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    Crítica | Amanece en Edimburgo

    Amanece en Edimburgo

    Bienvenidos a Holyrood

    crítica de Sunshine on Leith | Dexter Fletcher, 2013

    Hay que ver lo mucho que ha cambiado el musical en los últimos años, ya sea en formato teatral o cinematográfico. Quién sabe si influenciado por el éxito de Moulin Rouge, o por la galopante falta de imaginación que afecta a (casi) todos los formatos audiovisuales modernos, el mundo del musical hace años que no da un producto 100% original –con la salvedad de The Book of Mormon-, y parece que no haya grupo o cantante que en el mundo haya sido cuya discografía no pueda inspirar la historia complaciente y cantarina de turno. Tal es el caso de Amanece en Edimburgo, basada en la música del grupo escocés The Proclaimers, cuyas canciones más populares en nuestro país son I’m on my way (popularizada por la primera de las entregas de la franquicia Shrek) y, sobre todo, la famosísima I’m Gonna Be (500 Miles), oída en decenas de bandas sonoras a lo largo de los años, e incluso en anuncios televisivos de hace ya algún que otro lustro.

    Los protagonistas de Amanece en Edimburgo son Davy (George MacKay) y Ally (Kevin Guthrie), dos soldados que regresan a sus vidas civiles en Edimburgo después de una temporada en Afganistán. Ally desea retomar su relación sentimental con Liz (Freya Mayor), la hermana de Davy, cuya amiga Yvonne (Antonia Thomas) parece sentirse atraída por Davy. Todo ello, mientras se prepara la celebración de las bodas de plata de Jean (Jane Horrocks) y Rab (Peter Mullan), los padres de Davy y Liz. Poco más hay que contar de su argumento, una mera excusa para encadenar las canciones más alegres y pegadizas de The Proclaimers, y aderezarlas con coreografías más o menos divertidas que parecen gritar a los cuatro vientos “no tenemos ni idea de cómo son los musicales clásicos, y bien poco que nos importa”. Y es que, en este tipo de películas (y sus predecesores teatrales), el argumento es lo de menos. Como en Mamma Mia! (Phyllida Lloyd, 2008), las reuniones entre personajes separados durante mucho tiempo, los momentos tensos con final feliz y la celebración de una fiesta que reúne a todos los protagonistas de la historia son simplemente una sucesión de escenas en las que meter, con mayor o menor gracia, una sucesión de canciones. Ciertamente tiene que ser muy difícil intentar pergeñar una trama con un mínimo de sentido, o unos personajes con una pizca de profundidad, al tiempo que se incluyen una serie de canciones sin ningún tipo de relación temática entre ellas, cuyo único nexo de unión es haber sido escritas/interpretadas por el mismo grupo, que en ningún momento tuvo la intención de darles un sentido conjunto por mucho que perteneciesen a un mismo disco.

    Afortunadamente, Amanece en Edimburgo cuenta con un par de bazas a su favor, en las personas de Jane Horrocks y, sobre todo, de ese actor sensacional –y siempre insuficientemente valorado- que es Peter Mullan. La primera, actriz de cierto renombre en el Reino Unido que alcanzó fama y fortuna gracias a Little Voice (Mark Herman, 1998), presta su poderosa voz y su físico frágil a un personaje que, por momentos, podría resultar un tanto antipático, pero que salva las tablas gracias a su interpretación. Mullan, cuyo físico y forma de actuar suelen condenarlo a ejercer de tipo duro y/o atormentado, recupera aquí un personaje muy parecido al que ya hizo en War Horse (Steven Spielberg, 2011), mezclando esa imagen que se tiene de él con un lado vulnerable como pocos otros actores saben hacerlo. El momento en que le canta Oh Jean a su mujer, como si de un Tom Waits sin ni idea de música se tratase, es posiblemente el mejor de una película demasiado influenciada por el “estilo Glee” para el gusto de quien esto escribe. Amanece en Edimburgo es una película que gustará a la mayoría del público: hay enredos, dramas con final feliz, diversión y amor verdadero, que dirían los personajes de La princesa prometida. Y sobre todo, hay alguien que ha sabido escoger con mucho ojo las canciones más alegres y menos controvertidas de sus autores, dándole a la historia y a sus decorados un aire entrañable, divertido y luminoso, en el que todo el mundo es buena gente y el sol luce aunque estemos en Escocia. Olvidaos de los yonquis y borrachos de Irvine Welsh (Trainspotting, Filth), en un Edimburgo sucio y deprimente. Esto, señores, es Holyrood. | ★★★ |

    Judith Romero
    redacción Londres

    Reino Unido, 2013, Sunshine on Leith. Director: Dexter Fletcher. Guión: Stephen Greenhorn. Productora: Black Camel Pictures / DNA Films. Fotografía: George Richmond. Música: Paul Englishby. Montaje: Stuart Gazzard. Intérpretes: George MacKay, Kevin Guthrie, Freya Mavor, Antonia Thomas, Peter Mullan, Jane Horrocks, Jason Flemyng, Paul Brannigan, Paul McCole.

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