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    Crítica | The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro

    The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro

    (Im)pulso 'gamer' en La Gran Manzana

    crítica de The Amazing Spider-Man 2: El poder de electro | The Amazing Spider-Man 2: Rise of Electro, de Marc Webb, 2014

    Una vez más, nada extraño, Muerte ha ido a manifestarse en mitad de la noche. La muerte, a su modo ancestral y traidor, vigila entre sombras donde siempre hay cobertura, luego —diré, apunten en sus libretas— no hay sombras en la oscuridad misma. Es contradictorio, es inexplicable: cerrar los ojos y sumergirse a duras penas en un mantra que hiede a senectud pop y que dice así: "Un gran poder conlleva una gran responsabilidad". Otra vez. De nuevo, el no poco laxante déjà vu dicho por un hombre seguramente íntegro e integral. Lo que se dice un trozo de pan. Y, sin embargo, aquí —demos la bienvenida a Mark Webb— no hay cita célebre ni regresiones memorables. Valga la paradoja. Ahí se las apañen ustedes, espectadores/lectores sin más poder que el de poder situar un pie delante del otro y así caminar hasta el cuarto de baño y, luego, ya en su interior, lanzar una muy adhesiva telaraña con superávit de incertidumbre. Y mucosa linfática. Y así, medio abatido por no reconocerse tras la picadura de una araña radiactiva más el siempre latente recuerdo de sus padres fallecidos a una edad muy temprana y el marcial rapapolvo por no recoger a Tía May del trabajo o lo que fuere (tal vez un cursillo que se antoja hobby. O no, qué más da. Congélese de nuevo la imagen y ensanchen el formato para descubrir esa tierna sonrisa, la sonrisa maternal del cine. Copyright: Sally Field), Peter se adentra en oscuros vértices arquitectónicos y, quizá por aquello de que el estrés con azúcar se diluye, entra a un 24 horas para comprarse un batido y justo ahí se cruza con la Parca oxigenada (y tatuada) que le guiña el ojo o, mejor dicho, el pómulo, pues ésta viste gafas de sol y resulta imposible admirar su escáner ocular aun con los fluorescentes lamiendo cogotes. Chúpate esa, ja, empleado barrigudo. Se malicia el superhero in progress. Y Muerte, disfrazada de amenazador ratero lumpen con pistola, le regala a Peter un llamémoslo nada espiritoso refrigerio antes de la medianoche. Y así parten ambos, vencedores sedientos, y así se hace injusticia: un interruptor estallido cuyo trágico final revela que sí había otro modus operandi aunque Peter no quiso descolgar el teléfono, y que en las sombras ya por siempre sin cobertura, Tío Ben no responde. Y un gran poder conlleva una gran responsabilidad, de acuerdo; pero dónde está la salida que yo me bajo de la atracción, ¿me entienden? Me quedé sin cartuchos mientras la luz se perdía rayando el cenit art déco del edificio Chrysler. Me quedé en suspenso, modo pause en cámara súper lenta, mirando venir mi caída. Hundiéndome sin gárgolas ni spider-cam, las cristaleras repitiendo líneas en fuga como una mala, pero absorbente, reposición con risas no ya enlatadas sino telúricas en bucle. Raindrops Keep Fallin' on My Head versión dodecafónica a 312 metros de altura. Un nuevo amanecer, Spidey, todos simbiontes anónimos en la ciudad con más rodajes por metro cuadrado del mundo.

    The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro

    The Amazing Spider-Man echó fuel a la moda del reboot hollywoodiense, esto es al reinicio de una franquicia que (ya ven hasta qué punto el dinero es líquido allí, en la tierra de la abundancia), no sin haber cosechado éxitos en taquilla, resucitó al tiempo que mudaba su piel muerta. Genética pura, en fin. Y dígase sin temor: hubo posesión, Raimi pagó con su ya de por sí frágil crédito, y a Tobey Maguire lo sepultaron en una bañera de fluidos arácnidos, mientras que a Kirsten Dunst no le subieron esa mirada caída en un letargo anti-gravedad, anti-anti. Guionistas, director, actores... Todos, salvo los esenciales, partieron como quien se quita un buen marrón curricular de encima o deserta del otrora trampolín comercial o dice adiós a las heridas acumuladas por tres veces, por tres falsos movimientos en falso. Más ricos, eso sí, más felices en sus cuentas corrientes.
    Corte.
    Elipsis. 2014.

    Se cumplen dos años y esta secuela, The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro, topa ya con afiladas cornisas que bien podrían tornarse eficazmente mortales. Porque otra muerte, uh, sería definitivamente mortal para el superhéroe creado por Steve Ditko y —cómo olvidar al más omnipresente de los hacedores de ideas franquiciadoras que ha dado la cultura pop— Stan Lee en 1962. Así, el ánimo por las nubes —pero sin muchos pájaros— y el hype, tan nervioso como un epiléptico en una habitación iluminada con luces estroboscópicas. Gwen Stacy y Peter Parker se quieren mucho y donde dije "lo prometo", piensa ahora Spiderman, digo "las promesas están para incumplirse". Literalmente. O casi. El colchón musical es el hipnótico Song for Zula de Phosphorescent. "Algunos dicen que el amor es ardiente / Que crea un círculo de fuego / Pero yo sé que el amor se esfuma / Tan liviano como una pluma en un arroyo". Una suerte de kashmir tras la batalla que se cobró varios pellejos por (in)decisión del muy fatuo y —todo sea dicho— escasamente cerebral Dr. Connors. Ya en clase otro día por fundir bajo el sol que bosteza a través de las ventanas, Peter (Andrew Garfield) toma asiento justo detrás de Gwen (Emma Stone sin un pelo de pelirroja) y le dice eso mismo, esto: Las promesas que no se cumplen son las mejores. Ah, ingenuos. Y no se funden, pero casi. Ella se deshace; él, también. Sonríen. Se sonríen telepáticamente y, en el cruce que no alimenta imaginación alguna, casi cortan ¿a negro? No sin el ¡Gerónimo! más silencioso jamás oído; un ¡wow! por impostura. Tal y como arranca el presente capítulo, con una vertiginosa secuencia que induce a pensar en un espectáculo mayor, el equilibrio entre el sirope y la fábula y las palomitas —¿quién no arañó el fondo del cubo para rabiar con salero? Yo me suicidé en un combo que no era, que no sabía; yo sentí ahogarme con el corazón calcinado de una palomita, yo he repartido miles de besos a 180º y aun así no presumo de superhéroe y esas cosas—, y así hasta tocar techo.

    The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro

    Mark Webb domina ampliamente la técnica del estruendo y, por el camino —dos horas y cuarto mediante—, intenta recuperar su yo romántico-indie. Aquí, dudas que hacen dudar al espectador. Dos subtramas y media —Electro, Harry Osborn/Duende Verde, ¿Rhino?— para tejer la más básica y acaso la mejor: Gwen y Peter se consagran a ciertos tópicos sobre la posibilidad o la decisión última de ser felices aun cuando esa felicidad podría devenir tragedia irreparable. Quizá mañana, quizá nunca. El río argumental nos dirige sin freno hacia aguas turbulentas, donde el loser —un ingeniero eléctrico con diastema en los incisivos superiores y obsesionado con Spiderman— funde los plomos de Nueva York y el recién huérfano (fabuloso Dean DeHaan; tal vez el careto joven más perturbador del cine reciente) recibe otra nueva todavía más heavy, cuyo remite apunta al mismo emisor. Sueros, cabriolas imposibles que desafían las leyes de una gravedad bajo mínimos, cuya luz se absorbe para iluminar la oscuridad del anómino que reclama ser visto. "Te has acordado de mi nombre", se sorprende Max Dillon a su encuentro con la no rubia. "Me veis, me veis", certifica mientras su primer plano azul fosforescente aparece en todas y cada una de las megapantallas de Times Square, justo antes del gran ¡bang!

    Y al principio, al final, un nuevo comienzo, pues todo sigue y Paul Giamatti cada vez es menos Paul Giamatti y más un simulacro de genialidad efímera que, no sé cómo aunque sí por qué, cristaliza en vacua caricatura adiposa. Gajes del oficio, dirán los que nada saben acerca de este oficio que, a ratos, como en The Amazing Spider-Man 2, no sabes si amar u odiar. Si bien tampoco es amor ni odio, sino una tela. Y ahí, "en la trama", escribió T. S. Eliot, "el detalle es movimiento". Esta vez, apenas un fastuoso movimiento que se mece y entumece por su condición sentimentaloide. | ★★ |

    Juan José Ontiveros
    redacción Madrid

    Estados Unidos, 2014. Director: Mark Webb. Guión: Alex Kurtzman, Roberto Orci, James Vanderbilt, Jeff Pinkner. Fotografía: Daniel Mindel. Música: Hans Zimmer, Pharrell Williams, Johnny Marr, Michael Einziger, Dave Stewart. Reparto: Andrew Garfield, Emma Stone, Jamie Foxx, Dane DeHaan, Paul Giamatti, Sally Field, Embeth Davidtz, Colm Feore, Denis Leary, Marton Csokas, Sarah Gadon,Chris Zylka, Martin Sheen, Chris Cooper, Mark Doherty, Stan Lee.

    The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro póster
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