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    52 FICX | Día 5

    Les combattants

    La armada francesa arriba en San Lorenzo

    Crónica de la quinta jornada de la 52ª edición del Festival de Gijón.

    La adaptación de un texto clásico a la pantalla grande, y más tratándose de un poema, y hacerlo con cierta libertad o buscando darle una pátina de actualidad, no es una tarea fácil. Es lo que ha intentado hacer Christophe Honoré en Métamorphoses, una traslación muy personal que se mueve en un espacio bipolar permanente: lo visual y lo literal. Teniendo, respectivamente, uno un valor positivo creciente y, el otro, negativo que lastra el resultado final. Métamorphoses se ha presentado en esta quinta jornada del Festival de Cine de Gijón dentro de la Sección Oficial, en un día con pleno de cine francés en diferentes propuestas y géneros.

    Probablemente, una de las más esperadas películas fuera de la competición, encuadrada en el ciclo Convergencias, era el segundo largometraje de la conocida actriz pero también directora Mélanie Laurent, Respire, la historia de degeneración de una amistad entre dos adolescentes. Marca la diferencia y la distancia con cualquier argumento parecido el enfoque de thriller psicológico, la tensión in crescendo y unas interpretaciones principales absolutamente creíbles que saben ceder el protagonismo la una a la otra en la lucha que mantienen de manipulación y dependencia, no solo como parte imprescindible del guión sino también en el resultado final del montaje. Se notó en los aplausos, con ganas, al final de la proyección.

    Y para completar el podio francés pero sin maillot amarillo, por la tarde se proyectó la comedia Les Combattants, ópera prima de Thomas Cailley, precedida de buenas críticas en Cannes y presentada como una revisión de la comedia romántica lejos de clichés asociados a ésta. Y es cierto que está lejos de eso, pero no libre de ello tampoco. En cualquier caso es una comedia simpática. Se presentó en la Sección Oficial con buena recepción del público y quién sabe si con opciones a premio.

    Métamorphoses

    Métamorphoses (Christophe Honoré, Francia, 2014)

    Europa, una mañana cerca de su instituto, conoce a un camionero por el que se siente atraída. Le sigue, él la seduce y hacen el amor. Él se llama Júpiter, como el dios de los dioses, y empieza contarle relatos sobre las divinidades, como el caso de Io, convertida en becerra por él para evitar el ataque de ira de Juno, su celosa mujer. Honoré empieza así su particular adaptación del poema de Ovidio, La Metamorfosis, centrándose en la parte mitológica. Con el planteamiento inicial se entiende que lo que busca el realizador es una traslación actualizada de dicho poema y, durante los primeros minutos, lo consigue: la estética y el modo en que Júpiter y Europa se conocen coincidirían con esa perseguida versión actualizada e incluso urbana. Pero rápidamente pasa a ser una revisión literal del texto que se torna desconcertante y vira hacia ese tipo de cine moderno con pretensiones poéticas, acompañado, además, por las hieráticas interpretaciones de los actores. Hieratismo que solo se rompe en los momentos más carnales donde se expone toda esa lozanía juvenil. Pero la poesía, el relato realmente magnético de esta revisión de Honoré, no está tanto en la narrativa y sí en la revisión visual donde logra auténtica magia y consigue la hipnosis del espectador. La preciosa fotografía y el paso de lo descrito por Ovidio a lo interpretado por Honoré es donde se encuentra lo realmente destacable e interesante de esta película, porque en muchas de estas bellas imágenes que consigue, ya no encontramos rastro algunos de pretensiones vanas, sino única y exclusiva belleza, que acompañadas de una música perfectamente integrada, sí logran sublimar la fábula. De todo esto viene esa dicotomía en la que se mueve la película: narrativamente pierde mucho interés pero visualmente va de menos a más y no solo merece la pena, sino que aporta un prisma atractivo y consigue con nota esa adaptación de la mitología elucubrada por el maestro de Sulmona. | ★★ |

    Respire, de Mélanie Laurent

    Respire (Mélanie Laurent, Francia, 2014)

    Charlie, una joven responsable y estudiosa, conoce a Sarah cuando ésta llega nueva al instituto y casi de manera inmediata empiezan una estrecha relación de amistad y exclusividad. Y ha de ser esto último, junto con otra combinación de factores, lo que torne esa amistad idílica en una sucesión de comportamiento extraños, juegos de poder, celos, mentiras, manipulaciones y hasta acoso escolar. Mélanie Laurent ofrece una visión diferente del tema de la amistad femenina o la amistad entre mujeres, esa entelequia que es posible a baja intensidad pero que una vez lanzada a velocidad de confidencias se convierte en un arma arrojadiza o en un quid por quo de trabajos forzados. En esta visión de la directora, la relación de dependencia y el juego de chantaje es retorcido hasta la náusea, la enfermedad y el ahogamiento. Mención especial a las dos actrices protagonistas: Lou de Laâge interpreta a Sarah, alegre, mentirosa, manipuladora y tremendamente sensual, seduce desde el primer momento en pantalla; Joséphine Japy interpreta a Charlie, insegura, retraída y dependiente. La relación entre las dos, absolutamente absorbente, es un continuo tira y afloja que Sarah domina y Charlie aguanta, igual que la madre de esta última ha aguantado esos tira y afloja de su marido. Ver el modo en que va cayendo el peso de la narración en una a otra enriquece muchísimo el filme y permite empatizar con ambas y arañar la superficie para comprobar que los comportamientos no están lejos de lo que han visto o vivido a su alrededor. Comienza como si fuera un drama adolescente y la tensión creciente hace que se convierta en un thriller psicológico con momentos de absoluto desasosiego y la sensación de haber visto algo muy notable tratado con una perspectiva y enfoque diferente, que lo hace tremendamente recomendable. | ★★ |

    Les combattants, de Thomas Cailley

    Les combattants (Thomas Cailley, Francia, 2014)

    Arnaud (Kevin Azaïs) vuelve a su pueblo para hacerse cargo junto a su hermano de la empresa familiar, tras la muerte del padre. Un día en la playa ve una oficina móvil de reclutamiento del Ejército, y allí conoce a Madeleine (Adèle Haenel), que tiene ideas muy firmes sobre la inminencia del fin del mundo y está obsesionada con las técnicas de supervivencia. Finalmente ambos, Arnaud y Madeleine, acaban inscritos en un curso de las fuerzas armadas que les enseñará técnicas de superviviencia: Madeleine lo hace porque es su sueño. Y Arnaud para seguirla. Thomas Cailley se aleja de los clichés de la comedia romántica (al cine francés en general le encanta huir de ellos) con una figura femenina que tiene más que ver con la Ninotchka de Lubitsch que con una damisela en apuros, y con ello ya consigue no pocas risas. Madeleine es un personaje de carácter férreo, orgullosa, autosuficiente y con grandes incapacidades sociales. Arnaud es más sencillo y capaz de disfrutar de las cosas sin cuestionarlo todo o buscarle una lógica. Esto hace que ella se decepcione rápido del curso militar en el que tenía tantas expectativas, al no encontrar las respuestas y técnicas que esperaba. Arnaud acompaña a Madeleine para conseguir lo que quiere, quedándose finalmente solos en las circunstancias para las que Madeleine siempre ha querido estar preparada. Huyendo de todos esos tópicos románticos, la película se mueve entre la comedia y el cine de superviviencia, consiguiendo convertirse en un entretenimiento fácil pero no facilón y que porta esa sensación de estar viendo algo fresco, algo positivamente insólito. | ★★ |


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