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    Crítica | Clan salvaje

    Clan salvaje

    Una noche de película

    crítica a Clan salvaje (Manges tes morts, Jean-Charles Hue, 2014) / ★★★

    Es difícil que una película te sorprenda tras descifrar con más o menos certeza cuál va a ser su argumento, viendo las pistas que sus responsables van dando. Clan salvaje lo logra, y de verdad que no lo parecía. Los primeros quince/veinte minutos son puro déjà vu respecto a un tipo de cine que con estas formas ya no parece tener mucho nuevo que contar, que describe el estilo de vida de un grupo étnico marginado (los Yeniches en este caso), usando actores no profesionales y que documenta la salida de un personaje de la cárcel, algo que algunos personajes están esperando con ganas y ante lo que otros expresan su preocupación. En esta historia es el hermanastro de Jason, que queda libre tras una condena de 15 años y sin mostrar un atisbo de cambio en su inestable personalidad, a tenor de lo que dicen de él los otros personajes. Su regreso parece apuntar minutos de conflictos mil veces vistos, trapicheos familiares, discusiones, sermones y anécdotas del pasado, pero no es el caso. La cinta se encarrila bastante una vez el cuarteto protagonista (que interpretan a versiones de sí mismos) se mete en un Alpina para vivir la noche más larga de sus vidas. Y es que el director y co-guionista Jean-Charles Hue decide condensar una experiencia personal y convertirla en un doble bautizo, sin que nada parezca impostado ni imposible. Quizá improbable, pero no inverosímil.

    La historia que cuenta la película se puede resumir así: la tarde y noche antes de su bautizo, el adolescente Jason acompaña a su hermanastro y su primo para darle una sorpresa al preso Frédéric. Una vez estén a bordo del coche que el hombre tenía antes de matar a un policía, la bebida les hará trazar un plan criminal para sacar dinero. Hasta ahí el esqueleto narrativo de la cinta, sencillo y fácil de seguir. Por supuesto, el plan se complica y desembocará en una odisea casi espiritual, donde el mayor del grupo, el más quemado por la vida, pasa su sabiduría al resto y los conflictos de sangre y moral reprimidos se expondrán, potenciado todo por el cóctel de alcohol y adrenalina que pompea en sus venas. Esto no hace que Clan salvaje alcance ningún nivel supremo de excelencia, pero la distingue de las cintas de similar temática, y es capaz de darle peso a la experiencia por lo imprevisible y realista que es todo. Se notan dos cosas que son clave para la calidad de la película: 1) la experiencia de Hue como documentalista (en lo inmediato de todo lo grabado, la manera de hacer que la cámara solo se note cuando tiene que hacerlo) y 2) el hecho de que lleva más de una década trabajando con la familia Dorkel, desde que en 2003 les encontrara y se viera fascinado por cómo viven los Yeniches. Se nota la complicidad de la persona tras la cámara y la generosidad de todos los implicados. De hecho, y para más inri, gran parte de la anécdota aquí recreada, esta noche infernal, fue vivida por el director y uno de los protagonistas (Frédérick) hace tiempo, siendo el tío de la familia el recién salido de prisión. La película le rinde una suerte de homenaje, y documenta la idiosincrasia de los Dorkel, romaníes cuya vida es pura materia de cine.

    Clan salvaje

    La historia (real) sigue con que tras su trabajo juntos en el largometraje La BM del Señor (La BM du Seigneur, 2010), Hue y su protagonista Frédéric Dorkel decidieron llevar sus años de amistad a un nuevo nivel cinematográfico: ficcionar la noche más intensa de sus vidas y crear este relato personal y familiar en forma de cinta de corte religioso y pulso social. Todo como resultado del trabajo y convivencia de un director que con los años ha descubierto tener media Europa en sus venas (entre abuelos y tatarabuelos) y un pueblo aún más mestizo. Clan salvaje nos presenta un par de individuos cargados de carisma y una realidad marginal para muchos, servidor el primero, desconocida. Una vez se metan en el coche y conduzcan hacia el horizonte desconocido en busca de aventuras, el film entrara en una hora vibrante, apasionante en varias partes e iniciática, pero sin ser tópica. Jason como el protagonista, testigo de lo que pasa y esponja inconsciente de cada comportamiento, ya que su recuerdo de Frédérick es más mitológico que real –era un crío cuando encarcelaron a su hermanastro–, y esa noche será su bautismo simbólico cuando tiene dudas palpables sobre el real, que va a vivir a la mañana siguiente.

    Todo el reparto, pero en especial el cuarteto protagonista, evade la algo irritante querencia por los puntos suspensivos y la impostura de la improvisación para sonar natural, mientras la imagen subraya la espontaneidad con el temblor de la cámara en mano. Interpretan cosas que les son cercanas, y reaccionan como aquél que sabe de corazón la historia que está contando, con verdad y autoridad. Es de la necesidad de exorcismo vital de Frédéric Dorkel que surge una lección sobre los peligros de lo criminal y la atracción por lo límite (el robo de gasolina). No es una visión excitante y romantizada de ser un forajido, sino que se palpa el riesgo. El plan cambiará en esta larga noche que da paso al día. Y con ello el ánimo del espectador, que se da cuenta de que el tiempo se dilata y la acción se va a ver concentrada en ese conjunto de horas. De dar una vuelta se pasa a querer robar, de ir a comer una hamburguesa se pasa a discutir sobre mestizaje y lo que hace a una familia serlo. Y la amenaza crece, como sube el alcohol en su sangre, y les hace ser más descuidados, siguiendo ciegamente al gigante que les lidera. Hay potencia escénica en la persecución con la policía y una imagen memorable (los ojos de cristal), y lo que queda al final es un trayecto físico y vital que contiene emoción, violencia e introspección a partes iguales. Hue y su co-guionista Salvatore Lista no se lo ponen nada fácil a los protagonistas, y el mérito reside en que los pasajes se sientan frenéticos cuando deben, sensibles cuando toca y tensos cuando Frédéric concentra su mirada desenfocada, ebrio de libertad y cargado de rabia, en un punto concreto del espacio. Y todo será una lección para el joven Jason, en la que Mickäel y Moïse han expuesto su opinión, en la que la muerte les ha rondado y de la que saldrá cambiado. Y listo para tomar una decisión sobre dejar a Dios entrar en su vida o no. | |

    Adrián González Viña
    Enviado especial al XI Festival de Cine Europeo de Sevilla


    Ficha técnica
    Francia, 2014. Título original: Manges tes morts. Dirección: Jean-Charles Hue. Guión: Jean-Charles Hue & Salvatore Lista. Reparto: Jason François, Mickäel Dauber, Frédéric Dorkel, Moïse Dorkel. Fotografía: Jonathan Ricquebourg. Música: Vincent-Marie Bouvot. Productora: Capricci Production.


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