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    Entrevista | Oliver Haffner

    Oliver Haffner

    En el marco del Festival de Cine Alemán, charlamos con el risueño Oliver Haffner, que estudió políticas y probó suerte en el teatro antes de embarcarse en su vocación definitiva: el Séptimo Arte. Tras Mein Leben im Off (2010) llega Un regalo de los dioses (2014), por la que fue reconocido en el Festival de Múnich con el Premio del Público, un galardón muy apropiado considerando el carácter amable de un filme dispuesto a recordarnos que no toda Alemania vive dentro de los parámetros establecidos.


    ¿Es su primera vez en este festival? ¿Lo conocía con anterioridad?

    Lo conocía y me puse muy contento cuando me llamaron para participar. Es mi primera vez y también en Madrid. Me gusta mucho, no tenía idea de cómo era y estoy muy sorprendido por lo abierta que es la gente. El ambiente no es demasiado rápido o ruidoso. Me gustaría venir para escribir mi próximo guion porque hay buena energía creativa aquí.

    ¿Y qué tal encuentra al cine alemán?

    Creo que el cine alemán como tal no existe. Hay muchas formas distintas de hacer películas, también en Alemania. Ahora las cosas están cambiando muy rápido. Hay una nueva generación de jóvenes directores. Pero, por desgracia, sigue existiendo un miedo al cine comercial de calidad, en especial a una buena comedia. Parece que tengas que elegir entre ser serio o ser gracioso en el mal sentido, pero yo prefiero encontrar el equilibrio. Me gusta intentar hacer películas distintas a las típicas.

    Sí, de hecho Un regalo de los dioses recuerda más al cine británico posterior a Full Monty que a la típica película alemana. ¿Tenías esto en mente al crearla?

    Sí, mis héroes cinematográficos están en Inglaterra y Dinamarca. Aunque también en España: ¡Almodóvar es muy importante para mí! Pero sin duda los británicos han sido clave del desarrollo de mi carrera.

    Hablando de su carrera, usted estudió políticas pero terminó dedicándose al cine. ¿Cree que su cine sería el mismo de no haber empezado en ese terreno?

    La política es importante en mi cine. Yo siempre busco el entretenimiento, pero sin olvidar tratar temas importantes a la vez. Decir algo sobre las cosas pequeñas de gente pequeña suele ser una buena forma de reflexionar sobre la situación global.

    ¿Y hay algo en concreto que le guste transmitir película tras película?

    Hay que tener en cuenta que tienes público, con lo que debes trabajar con él en mente. Hoy en día todo es político porque la gente va a sentarse durante dos horas ante tus películas y pensar sobre ellas. Así que hay que tener consciencia de ello. No se trata de manipular, sino de instar a reflexionar.

    ¿Diría que los personajes del filme son una representación de toda Alemania?

    Sí, eso creo. Concretamente del oeste de Alemania, pues los problemas del este son distintos y estoy menos familiarizado con ellos. Pero sí quería dejar claro que no todos los alemanes son como se ven desde fuera.

    Volviendo a sus inicios, pasó de la política al teatro y después al cine. ¿Cómo se siente al cambiar de arte? Indudablemente, Un regalo de los dioses bebe del teatro, no sólo por la temática, sino por la forma de llevarla a cabo…

    Las dos artes son muy diferentes, pero se inspiran mutuamente, En el teatro me gusta tener tiempo para ensayar, probar nuevas opciones. En el cine, cada vez que enciendes la cámara debes confiar en el momento. Y eso es mágico. Es más sensible a la hora de crear, debes confiar más en los actores y esperar que surja la verdad. Debes crear una atmósfera de confianza. Es más atmosférico. Para mí es maravilloso captar un momento que sólo existe una vez, dejando así que dure para siempre.

    Entonces, ¿se queda con el séptimo arte?

    Por el momento, sí. También influye que en el cine me siento libre para contar mis historias. En el teatro no lo hacía y debía interpretar a otros autores. Me gusta crear mis obras desde el principio. Y contar al público mi propia historia.

    ¿Y cómo empezó esta historia en concreto?

    Es un comienzo curioso, de hecho. Yo quería escribir una comedia sobre el teatro. Y a la vez quería hacer un drama sobre gente marginada de la sociedad. No podía elegir qué filme empezar, pero al final me di cuenta de que, en la historia del teatro, los héroes del escenario suelen ser gente especial, gente marginada. Y decidí combinar ambas ideas: contar una historia sobre el teatro en la que la gente deja la oscuridad que habita y toma el primer plano. Así, el escenario se convierte en una metáfora de la vida real.

    ¿Y siempre supo que la protagonista sería una mujer?

    Sí, yo he trabajado antes con Katharina Marie Schubert como protagonista y quería continuar porque me gusta su forma de trabajar. De hecho, escribí el guion con ella en mente. Además es mi amiga y compañera de profesión, pues también es directora.

    ¿Fue difícil dirigir a un director?

    No, porque cuando ella es actriz, se centra en eso. Pero es inteligente y no hay nada mejor que trabajar con actores inteligentes. Katharina tiene un gran instinto para saber cuál es el mejor modo de transmitir cada sentimiento.

    Entonces, ¿podemos esperar más colaboraciones en el futuro?

    Sin duda, pero no en todas mis películas, claro. Cada historia necesita su personaje. Y hay que saber cuál es el intérprete adecuado para cada personaje, para cada historia.


    Entrevista: Juan Roures.
    Imagen: Festival de Cine Alemán de Madrid.


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