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    Crítica | Oculus

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    Reflejos del más allá

    crítica de Oculus | Mike Flanagan, 2013

    Mike Flanagan logró ganarse cierto crédito entre la crítica con su ópera prima, Absentia (2011), una pequeña cinta de terror en su vertiente de leyendas urbanas y extrañas desapariciones que acumuló un buen puñado de premios en su periplo por diferentes festivales de temática fantástica. La prueba de fuego le llega ahora con su segundo largometraje, Oculus (2013), con el que se juega su incipiente prestigio como nombre a tener en cuenta dentro del género del terror en años venideros. Para ello, Flanagan desentierra el punto de partida que le sirvió de base para su exitoso mediometraje Oculus: Chapter 3 - The Man with the Plan (2006): un misterioso espejo medieval provisto de poderes maléficos con los que destroza las vidas de sus sucesivos dueños. No es una mala idea, desde luego, aunque también es verdad que el tema de las presencias fantasmales que acechan a los vivos desde detrás de los espejos ha sido una constante ya explotada con anterioridad en obras tan interesantes como Reflejos (2008, Alexander Aja) –remake norteamericano de la surcoreana El otro lado del espejo (2003, Kim Seong-ho)–, la nunca suficientemente reivindicada Poltergeist III (1988, Gary Sherman) o, sin ir más lejos, el reciente estreno español Purgatorio (2014, Pau Teixidor). Sin embargo, siempre se agradece la llegada de un producto nuevo (pese a que beba de múltiples fuentes clásicas) en unos tiempos en que nos hemos malacostumbrado a la saturación de remakes de viejos éxitos (historias convenientemente pasadas por chapa y pintura para ser adaptadas a nuestros tiempos que, por lo general, acaban siendo más descafeinadas que las obras originales) o interminables entregas de franquicias incombustibles como Paranormal Activity (2007, Oren Peli) o Insidious (2010, James Wan).

    La historia de Oculus se desarrolla en dos líneas temporales diferentes, separadas por un espacio de once años, teniendo como escenario la misma casa y presentándose paralelamente los acontecimientos del presente con flashbacks que muestran lo que sucedió en el pasado. Tim es un muchacho que, al cumplir los 21 años, abandona el psiquiátrico donde fue recluido con solo 10, acusado del asesinato de sus padres. Su hermana Kaylie, con la que vivió aquella terrorífica experiencia siendo niños, le espera a su salida para ajustar cuentas con el verdadero culpable de tragedia: un antiguo espejo que se ha cobrado casi medio centenar de víctimas mortales a lo largo de los siglos y que la joven ha logrado recuperar por un corto espacio de tiempo en una subasta. Durante una interminable noche, los protagonistas se enfrentarán, en la misma casa donde quedaron huérfanos, a los horripilantes juegos psicológicos del espejo, en los que presente y pasado se mezclan con la intención de hacerles perder la razón. Con este sugestivo y muy interesante planteamiento, la segunda incursión en el largometraje de Flanagan se erige como una de las películas de terror más destacables de la cosecha de 2013. Estrenada con éxito en el Festival de Toronto, Oculus acierta de lleno a la hora de crear una atmósfera de pesadilla, con una buena dosificación de las apariciones fantasmales y un hábil montaje que consigue que el público menos atento no se pierda entre tanto salto temporal en la historia. Podría haber sido un filme más de tantos con casa encantada que ejerce su demoníaco influjo sobre las personas que la habitan –de hecho, es inevitable no recordar en algunos de sus momentos a clásicos como Terror en Amityville (1979, Stuart Rosenberg) o El resplandor (1980, Stanley Kubrick)–, pero la pericia del Flanagan guionista (en colaboración con Jeff Hoeard) transforma a esta obra en un retorcido y alucinógeno pasaje del terror en donde, agradablemente, hay más lugar para el escalofrío que para el gore (pese a alguna escena de fuerte impacto como la que tiene como protagonista a una bombilla).

    Oculus

    A nivel interpretativo, los más veteranos Rory Cochrane y Katee Sackhoff cumplen con suma eficacia en los papeles de los padres, mientras que los hijos protagonistas son interpretados, curiosamente, con más solvencia por los actores infantiles que por los adultos Karen Gillan y Brenton Thwaites, simplemente correctos. Oculus, pese a su modestísimo presupuesto de 5 millones de dólares, puede presumir de contar con un acabado visual de primer orden, con unos efectos especiales de lo más eficaces (de los que por cierto, nunca se abusa) y una cámara que sabe dónde colocarse en cada momento para conseguir poner el vello de punta al espectador sin grandes aspavientos. El filme cumple con nota su objetivo de entretener durante la hora y media de metraje, comenzando de manera suave para ir pisando el acelerador a mitad de función y deslizarse hacia un clímax final trepidante, donde las líneas espaciotemporales se superponen del mismo modo en que James Wan rizó el rizo con la divertidísima (y no suficientemente estimada) Insidious: Capítulo 2 (2013). Esta bienvenida locura es lo que hace que la cinta no se quede en tierra de nadie –algo que sí le sucedió a la reciente Los huéspedes (2011, Ti West) por su extrema contención–, logrando encontrar (repito, a base de copia y pega de otros títulos) su propia personalidad. Con unos ingresos en taquilla que casi multiplican por seis su inversión, Oculus es carne de cañón para convertirse en el inicio de su propia saga de películas sobre el espejo fantasma, al mismo tiempo que será un título de referencia para otras obras de miedo que estén por venir. Solo cabe esperar que Flanagan siga manteniendo intacta esa mala baba que acerca su producto más a la perturbadora Sinister (2012, Scott Derrickson) que a la mayoría de desangeladas producciones de similares características. | |

    José Antonio Martín
    redacción Las Palmas de Gran Canaria

    Estados Unidos. 2013. Título original: Oculus. Director: Mike Flanagan. Guión: Mike Flanagan, Jeff Howard. Productora: Intrepid Pictures / Blumhouse Productions / WWE Studios. Presupuesto: 5.000.000 dólares. Recaudación: 28.720.301 dólares. Fotografía: Michael Fimognari. Música: The Newton Brothers. Montaje: Mike Flanagan. Intérpretes: Karen Gillan, Brenton Thwaites, Rory Cochrane, Katee Sackhoff, Annalise Basso, Garrett Ryan, James Lafferty.

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