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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Caminando entre las tumbas

    Caminando entre las tumbas

    Radicalidad mainstream

    crítica a Caminando entre las tumbas (A Walk Among the Tombstones, Estados Unidos, 2014), dirigida por Scott Frank.

    Matthew Scudder es poli y aúpa el codo, viste perilla mosquetera y pantalón vaquero gris oscuro. Las puntas de su melena post-punk son alfileres torcidos en diferentes direcciones. Su abrigo-talismán es una gabardina verde y cuando esprinta, Matt Scudder, que roza la estatura de Dražen Petrović, se encorva como homo habilis en un campeonato clasificatorio para los Juegos Olímpicos de la Edad de Piedra. En aquel Nueva York plomizo uno no tiene más remedio que beberse la vida y encañonar a la canalla, que es heterodoxa y huele a zapatillas Nike Air Max. Tener pipa allí es señal de prestigio y cuando la sacas de paseo todos dicen: "Ohh", "uff", "¿cuánto pesa?", y "a ver adónde apuntas, bro, que tienes más peligro que Lee Harvey Oswald". Así vive un borracho con placa a comienzos de los años 90, a rebufo del grunge y su tempranera muerte, que trajo consigo a los Backstreet Boys y otros querubines del nuevo pop mórbido con elefantiasis y Pro Tools a granel. Así sobrevive un borracho de ley una mañana de otoño en su bar favorito del Village. Lo primero que hace Scudder es saludar con la barbilla al encargado y dirigirse a su vetusto cubículo de madera en paz con ese clima lánguido que todo lo atrapa y otorga luminosidad a tan solemne habitación: no obstante, me contaron una vez, el mejor día para fotografiar es un día nublado que dosifique la rabia del sol. Y Matt Scudder trasunta demonios interiores, deja a su paso un vestigio de angustia y una mala hostia cada vez más impredecible, incluso para él. Más tarde dirá que la corrupción le ayudaba a pagar las facturas; pero él no fue un corrupto sino un borracho que erró el tiro y tiró su carrera por el desagüe. Y ahí está, esperando a nadie y leyendo el periódico a solas, con una taza de café y dos chupitos generosos de whisky que ingiere, glup-glup, como si fuera leche desnatada. Y, por supuesto, de un solo trago.

    Llega un momento en la vida de todo hombre en que urge ordenarse a uno mismo igual que se ordenan los cajones de la ropa interior. Resetear modus vivendi y sacrificar vicios antes de que ellos te sacrifiquen a ti. Así, el otrora borracho se mete en Alcohólicos Anónimos y se afeita la perilla y se corta el pelo y se convierte en, sorpresa, detective privado. Los clichés están servidos. Las opciones para que resbalen, no. De ahí que Liam Neeson, con su dejo zen a lo Qui-Gon Jinn y su elegancia endémica, cargue con los tópicos y los centrifugue para mayor gloria de Scott Frank (The Lookout), que sale airoso y sirve chupitos noir como quien adapta novelas. En este caso, la serie firmada por Lawrence Block, autor experto en desgranar psiques misteriosas. Bajo el yugo del alcohol y la suntuosidad de una urbe, Nueva York, que presta cobijo a una fauna siempre variopinta: psicópatas violadores, yonquis más o menos melancólicos, un huérfano influido por Philip Marlowe y Sam Spade, un sospechoso habitual que cuida palomas en una azotea, camellos yuppies —algo inverosímiles— con mansiones y mujeres que son asesinadas por demonios muy terrenales. La nómina es aquí generosa en subespecies, y por ello se aconseja no dictaminar con el manual crítico en las narices. Caminando entre las tumbas cumple sin frivolidades más allá de su esencia netamente anacrónica, de película ya vista y sobreexplicada mil veces, de producto goloso para espectadores curtidos en la ley del talión, de título cotizado en las estanterías con solera de los ya casi extintos videoclubs, donde podías encontrar el VHS de Blade Runner frente al de The Quest (En busca de la ciudad perdida), o El peque se va de marcha tuteando a El padrino.

    Caminando entre las tumbas

    Scott Frank firma aquí un potente thriller de aroma nostálgico y factura aseada, aun incurriendo sin rubor en tics demasiado reconocibles, a saber: la historia de un policía estólido venido —sin querer queriendo, diría El Chavo del 8— a Moisés vengador. Y, sí, la trayectoria última de Liam Neeson merece un estudio a propósito de ese irlandés, entonces —cuando Blanco perfecto y Love Actually— ligeramente irónico, y ahora —tras su repentina viudez en 2009— decididamente crepuscular. Que menudo adjetivo. | |

    Juan José Ontiveros
    Redacción Madrid


    Ficha técnica
    Estados Unidos, 2014. A Walk Among the Tombstones. Guión y dirección: Scott Frank (Novela: Lawrence Block). Fotografía: Mihai Malaimare Jr. Música: Carlos Rafael Rivera. Reparto: Liam Neeson, Dan Stevens, Marina Squerciati, Sebastian Roché, Boyd Holbrook,Stephanie Andujar, David Harbour, Briana Marin, Toshiko Onizawa, Purva Bedi,Maurice Compte, Patrick McDade, Luciano Acuna Jr., Hans Marrero, Laura Birn. Productora: 1984 Private Defense Contractors / Cross Creek Pictures / Da Vinci Media Ventures. Distribuidora: eOne Films Spain. 


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