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    TV Review | Proof (TNT)

    Proof (TNT)

    Los misterios de la muerte

    crítica a Proof (2015-) | Episodio piloto.

    TNT | EEUU, 2015. Director: Alex Graves. Guión: Rob Bragin. Reparto: Jennifer Beals, David Sutcliffe, Edi Gathegi, Caroline Kaplan, Matthew Modine, Joe Morton, Callum Blue, Annie Thurman, Ava Telek, Gabrielle Rose, Aaron Pearl, Chelah Horsdal, Daniel Jacobsen, Patricia Isaac. Fotografía: Thomas v. Kloss, Bernard Couture. Música: David Buckley.

    La premisa de Proof es atractiva de entrada. Un multimillonario que ha conquistado varias fronteras imposibles contrata a una pragmática cirujana que perdió a su hijo hace un año y sufrió una experiencia cercana a la muerte en un tsunami asiático para que trate de encontrar pruebas sobre la vida (o su ausencia) después de la muerte. Bajo una nueva dirección ejecutiva, TNT está tratando de sacudir su imagen de canal de basic cable de inofensiva programación —en el transcurso de unos meses han cancelado Dallas (2012-2014), Fraklin y Bash (2010-2014) y Perception (2012-2015); y han dado luz verde o segundas temporadas a apuestas más arriesgadas y serializadas— y demostrar que lo de la extraordinaria Southland (2009-2013) no fue un espejismo. Quizá la propuesta de Rob Bragin se situé a medio camino entre ambas variantes, ya que se apunta al estudio de un caso por capítulo en medio de una trama general que se extenderá en nueve entregas más, pero en su arisco personaje protagonista (interpretado por la estupenda Jennifer Beals, actriz capaz de dar credibilidad a lo que le propongan) o la variante emotivo-misteriosa de su enigma central puede estar la clave de diferencia de esta serie. Una historia de médicos que quizá no lo sea tanto, o un dramón con el tema de la pérdida como centro que no tema entrar en lo agresivo de las consecuencias familiares de la misma.

    Bajo la dirección de Alex Graves, director polifacético que se ha encargado de más de un piloto con éxito, Proof empieza y termina de manera circular, siguiendo a Carolyn en su sesión de footing diario por las calles de la ciudad, una manera de desconectar de la intensidad de su trabajo y mantener un cuerpo sano —algo que, según vemos a lo largo del episodio, le preocupa—. En medio de estas carreras sucederá la acción detonante, aquello que la lanza en una nueva trayectoria profesional y personal y que activará la investigación que da el motor dramático a la historia. Carolyn es con quien estamos como espectadores, y sentimos al resto de personajes a través de las interacciones con ella. Su jefe que entiende su brillantez y temperamento, su futuro ex-marido con quien comparte custodia y espacio de trabajo, y especialmente su hija, ante la que no sabe cómo estar relajada. Su comportamiento errático, bajo control por los pelos, es uno de los puntos más interesantes del personaje, en unos tiempos donde todavía existe la preocupación por el factor “agradable” de los personajes femeninos. Solo hay que ver cómo trata al joven doctor que ha decidido acoger bajo su tutela para darse cuenta de ello.

    La investigación comienza al reunirse con el multimillonario Ivan Turing, y despierta el interés de la doctora al hacer seguimiento de uno de los casos y ser manipulada emocionalmente por Turing, con preguntas sobre su hijo muerto y su experiencia en Asia. El creador Rob Bragin plantea el dilema y a través del ejemplo de una niña cuyas experiencias en el otro lado convencen a sus padres, y hacen que también entre en la trama el último personaje protagonista de peso, un médium que escribe un libro sobre su labor y que puede ser un estafador o tener de verdad un don especial. Bragin no se posiciona, aunque el aura de misterio que crea desde la página y que domina la puesta en escena de la serie (con abundancia de un suave tono de azul) hace pensar que vamos a tratar con lo sobrenatural en más de una ocasión a lo largo de la tanda. Proof es un arranque como mínimo interesante, que apunta varios caminos argumentales y que tiene el suficiente empaque como para hacer que volvamos la semana que viene. Es una premisa ambiciosa, de eso no hay duda, y tiene su margen para el ridículo o lo rutinario, pero su dosis de riesgo merece al menos un poco de seguimiento, y su limpio acabado visual termina de redondear la invitación a quedarse. 70/100.

    Adrián González Viña
    © Revista EAM / Sevilla


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