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    Crítica | Una cita para el verano

    Una cita para el verano

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    crítica de Una cita para el verano | Jack Goes Boating, dirigida por Philip Seymour Hoffman, 2010

    A principios de año el mundo se quedaba huérfano de uno de los mayores talentos que ha dado el celuloide contemporáneo. Philip Seymour Hoffman se dejaba la vida entre chutes de heroína. Para el recuerdo quedan un buen puñado de interpretaciones. Desde el "creepy" amanerado de Boogie Nights (1997) hasta el magnético líder de The Master (2012), pasando por su oscarizado trabajo como Capote. Camaleónico como ninguno la amplitud de su abanico interpretativo dejó constancia de un talento sin límites. Con la habilidad suficiente para levantar películas sin más atractivo que su pálido rostro y hacer grandes otras que sin su presencia hubiesen lucido el cartel de mediocres. Trabajador incansable, promediando casi tres trabajos por año, se dejaba seducir tanto por superproducciones como por películas de presupuesto más reducido y ambiciones más humildes. Un funambulista de la interpretación. Arriesgando siempre, buscando lo distinto y con la destreza suficiente para salir continuamente bien parado. Por supuesto su inquietud le llevó a dirigir una película, Una cita para el verano (Jack Goes Boating, 2010), que se estrena ahora en España. Sus habilidades como realizador están lejos de las que tenía como actor. Lógico. Sería una divinidad si no fuese así. Es cierto que hay grandes actores que han dejado películas memorables en su paso a la dirección, como Paul Newman o Robert Reford. No es el caso del intérprete neoyorquino. Pero eso no significa que la cinta no sea aprovechable. Su sola figura seduce, le da el empaque necesario para que sea algo más que la típica película indie. El filme es una adaptación de la obra de teatro homónima, escrita por Robert Glaudini, y que él mismo había coprotagonizado previamente. Hoffman y el escritor tuvieron diversas conversaciones entre actuación y actuación y finalmente decidieron llevar la obra a la gran pantalla. Su buena acogida en Sundance y algún que otro premio en los Independent Spirit Awards hicieron el resto.

    Una cita para el verano

    La película, que se filmó en 2009 y llegó a la cartelera americana en 2010, versa sobre un conductor de limusinas (Hoffman) que lleva puesto el traje de "loser". Concretamente se centra en el giro que intenta dar a su vida para poder consolidar su incipiente relación con una comercial de una funeraria llamada Connie, interpretada por Amy Ryan. Una cita para el verano es una breve disertación sobre la amistad, los complejos, los límites y la cotidianidad. Jack, el protagonista, con la única compañía de sus amigos –una pareja con problemas para lidiar con su monogamia intermitente interpretada por John Ortiz y Elizabeth Rodriguez– se lanzará a la "aventura" y tomará lecciones de cocina, de natación e incluso buscará un cambio de profesión. Jack y Connie son dos amantes solitarios en una de las ciudades más pobladas del mundo. La paradoja de las almas ermitañas en junglas de cristal. Ambos parecen no tener a nadie y en común solo lucen su infinita capacidad de inadaptación y su perenne vulnerabilidad. Salvando las distancias, en lo que disfunciones emocionales se refiere, los amantes recuerdan a Donald e Isabel, la pareja con síndrome de Asperger de la fallida Crazy in Love (2005). Como ven, el argumento favorece que Hoffman selle en su debut tras la cámara una historia que tiene todos los dejes tradicionales de las óperas primas del cine independiente americano, una comedia romántica de poso dramático. Con todo lo bueno y todo lo malo.

    Una cita para el verano

    Como director la mirada que ofrece Hoffman es cercana. El material puramente dramático es tratado con calidez lo que favorece la empatía con los personajes y que da como resultado un tono agridulce. Eso lo logra con esa simbiosis entre los momentos entrañables –como su primera lección de piscina– y los instantes patéticos –véanse las reticencias al coito de Connie o las rabietas post "fracaso"–. El contraste es mayor a medida que avanza el metraje, sobre todo en el énfasis por convertir en dramático lo cotidiano –el momento en el que se quema la cena–. Hoffman viene a mostrar unas vidas afligidas, en búsqueda constante, plagadas de fracasos periódicos. La guinda del pastel es el conseguido costumbrismo reinante que otorga frescura al filme. Se nota que es una película rodada en Nueva York por un neoyorquino. Recuerda a HappyThankYouMorePlease (2010), de la misma añada que Una cita para el verano, del también actor Josh Radnor. Como si fuesen complementarias, son las dos caras de una misma moneda, se puede ver una detrás de otra, una es temporada de invierno y la otra temporada de verano. Si hay que escoger me quedo con la de Hoffman. La valoración final de ambas es similar, el sabor en boca es prácticamente el mismo. La diferencia la marca ese semblante pálido por el que cae ese pelo blanquecino peinado al estilo rasta. Plagada de lugares comunes y de clichés de manual Una cita para el verano es un filme menudo que habla de cosas ciclópeas. Una excusa para disfrutar de un actor para el recuerdo. | ★★ |

    Andrés Tallón Castro
    redacción Madrid


    Estados Unidos 2010, Jack Goes Boating (Una cita para el verano). Director: Philip Seymour Hoffman. Guion: Bob Glaudini. Productora: Big Beach Films / Cooper's Town Productions / Overture Films. Fotografía: W. Mott Hupfel III. Reparto: Philip Seymour Hoffman, Amy Ryan, John Ortiz, Elizabeth Rodriguez, Richard Petrocelli, Thomas McCarthy, Daphne Rubin-Vega, Lola Glaudini, Toshiko Onizawa. Presentación oficial: Festival de Sundance 2010.


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