, nunca llegan a caer en lo ñoño. Títulos posteriores como ese apañadísimo homenaje a los monstruos de la Universal que fue Una pandilla alucinante (Fred Dekker), la española Héroes (Pau Freixas, 2010) o, sin ir más lejos, el más cercano en el tiempo Super 8 (J.J. Abrams, 2011), beben claramente de Los goonies y su spielbergiana manera, atemporal y sin prejuicios, de entender el cine como espectáculo. Recientemente, Richard Donner ha dejado entrever que el rodaje de una posible secuela de este maravilloso clásico está cada vez más cerca, creando sentimientos encontrados en los que disfrutamos del original en cada nuevo visionado. Por una parte, nos encantaría volver a ver a ese grupo de amigos unido y saber qué ha sido de sus vidas después de haber salvado sus hogares con las joyas que consiguieron guardar en la bolsa de las canicas. Pero, amargamente, tal vez sea mejor quedarse con el recuerdo del pasado y no dañar la imagen tan poderosa que todos guardamos de Los goonies, aquella emblemática pandilla ochentera a la que cualquier niño de la época hubiera deseado pertenecer.


    José Antonio Martín León
    © Revista EAM / Madrid


    Ficha técnica
    Estados Unidos. 1985. Título original: The Goonies. Director: Richard Donner. Guion: Chris Columbus (Historia: Steven Spielberg). Productores: Harvey Bernhard, Richard Donner, Kathleen Kennedy, Fran k Marshall, Steven Spielberg. Productoras: Amblin Entertainment / Warner Bros. Pictures. Fotografía: Nick McLean. Música: Dave Grusin. Montaje: Michael Kahn, Steven Spielberg. Dirección artística: Rick Carter. Reparto: Sean Astin, Josh Brolin, Jeff Cohen, Corey Feldman, Kerri Green, Martha Plimpton, Jonathan Ke Quan, Anne Ramsey, John Matuszak, Robert Davi, Joe Pantoliano.




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