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    Crítica | El amor está en el aire

    El amor está en el aire

    Romance de bajos vuelos

    crítica a El amor está en el aire (Amour & turbulences, 2013), dirigida por Alexandre Castagnetti. | ★ |

    Desde siempre, la comedia romántica ha sido refugio perfecto para aquellos corazones sensibles que buscan en el cine romances idílicos y simpáticos con los que evadirse de la dura realidad. Los franceses han sabido jugar con los tópicos y lugares comunes de las películas que, sobre todo en la década de los 90, triunfaban en Hollywood como vehículos al servicio de tiernas vecinitas de al lado como Meg Ryan, Sandra Bullock o Julia Roberts, añadiéndoles su inconfundible humor popular. Dany Boom, por ejemplo, ha sido uno de los cineastas –en su triple faceta de director, guionista y actor– que mayores alegrías ha traído a la cinematografía francesa, con títulos tan divertidos como las recientes Llévame a la luna (2012) o Eyjafjallajökull (o simplemente 'El volcán', 2013), que podrían competir en igualdad de condiciones con cualquier comedia romántica protagonizada por grandes estrellas norteamericanas. Desgraciadamente, ese no es el caso de El amor está en el aire (2013), el segundo trabajo como realizador de Alexandre Castagnetti tras L'Incruste, fallait pas le laisser entrer! (2004), que si bien no puede ser tachado de horrible, sí que se presenta demasiado preocupado de seguir los esquemas fijados con escuadra y cartabón.

    El déjà vu comienza desde la misma presentación de la pareja protagonista. Por un lado, Julie, la guapa vecinita de al lado antes mencionada, artista de moderado éxito y repleta de inseguridades a pesar de ser bien guapa. Por el otro, Antoine es un atractivo playboy que disfruta yendo de flor en flor y bebiendo con los amigos. La química entre ambos es evidente desde el momento en que se conocen –la primera cita es el colmo de la originalidad: en lo alto de la Torre Eiffel y descorchando una botella de champagne–, pero los prejuicios de Julie hacia la fama de mujeriego de Antoine, unido a sus constantes celos y afán controlador, dificultan el éxito de la pareja. La cinta de Castagnetti intenta camuflar la falta de novedades con una estructura construida mediante una sucesión de constantes flashbacks que retroceden atrás en el tiempo mostrando los conflictos acontecidos desde las distintas ópticas de los dos desenamorados. Sí, digo desenamorados porque la historia comienza a bordo de un avión en el que unos Julie y Antoine que llevan dos años sin verse tras su traumática ruptura, coinciden por azar en asientos contiguos. Durante las siete horas que dura el vuelo desde Nueva York a París, se suceden las explicaciones, reproches y declaraciones de amor, alternados por los ya citados flashbacks. ¿Se puede ser aún más tópico en el guion? Pues sí: La chica está a punto de casarse con ese arquetipo de novio perfecto y con posibilidades económicas –prestigioso abogado en esta ocasión– que, sin embargo, también representa la rutina y el tedio, en contraposición con la aventura e imprevisibilidad que ofrece el más malote Antoine. ¿Hay que ser muy espabilado para imaginar cómo va a culminar la historia? Ciertamente, no, el final feliz está más que cantado.

    El amor está en el aire
    Nicolas Bedos en El amor está en el aire

    El amor está en el aire es de esa clase de películas que podría disfrutarse con facilidad si no se han visto con anterioridad decenas de propuestas demasiado similares. Estéticamente, es agradable a la vista, con una fotografía colorista que arranca idílicas estampas románticas, y un hábil montaje a la hora de ensamblar las escenas presentes con las pasadas. También es un placer para los oídos, ya que la banda sonora está salpicada de bonitas y alegres canciones (en inglés, ya que la película tiene más tics americanos que franceses) en unos momentos musicales descaradamente introducidos para llenar metraje. Y es que el guion (¡escrito por seis personas, nada más y nada menos!) agota la anécdota en pocos minutos, debido a su falta de entidad dramática –tampoco se le pedía una sesuda disección de lo que es la pareja en la sociedad moderna, pero sí algo de chicha– y, sobre todo, de ideas no recicladas. Es cierto que Ludivine Sagnier es preciosa y tiene innegable talento –ahí está Swimming Pool (François Ozon, 2002) para atestiguarlo–, de la misma manera que Nicolas Bedos se muestra perfecto en su encarnación del macho alfa reconvertido en fiel corderito, pero, a veces, no se puede confiar totalmente la eficacia de una propuesta en el carisma de sus intérpretes, aun cuando éstos derrochen química romántica, como es el caso. El mayor problema de El amor está en el aire es que el espectador va todo el tiempo un paso por delante de los personajes, adivinando cada frase y situación que va a acontecer en la siguiente escena. Y eso, si estamos hablando de una comedia romántica, es simple y llanamente aburrido, así como una pérdida absoluta de tiempo. | ★★★ |

    Jose Antonio Martín
    redacción Las Palmas de Gran Canaria


    Ficha técnica
    Francia, 2013. Título original: Amour & turbulences (Amour et turbulences). Director: Alexandre Castagnetti. Guión: Vincent Angell, Xavier Nemo, Nirina Ralanto, Julien Simonet, Nicolas Bedos, Brigitte Bémol. Productora: Révérence / Manchester Films / Thelma Films. Fotografía: Yannick Ressigeac. Música: Evymoon, Nicolas Wauquiez. Montaje: Scott Stevenson. Intérpretes: Ludivine Sagnier, Nicolas Bedos, Jonathan Cohen, Arnaud Ducret, Brigitte Catillon.


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