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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica en serie | Outlander (Temporada 1)

    Outlander

    Magia e Historia con inyección de romanticismo

    crítica a Outlander (2014-) | Primera temporada.

    Starz / 1ª temporada: 16 capítulos | EE.UU, 2014, 2015. Creador: Ronald D. Moore, basado en la serie de libros de Diana Gabaldon. Directores: Brian Kelly, Anna Foerster, John Dahl, Mike Barker, Richard Clark, Metin Hüseyin. Guionistas: Ronald D. Moore, Anne Kenney, Matthew B. Roberts, Toni Graphia, Ira Steven Behr. Reparto: Caitriona Balfe, Sam Heughan, Duncan Lacroix, Grant O`Rourkre, Stephen Walters, Tobias Menzies, Graham McTavish, Finn Den Hertog, Bill Paterson, Nell Hudson, Gary Lewis, Lotte Verbeek. Fotografía: Neville Kidd, Martin Fuhrer, David Higgs, Denis Crossan Música: Bear McCreary.

    Es Outlander, adaptación de la primera de las ocho entregas y varios relatos cortos que Diana Gabaldon lleva escribiendo desde 1991, una serie peculiar. Punto de partida de ciencia-ficción, cuento desaforadamente romántico, lección de historia casi interactiva, retrato realista y físico de una época dura y celebración de los placeres de la carne. Una combinación curiosa y explosiva para una trama que comienza en 1945, cuando la enfermera Claire Beachump viaja a Escocia con su marido para reconectar tras el final de la II Guerra Mundial, mientras él investiga su linaje en las Tierras Altas, y a la vez revive la pasión de su relación matrimonial. La protagonista acaba tocando una de las piedras donde horas antes ha visto realizar una ceremonia druida y es transportada en el tiempo a pleno siglo XVIII. Sin más. Sin piruetas visuales ni explicaciones (no las habrá en el resto de la temporada). Solo una nueva y desconcertante situación, y la rápida capacidad de adaptación de Claire (estupenda Caitriona Balfe) a sus aterradoras circunstancias. Estamos, claro está, ante uno de esos arranques que requieren que el espectador simplemente lo acepte para poder disfrutar de la historia. De hecho, en apenas un par de episodios ya no está tan presente esa premisa en la mente de la audiencia, porque suceden tal cantidad de cosas por capítulo que en 16 entregas parece que estén concentradas varias temporadas. Pocas series aprovechan tanto sus 58 minutos de rigor por capítulo para hacer que la trama avance, siendo el ejemplo perfecto de esto The Search (1.14), una lección de cómo administrar el metraje y jugar con los convencionalismos de la ficción seriada.

    Aunque ese expeditivo uso del metraje también tiene su parte negativa, y es que a veces uno acaba agotado tras ver un episodio de Outlander. La cantidad de cosas que suceden y el baile de personajes y lealtades acaban creando una cierta confusión, a la que tampoco ha beneficiado la segmentación en dos partes de la tanda. Ocho capítulos emitidos entre agosto y septiembre de 2014 y los ocho siguientes entre abril y mayo de 2015. La orden de episodios más grande que Starz ha dado a una serie hasta la fecha, y una estrategia de marketing que se entiende al saber de esta división. Ha funcionado muy bien en audiencia, pero ¿lo ha hecho creativamente? Quizás es por los siete meses de distancia entre Both Sides Now (1.8) y The Reckoning (1.9), pero la segunda mitad ha sido más aturullada y algunos personajes parecen cambiados a capricho (Geillis, Dougal). Vista como un todo, la temporada ha sido irregular aunque notable, combatiendo esas duraciones con muchas ideas interesantes y momentos cumbre. Una exitosa combinación de intimismo con espectacularidad, de peligro y ternura. Lo dicho, Outlander es una serie peculiar.

    Outlander

    Un producto que, gracias a la libertad de una cadena como Starz, no tiene apenas límites en la representación de la violencia y/o el sexo, algo bastante importante para la historia aquí contada. La barbarie de una época como ésta y la carnalidad de los encuentros sexuales, pura voracidad, son recogidas con un verismo loable, tanto para lo bueno como para lo malo. Hay pasajes de la tanda que de tan violentos o crudos rozan lo insoportable, pero también un tratamiento naturalista de la desnudez y las escenas de sexo que hacen que la historia no se pueda acusar de falsaria. Ayuda, y mucho, un reparto poco conocido cuyos rasgos les permiten pasar por gente que vivió hace siglos. Un conjunto de intérpretes eficaces donde destaca casi por necesidad Tobias Menzies en su doble papel de Frank Randall (marido de Claire) y su antepasado el temible capitán Jack Randall, el gran villano de la historia cuya maldad supera lo previsto y espolea debates sobre el concepto de sadismo. Una idea de casting brillante por parte del creador Ronald D. Moore, y que permite el lucimiento de un actor sin miedos, capaz de conjurar ternura y bestialidad en función de su peinado. La confusión que despierta en Claire es la misma que despierta en nosotros, espectadores con algo más de ventaja pero que a su vez respondemos ante lo que Moore y sus guionistas tienen planeado y van ejecutando paso a paso, sumiéndonos en el desconcierto en más de una ocasión.

    El punto de vista es algo clave en Outlander, ya que –con la excepción de las partes de 1945 donde vemos que a Frank tras la desaparición de su esposa– las escenas se cuentan desde la perspectiva de Claire. Ella es nuestro punto de entrada y la mirada con la que observamos y descubrimos cada aspecto de Escocia en 1743. Su frecuente voz en off nos guía y reflexiona sobre la insólita situación en que se encuentra, un recurso muchas veces mal usado pero aquí necesario, porque ese monólogo interior aumenta la empatía, si hiciera falta. Y no solo es que sea una concesión (se explican las subtramas mejor de esa forma) sino que la mujer no puede hablar con nadie de lo que le pasa, no puede compartir sus impresiones por miedo a la hoguera. Un miedo que acaba siendo real en el estupendo The Devil`s Mark (1.11), donde Claire y uno de los personajes más interesantes de la serie, la curiosa Geillis (excelente Lotte Verbeek), son juzgadas por brujería como parte de una trampa y se da más de una revelación vital, relacionada con el concepto de los viajes en el tiempo. Esa visión metafóricamente monocular de los hechos hacen que Outlander tenga un marcado carácter femenino, ya que la modernidad de la mujer de 1945 funciona en constante oposición con la del grupo de hombres que la salvan de ser violada –el primero de varios intentos– por la utilidad de su formación médica. Esa mirada femenina, en la mejor acepción del término, entronca con el intenso romanticismo de la serie y hace que la tosquedad dé paso a la sensibilidad en el tratamiento de los temas, sin ahorrarnos si toca ningún momento de impacto. Eso sí, desde que Claire y Jaime cruzan miradas, se graba a fuego en sus frentes la cuenta atrás hasta el romance y el sexo, sin estar claro exactamente en qué orden van a llegar estos.

    Outlander

    «Outlander tiene algunos problemas que solucionar. Es imperativo una mejor regulación de lo contado y que Starz no separe tanto, o en absoluto, la segunda. Pero es difícil encontrar una serie que ofrezca lo que ésta ofrece, y ese toque de distinción hace que valga la pena».


    La irregularidad ya destacada hace que, como se ha podido comprobar, la tanda funcione a veces como un conjunto de episodios que alterna algunos destacables como otros más flojos y no como un Todo compacto que cuenta una única historia. El interés queda entonces desregulado, tanto dentro del proyecto como para cada miembro de la audiencia (a veces las lecciones de historia son algo farragosas). Aunque se nota que los responsables tienen un buen número de horas televisivas a sus espaldas, de ahí que planeen las subtramas como lo hacen, teniendo en cuenta anticipación y distribución de los personajes. Así, pueden jugar con los tiempos, permitirse pasar un capítulo en una única acción o usar otro para contar varias semanas. El mismo desenlace de la temporada, absolutamente brutal y destinado a levantar ampollas, construye hacia delante y hacia detrás en el tiempo una situación tensa y dura como pocas para culminar en un clímax donde pueda ganar el amor y nuestra pareja protagonista navegue hacia una nueva vida. Outlander tiene algunos problemas que solucionar. Es imperativo una mejor regulación de lo contado y que Starz no separe tanto, o en absoluto, la segunda. Pero es difícil encontrar una serie que ofrezca lo que ésta ofrece, y ese toque de distinción hace que valga la pena. Próxima parada: París. | |

    Adrián González Viña
    Redacción Sevilla



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