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    Cine Club | Robocop (1987)

    Robocop, de Paul Verhoeven, 1987

    Vivo o muerto, tú vendrás conmigo

    Cine Club | Robocop, de Paul Verhoeven, 1987

    Ahora que el realizador brasileño José Padilha (responsable del prestigioso díptico de Tropa de élite) acaba de estrenar en medio mundo su moderna visión de Robocop con una recepción crítica mayoritariamente tibia y, lo que es más preocupante, decepcionantes cifras en la taquilla, encontramos una oportunidad inmejorable para echar la vista atrás, remontarnos a la añorada década de los 80 y recuperar el clásico original de Paul Verhoeven, todo un referente para el cine de acción y ciencia ficción contemporáneo. En el momento de su gestación, Robocop no las tuvo todas consigo para llegar a buen puerto. El título de la propuesta y su premisa del policía mitad humano y mitad máquina no invitaban a que esta idea de Edward Neumeier fuese fácilmente tomada en serio por los grandes estudios, pero el éxito de una modesta serie B titulada Terminator (1984, James Cameron) contribuyó para que Orion Pictures diese luz verde al proyecto. Al guionista se le ocurrió la historia al pasar junto a un cartel de Blade Runner (1982, Ridley Scott), otra obra maestra del género futurista que también tenía a robots como principales protagonistas, así que inspirándose también en los cómics de Juez Dredd, Neumer y Michael Miner escribieron el guión de Robocop, la película que supondría el primer gran éxito comercial de Paul Verhoeven para la industria americana tras su interesante etapa en Holanda con obras como Delicias turcas (1973), Eric, oficial de la reina (1977) o El cuarto hombre (1983).

    El director acababa de obtener duras críticas por la extrema violencia de algunas escenas de su primer trabajo en inglés (con gran parte de producción española), la aventura medieval Los señores del acero, por lo que necesitaba con urgencia un triunfo que le asentase definitivamente en Hollywood. Cuentan que cuando recibió el libreto de Robocop lo arrojó a la basura diciendo que era una porquería, pero que su esposa lo recogió y, tras leerlo detenidamente, acabó por convencerle de que tras la historia del robot policía se hallaban ocultas segundas lecturas muy interesantes que, a simple vista, podían pasar desapercibidas. Tampoco se veía Verhoeven capacitado para dirigir ciencia ficción, género que le era extraño pero que, curiosamente, terminó por traerle algunas de sus obras más recordadas –Desafío total (1990), Starship Troopers (1997)–. Afortunadamente, supo estar a la altura de las circunstancias y podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que Robocop no sería la estupenda película que es si detrás de las cámaras se hubiese sentado otra persona. La otra pieza importante era encontrar al actor que se enfundara el traje de metal para dar vida al protagonista y, tras barajarse muchos nombres (incluido el del mismísimo Arnold Schwarzenegger), el elegido fue Peter Weller, un intérprete alejado de lo que es una estrella pero que había llamado la atención con un puñado de pequeños títulos de culto para los amantes del cine fantástico del calibre de Q, la serpiente voladora (Larry Cohen, 1982), De origen desconocido (George Pan Cosmatos, 1983) y Las aventuras de Buckaroo Banzai a través de la octava dimensión (W.D. Richter, 1984). Weller sufrió lo indecible por las largas horas que tuvo que soportar bajo tan pesado vestuario, el cual le provocaba un calor insoportable que le hizo perder mucho peso. El sacrificio valió la pena y, pese a que lo más recordado de su actuación sea su mentón, logró con el agente de policía de Detroit Michael Murphy su trabajo más famoso.

    Robocop, de Paul Verhoeven, 1987

    La historia de Robocop se ambienta en un futuro próximo, con una sociedad sumergida en una profunda crisis económica y un altísimo índice de delincuencia que el cuerpo de policía no puede controlar. La OCP, una gran corporación experta en tecnología y robótica, firma un contrato con la ciudad para sacarla del caos y transformarla en Ciudad Delta, una utopía en donde sofisticados robots ayudarían a preservar la justicia necesaria. Cuando uno de estos ejemplares –denominados ED-209 y patrocinados por el malvado vicepresidente Dick Jones (Ronny Cox)– falla durante una demostración matando a una persona, se decide poner en marcha la idea del ambicioso ejecutivo Bob Morton (Miguel Ferrer): un ciborg creado sobre el cuerpo de un policía humano recientemente fallecido. El elegido será el agente Murphy, que en su primera patrulla junto a Anne Lewis (Nancy Allen), seguirá a un grupo criminal hasta una vieja fábrica donde será salvajemente abatido a tiros por Clarence Boddicker (Kurtwood Smith) y sus hombres. Declarado muerto, sobre el destrozado cuerpo de Murphy se construye a Robocop, un implacable hombre de acero que está destinado a mantener la ley y proteger al inocente. Con lo que nadie contaba es que flashbacks de la vida familiar pasada y del momento de su asesinato comiencen a asaltar la memoria del ciborg, lo que le llevará a tomarse la venganza por su mano, aun cuando su investigación llegue hasta las más altas esferas.

    Robocop contó con un presupuesto de 13 millones de dólares, la mayoría de los cuales se destinaron para lograr la llamativa ambientación del Detroit del futuro (y la sofisticada arquitectura del interior de los edificios en los que tiene lugar parte de la acción) y unos laboriosos efectos especiales. Estos corrieron a cargo del especialista Rob Bottin, que había sorprendido gratamente con las transformaciones de la criatura de La cosa (John Carpenter, 1982) y que obtendría un Oscar en 1990 por su siguiente colaboración con Verhoeven en Desafío total. Suyo es el diseño del espectacular traje de Robocop, que sufrió diferentes modificaciones a lo largo de la gestación del proyecto hasta lucir tal y como finalmente lo conocemos. Sin duda, Bottin realizó un espectacular trabajo por el que el filme resultó un espectáculo brillante a nivel técnico en su momento, cuando los trucajes se realizaban de manera más artesanal que en la actualidad. Escenas de acción como la espectacular explosión de la gasolinera, la intervención de nuestro héroe en el secuestro del ayuntamiento o la persecución del ED-209 a Robocop dejan constancia de ello, pero lo que verdaderamente impactó al público fue la enorme cantidad de violencia gráfica de algunas de sus escenas. Verhoeven siempre ha sido un realizador valiente que no se andaba con concesiones, por lo que su decisión de recrearse con todo lujo de detalles en los momentos más sádicos, le trajo serios quebraderos de cabeza a la productora, que tuvo que ver como a Robocop se le aplicaba la temida calificación R. La escena que más dio que hablar en este sentido fue, indudablemente, la del cruento acribillamiento de Murphy por parte de sus verdugos. Tras volarle la mano de un disparo, decenas de balas convierten el cuerpo de Peter Weller en un amasijo de carne mutilado que será rematado con un último tiro en la cabeza. Una atroz ejecución que sigue manteniendo intacta, 27 años después, toda su capacidad de impacto y de la que deberían tomar nota muchas películas actuales, tan descafeinadas en su propósito de hacer más dinero en la taquilla.

    Paul Verhoeven en el rodaje de Robocop

    Como ya descubriera la esposa de Verhoeven, tras el guión de Robocop se esconde una enorme carga de crítica sociopolítica, inteligentemente tratada con un negrísimo sentido del humor. Solo hay que percatarse de la mala leche que se oculta tras los videos de los informativos y los spots publicitarios que salpican la historia, toda una crítica al poder de manipulación mediática de la televisión. La corrupción (tanto política como dentro de la policía), el capitalismo, la privatización, los peligros de la tecnología cuando cae en malas manos, todos estos temas conviven con singular facilidad con la más típica trama de venganza, esa ley de talión que el resto humano que de Murphy queda bajo el armazón de acero de Robocop, aplicará sobre las personas que terminaron con su vida, no sin antes soltarles la archiconocida frase: “vivo o muerto, tú vendrás conmigo” al son de la vibrante música de Basil Poledouris. Todo este trasfondo le otorga a la cinta de Verhoeven una mayor profundidad argumental que la redime completamente de ser otro exponente más de cine de acción vacío sobre máquinas asesinas que hacía furor en aquellos años. Al contrario, Robocop es un ejemplo, todavía a día de hoy, de cómo el cine de entretenimiento no debe estar reñido con la riqueza de ideas, pudiendo servir también como medidor de la situación de la sociedad en cada momento. No por esto la película deja de ser divertida e irreverente (mítica es la escena en que Robocop salva a una mujer de ser violada por dos asaltantes, volándole las pelotas a uno de ellos de un disparo que atraviesa la falda de la chica), que mantiene un ritmo endiablado durante unos 100 minutos que pasan ante nuestros ojos como una exhalación. Bien recibida por la crítica (pese a los ataques contra su contenido violento), la película tuvo dos nominaciones a los Oscar de 1987 –montaje y sonido–, recibiendo una estatuilla especial fuera de concurso por sus efectos sonoros. Verhoeven, por su parte, ganó el premio al mejor director en el Festival de Sitges, lo que significó una recompensa a la difícil empresa que consiguió llevar a buen puerto, aun cuando ni él mismo creía en un principio en el proyecto. Más de 53 millones de dólares recaudados en taquilla coronaron también su éxito a nivel popular, inaugurando una trilogía que completaron Robocop 2 (Irvin Kershner, 1990) y Robocop 3 (Fred Dekker, 1993) –ambas perfectamente olvidables y carentes del encanto de la original– y toda una explotación del personaje en series de televisión (también en dibujos animados), cómics y videojuegos. Su rentabilidad se extiende hasta nuestros días con el estreno de la versión 2014 de la historia. Algo debía tener aquel guión que tantas grandes productoras rechazaron y que, seguro, no tardarían en arrepentirse de ello.

    José Antonio Martín
    redacción Canarias

    Estados Unidos. 1987. Título original: Robocop. Director: Paul Verhoeven. Guión: Edward Neumeier, Michael Miner. Productora: Orion Pictures Corporation. Presupuesto: 13.000.000 dólares. Recaudación en USA: 53.356.612 dólares. Fotografía: Jost Vacano, Sol Negrin. Música: Basil Poledouris. Montaje: Frank J. Urioste. Intérpretes: Peter Weller, Nancy Allen, Kurtwood Smith, Miguel Ferrer, Ronny Cox, Dan O'Herlihy, Robert DoQui, Paul McCrane, Ray Wise.

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