Introduce tu búsqueda

Club Zero
FICX Imatge Permanent
  • [8][Portada][slider3top]
    Cine Alemán Siglo XXI

    Cine Club | Senderos de gloria (1957)

    Senderos de gloria (1957)

    Senderos de gloria

    Paths of Glory, 1957. Dirigida por Stanley Kubrick

    En tiempos de la revolución francesa, el general Henri de la Rochejaquelein pronunció su mítica arenga “Si avanzo, seguidme. Si retrocedo, matadme. Si muero, vengadme”, adaptada y popularizada por Ernesto “Che” Guevara dos siglos después en el contexto de la revolución cubana. El mensaje era igual de claro en ambos casos: en la lucha por la bandera, no hay opción para la retirada. El coronel Dax, un intachable líder militar al frente de la división 701 del régimen de infantería francés durante la primera guerra mundial, tenía una postura mucho más pragmática al respecto, rechazaba la sinrazón de un sistema obsoleto basado en la utilización conductista de refuerzos positivos y negativos sin más base científica que el dogmático patriotismo, el cual definía, citando al Dr. Johnson, como “El último refugio de los cobardes”, y añadía, de forma brillante, que cualquier ataque debe estar premeditadamente estudiado si se buscan resultados satisfactorios: “No soy ningún toro, así que no me ponga la bandera francesa para que embista”. De esta manera comienza Senderos de gloria (Paths of Glory, 1957), una sátira antibelicista, como se han hecho pocas, que enfrenta directamente al absurdo chovinismo, mostrado con gran poder pero con mayores limitaciones intelectuales, y a la sensatez (siempre dentro de la estructura militar) que defiende que cualquier uso de la violencia debe estar debidamente razonado y argumentado, sobre todo si es dentro del mismo bando. Stanley Kubrick muestra la postura de un hombre a punto de perder la fe en la humanidad, un hombre que luchó hasta la extenuación contra la podredumbre de un sistema sin moral, el mismo sistema que había jurado defender con su vida.

    Kubrick llegó a ser tachado como el profeta de la ultra-violencia, condenado por la supuesta glorificación que su cine hacía sobre las crueldades más extremas, aunque absuelto finalmente por la historia y la justa exégesis de su obra. Con La naranja mecánica (A Clockwork Orange, 1971), el director trató de denunciar la violenta condición humana por medio de un enajenado, un psicópata que disfrutaba haciendo el mal sin buscar mayor recompensa que la de saciar sus instintos y deseos “artísticos”, al contrario que el resto de sus secuaces, igual de degenerados pero movidos por un interés lucrativo que “justificaba” sus acciones. Por este motivo la sociedad se cebaría posteriormente con Alex (el psicópata en cuestión), por el rencor y la incomprensión, convirtiéndolo así en la propia víctima del relato. Kubrick, maestro de la simbología y la metáfora espaciotemporal, planteó con su filmografía el estudio de la creación de nuevas formas de existencia, o de la existencia misma, pero no de su comprensión, la cual ve completamente imposible dada nuestra naturaleza desconfiada. La evolución del mono al hombre, el planteamiento absoluto y consciente de la funcionalidad actual de esa evolución, y, por último, la secuencia lógica y probable a la que aspira la raza humana (2001: Una odisea en el espacio, 1968). Pasado, presente y futuro convergen por medio de una visión espacial de la sociedad. Senderos de gloria es, en cierta manera, el inicio de esa tesis antropológico-violenta que supone el comienzo de una trilogía antimilitarista, el episodio más sobrio de este tríptico que completaría la hilarante ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (Dr. Strangelove, 1964), de una gravedad inexorable —sobre todo teniendo en cuenta la proximidad de los nefastos resultados del Proyecto Manhattan en 1945—, pero abordada desde la comicidad de unos diálogos constantemente contradictorios —Caballeros, no pueden pelear aquí, están en la sala de guerra— ejecutados por uno de los más grandes cómicos que ha dado el séptimo arte, Peter Sellers; y La chaqueta metálica (Full Metal Jacket, 1987), que mezcla ambas, seriedad y comicidad, gracias a su división en dos partes yuxtapuestas —formación militar y ejecución de campo—.

    La trama está presentada desde un punto de vista múltiple, mediante un uso ejemplar de la concesión y una concepción narrativa tan original como vanguardista, el director nos hace pensar —del mismo modo que consiguió engañar a los censores— que su objetivo era el de honorar a sus valientes combatientes. Sin embargo pronto nos damos cuenta del perspectivismo epistemológico al que recurre para segmentar la trama en tres episodios con tres puntos de vista diferentes, todos destinados a desmontar y caricaturizar la ley marcial.

    Senderos de gloria (1957)

    Primera parte: Acción (La perspectiva del soldado).


    Se narra la misión suicida de un batallón que se enfrenta a las ambiciones de un general oportunista. El miedo a la muerte queda en un segundo plano, las confesiones de trinchera nos revelan que lo peor es la incertidumbre, el miedo a ser asesinados, el cuándo y, sobre todo, el cómo. La visión de Joe Bonham se repite de forma indefectible y constante en los soldados que conversan minutos antes de salir a la campaña, deseosos de que, si el momento llega, sea la rapidez y efectividad de un disparo lo que acabe con sus vidas. Mientras los altos cargos, con sus uniformes impecables, libran una batalla burocrática desde el confort de su despacho, las compañías esperan pacientes las órdenes del coronel Dax, un Kirk Douglas avanzando impertérrito por el foso, tratando de infundir una confianza ciega a sus hombres y apelando a una heroicidad de la que ni él mismo está seguro, acompañado por un travelling de seguimiento que quedará para la historia del cine, mientras una sucesión de bombas estallaba a diestra y a siniestra. El espectador no tarda en posicionarse, gracias a un astuto truco de empatía metacinematográfica, del lado del pelotón de a pie. Dax da la orden y entonces ya estamos en la brecha. Nuestros compañeros han salido a darlo todo, siguiendo las órdenes de su capitán avanzan entre las fuertes detonaciones, miramos a un lado y a otro, no dejamos de ver cuerpos inertes que caen desplomados, por un momento perdemos la percepción sensorial, nuestra mirada sigue fija en el objetivo, pero algo nos sacude por la espalda y caemos al suelo, la ayuda no llega ni llegará. Mirando atrás comprobamos con estupor que no hemos avanzado ni 10 metros en la eternidad que llevamos corriendo y esquivando proyectiles. Por fin vemos que una parte del batallón ha emprendido la retirada, otra no ha tenido tiempo ni de salir de la trinchera y el resto está ya muerta. Siguiendo los pasos de nuestros camaradas damos media vuelta y llegamos al foso, donde encontramos al coronel pidiendo explicaciones por la falta de apoyo de las secciones que han quedado sin salir, pero era imposible, la misión había fracasado antes de empezar.

    Segunda parte: Reacción (La perspectiva del líder).


    Tras el fiasco de la ofensiva, la visión cambia y nos ponemos en la piel del anti-héroe, ese oficial que ha liderado la operación y en el que se confiaba para la consecución de una hazaña épica. Su país lo esperaba y los espectadores también, en lugar de ello, el realizador crea una nueva forma de concepción expeditiva e implacable de la decepción, —estilo que ha sido posteriormente imitado por grandes artistas, como es el reciente caso de Winding Refn en Sólo dios perdona (Only God Forgives, 2013)—. Comienza entonces la búsqueda de culpables que justifique la falta de juicio mostrada por una compañía doblegada, y humillada, por culpa de una evidente falta de planificación. Es la clásica historia del pez grande que se come al pequeño. La egolatría de los altos mandos les impide afrontar la responsabilidad o asumir sus malas decisiones, por lo que se decide dejarlo en manos del ignominioso azar. Tres hombres serán llevados frente a un consejo de guerra y juzgados por cobardía, traición y desobediencia de una orden directa por medio de un perverso juego azaroso. Al igual que se diezmaba a las legiones de la antigua Roma, como escarmiento. Pero el desastre de Galípoli estaba muy fresco y ya habían rodado demasiadas cabezas diplomáticas, por lo que no habría compasión, se tenía que enviar un mensaje claro y entendible, como consecuencia ni las medallas al valor previamente logradas salvarían a los elegidos del paredón.

    Senderos de gloria (1957)

    Tercera parte: Consecuencias (La perspectiva del alto mando).


    ¿Qué es la guerra? La guerra es un sentimiento de odio que se dirige por medio de una estructura jerárquica y oligárquica. Es un juego de ajedrez en el que se protegen las piezas importantes mediante el uso de peones. La pérdida de la identidad y de los valores está por encima del sentido de patriotismo que, a su vez, vuelve a justificarlo todo y cobra más fuerza. La deshumanización de los soldados por figuras políticas ya deshumanizadas. Desde que el conflicto comienza el 28 de julio, todos los hombres mayores de edad —y algún menor que haya pasado la pubertad prematuramente— serán catalogados como material militar, se les asignará un número que finalmente pasará a formar parte de otra cifra mayor, la de las bajas —caja de pino, banderita para los padres y disparos al aire—, o la de los supervivientes —insignia al pecho, palmada en el hombro y hasta dentro de 20 años—.

    Tres hombres destinados a morir por la patria de manera irrevocable, con la única elección de hacerlo en el campo de batalla como héroes, o frente a un pelotón como villanos. Lo importante era el mensaje a transmitir. Retrato pesimista de una sociedad rencorosa y envilecida, vista desde el cínico prisma de un director que todavía conservaba un adarme de ilusión en el sur humano, una esperanza que fue sensacionalmente mostrada por medio de una secuencia final escalofriante, en la que los gritos lascivos de un grupo de violentos soldados borrachos, se convertían en un sentido murmurar mientras acompañaban, con lágrimas en los ojos, a una joven prisionera alemana que cantaba con la voz tomada por el terror, la canción del valiente Husar.

    Alberto Sáez Villarino
    Dublín (Irlanda)

    Estados Unidos. 1957. Título original: Paths of Glory. Director: Stanley Kubrick. Guión: Stanley Kubrick, Calder Willingham, Jim Thompson (Novela: Humphrey Cobb). Productora: MGM presenta una producción Bryna Productions. Fotografía: Georg Krause (B&W). Presupuesto: 935.000 $. Música: Gerald Fried. Montaje: Eva Kroll. Intérpretes: Kirk Douglas, George MacReady, Adolphe Menjou, Ralph Meeker, Wayne Morris, Joe Turkel, Richard Anderson, Timothy Carey, Peter Capell, Susanne Christian, Bert Freed, Emile Meyer.

    Senderos de gloria (1957)
    El perdón Fantasías de un escritor Memoria Clara Sola
    Alemania

    Estrenos

    Punto

    Streaming

    Totem
    Ti Mangio
    De humanis El colibrí

    Inéditas

    Rizoma