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    Crítica | Interstellar

    Interstellar

    Horizonte de sucesos

    crítica a Interstellar (2014), dirigida por Christopher Nolan. | ★★★★ |

    Durante su breve estadía en Madrid en 2011, el cosmólogo Kip S. Thorne impartió una conferencia bajo el título El universo curvo: del Big Bang a los agujeros negros y las ondas gravitatorias. La jornada en sí no deparó grandes emociones ni hallazgos insólitos más allá de ese Power Point con esquemas que explicaban punto por punto la entropía de un agujero negro y, más extraño si cabe, un agujero de gusano que —teóricamente— podría conectar en el espacio-tiempo Washington con Carabanchel, o Júpiter con el centro mismo del universo. Y su "lado curvo", en palabras del estadounidense Kip Thorne, que acostumbra a medir su intelecto y su autoridad profesional con amigos como Stephen Hawking, al que una vez ganó apuesta de andar por NASA: este primero defendía la posible, siempre teórica existencia de la singularidad desnuda, esto es, una singularidad que no tiene por qué yacer escondida tras el horizonte de ningún agujero negro, sino que está "a la vista"; mientras que Hawking desechaba por definición cualquier posibilidad de que las singularidades pudiesen existir siquiera en alguna coordenada remota del cosmos. Imposible, venía a decir. Es absurdo. "El perdedor entregará al ganador ropa que cubra su desnudez", escribieron al fin los abajo firmantes Stephen Hawking, Kip Thorne y John Preskill. El resto es historia. Perdió Hawking y mandó a sus amigos una camisetas muy cachondas cuyo dibujo sobreimpreso mostraba a una mujer rubia tapándose con una toalla en la que se leía: "La naturaleza odia la singularidad desnuda". Sarcasmo nerd: te despistas dos minutos y cuando te das cuentas ya han echado por tierra siglos de no-progreso. Años después Thorne se convertiría en consultor de Interstellar, una película (apadrinada por Steven Spielberg, primer realizador tras la idea germinal que más tarde desarrollaron Jonathan y Christopher Nolan) de ciencia ficción donde la humanidad se muere de hambre por una plaga ya crónica y unos pocos intrépidos han de atravesar el hiperespacio, galaxias varias mediante, y también la oscuridad total que todo lo engulle en busca de un nuevo planeta-hotel.

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    Y allí está Cooper, un padre de familia viudo, antiguo piloto de la NASA que apenas si conquistó el espacio durante una misión fallida, reconvertido en agricultor cuyas cosechas son cada vez menos cuantiosas y comestibles. El trigo ya no crece y el maíz empieza a escasear. Hay tormentas de polvo cada dos por tres. Él y su familia viven en la inopia comunicativa. El mapa geopolítico se fracturó hace algún tiempo. Las instituciones, por tanto, sobreviven con sopitas sin templar. Pero no, no esperen una distopía al uso insertada en un paisaje postapocalíptico, sino más bien una parábola en la que el héroe se eleva por encima de todos los que se arriman a él: casi sucumbimos a su viaje interior, a la odisea no sólo espacial sino también personal de un hombre que anhela trascender el tiempo, con t mayúscula, el suyo y el de sus amigos cosmonautas, el que fluye aún con protecciones cronológicas. "La realidad se basa en el espacio y el tiempo, pero aquí en la Tierra no están muy deformados", asegura Thorne. "Son bastante normalitos". Y con todo ahí llega por millonésima vez la gravedad, ondas gravitacionales si me permiten el tecnicismo, para desterrar al pionero de sus campos baldíos: Cooper —junto a su hija, una futurible Jessica Chastain como implantación dramática— descubre mensajes codificados entre las formas del polvo sobre el parquet que le conducen a una instalación más o menos abandonada, a varios kilómetros de su caserón. Para entonces ya se ha podido advertir de qué va la aventura; Christopher Nolan se limpia el detrito acumulado con El caballero oscuro: la leyenda renace, y ofrece aquí un concierto audiovisual fastuoso. Donde otros especulan por temor a las represalias del público, el inglés se viene arriba y presume de exquisito. De fanfarria, también. Uno no contrata a Hans Zimmer para que pele zanahorias con el arco del violín. Zimmer cumple a lo grande y junto a Nolan se convierte en capitán general.

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    Afortunadamente hay uniones que mejoran a los socios, y ésta es un ejemplo. Sus lenguajes casan a la perfección; casi disfrutarías si te reventara un tímpano en pleno viaje interdimensional, o en un campo de trigo salpicado de polvo. Hay un no sé qué en esa centrifugadora que abruma y extasía con el primer acorde sugestivo, dejándote tirado con la boca medio abierta. Siempre épico, proponiendo a un director cuyos detractores igualan en número a sus fans más insobornables. Esta vez, sin embargo, urge reconocer los muchos aciertos sin obviar los errores narrativos. Que son menos o parecen pesar menos en el cómputo global. Cooper (¿Matthew McConaughey o Rust Cohle?) es un héroe atípico, incombustible: un día está viendo un partido de béisbol o arreglando el GPS de una cosechadora, y al siguiente intentando salvar a la humanidad colándose por un agujero de lombriz, que así los denominan en homenaje al escurridizo que perfora manzanas y ataja por el túnel. A su lado, decía yo sobre Cooper, el resto de personajes son microbios, simpáticos guiñoles en una ruleta de la fortuna amañada. Vence por incomparecencia de su interlocutor, pues los secundarios ejercen aquí un papel testimonial, y en última instancia la belleza de la acción puramente contemplativa se impone al fondo melodramático. En síntesis: un guión entendido como artefacto permeable a la retórica del movimiento curvo que oscila, oscila y conduce a fechas quizá pasadas, aun en permanente cambio. Luego, ¿cuál es la distancia más corta entre dos puntos? ¿La recta? Sí y no: la recta que surge tras plegar el espacio-tiempo como si fuera un folio bidimensional y unir con decantador los dos puntos. O eso, o Matthew McConaughey. Un maggot brain intempestivo, que interpreta sin concesiones. El rostro del año.

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    Dice Amelia (Anne Hathaway), la compañera bióloga de Cooper, que el tiempo es relativo. Y dice Cooper que lo imposible, cuando ya no hay marcha atrás, se adivina necesario. En el cine de Christopher Nolan lo relativo se resuelve con hipótesis a cual más disparatada, y donde antes hubo admiración, ahora bien puede existir rencor por cualquier desavenencia subjetiva. Interstellar troquela no ya los espacios, como hacía Origen, sino los silencios y hasta las emociones; deconstruye y rearma cual mecano de plastilina un multiverso mediante elipsis a veces primordiales, a veces confusas. Temblores incluidos. A Nolan le ha abandonado temporalmente su habitual director de fotografía, Wally Pfister, por cuestiones de agenda y por prioridades: en realidad tan solo un pésimo debut tras las cámaras. Transcendence se titula. Lo sustituye Hoyte van Hoytema, quien tampoco es ciego y filma con mucho grano la historia más desasosegante de los últimos meses, a consumir —recomendación personal— en IMAX. Todo un elogio del celuloide interpretado, al mismo tiempo, como valiosa excentricidad de autor con patente. Y aun resistiendo ese tramo último cuyas ínfulas huelen a catedral cinematográfica, tan humana su esencia como limpia (y previsible) su ejecución, mientras veo Interstellar evoco también la majestuosidad de El árbol de la vida, la exuberancia técnica de Gravity, algo —lo justo— del tono lírico que desprende 2001: Una odisea del espacio. Los referentes tienen pedigrí, y Nolan no solo no los encubre sino que se consagra a ellos. Celebra él su contribución y nosotros el imaginario de un británico hoy —más que nunca— imperial. | |

    Juan José Ontiveros
    Redacción Madrid


    Ficha técnica
    Estados Unidos, 2014. Interstellar. Director: Christopher Nolan. Guión: Jonathan Nolan, Christopher Nolan. Fotografía: Hoyte van Hoytema. Música: Hans Zimmer. Montaje: Lee Smith. Reparto: Matthew McConaughey, Anne Hathaway, Jessica Chastain, Bill Irwin, John Lithgow,Casey Affleck, David Gyasi, Wes Bentley, Mackenzie Foy, Timothée Chalamet, Topher Grace, David Oyelowo, Ellen Burstyn, Michael Caine, Matt Damon. Producción: Warner Bros. / Syncopy / Paramount Pictures / Legendary Pictures / Lynda Obst Productions. Distribución: Warner Bros. 


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