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    Panóptico | La jaula del pez negro

    Blackfish - La jaula del pez negro

    El precio de la cautividad

    Blackfish, de Gabriela Cowperthwaite

    Blackfish es un documental con unas intenciones muy claras. Poniendo las cartas sobre la mesa desde el comienzo, se nos advierte de una noticia (una entre muchas, como sabremos más adelante) en la que una entrenadora de orcas es atacada y devorada por uno de estos animales. La directora del comprometido filme se llama Gabriela Cowperthwaite, quien después de leer este caso en la prensa en el año 2010 decidió investigar por ella misma sobre el mundo de las orcas en cautiverio. Conocido por todos aquellos que hemos visitado alguna vez un parque temático dedicado a los animales marinos (en España es paradigmático Loro Parque, en Tenerife, que también aparece en la película), el documental aporta una mirada que se aproxima a éste y otros casos relacionados en los que los entrenadores sufren algún tipo de accidente durante algún espectáculo acuático. El método utilizado son entrevistas donde hablan principalmente extrabajadores de estos parques y también testigos de alguno de los sucesos acaecidos allí. Entre las entrevistas se intercalan imágenes documentales: los ataques en los que murieron personas no se muestran, sin embargo sí que vemos aquellas ocasiones en las que una orca atrapa a una cuidadora en un comportamiento que ni ellos mismos pueden entender del todo: puede ser un momento de enfado del animal, un cambio de humor, un juego… Y acompañando a estas imágenes se encuentran otras que muestran la cara alegre de esta industria del entretenimiento familiar, los anuncios de las propias empresas que ocultan el lado peligroso y cruel de la misma, así como declaraciones manipuladoras de SeaWorld, la empresa contra la que arremete sin tapujos este documental, y que además advierte en un intertítulo que no quisieron declarar en él.

    El proyecto en cuestión aprovecha muy bien los recursos de los que dispone. Complementa la narración con duras imágenes y testimonios que llegan a emocionar. Es curiosa una de las ideas que se desprende de las declaraciones de los antiguos entrenadores de orcas. En su mayoría entraron a trabajar en uno de los parques como ayudantes, sin pensar en llegar a entrenar a los cetáceos. Bajo presión y trabajo duro se convierten en parte del espectáculo, y así establecen un vínculo con los animales difícil de olvidar: es evidente el cariño que comparten, olvidando en ocasiones que trabajan con animales impredecibles en cautiverio y peligrosos en sí mismos. Así pues, escuchando a estas personas contar sus historias y vivencias entendemos cierta decepción al comprobar que por mucha afinidad que crean tener con las orcas, éstas muchas veces se comportan de manera cruel con ellos, algunas veces llevándolos a la muerte o mutilándolos. Una de las personas que aparece al principio de la película narra su participación en una cacería de orcas en 1970, donde atraparon a las crías para después criarlas en cautividad. Es una dura historia y una confesión muchos años después de lo que supuso este hecho para la industria del entretenimiento. Ésta y otras entrevistas parecen funcionar como momentos de redención y arrepentimiento por haber contribuido a mantener un ocio con unas bases tan turbias y contradictorias.

    Blackfish

    Sin duda, la película busca crear polémica. Y desde luego dará mucho que hablar y que pensar. A unos por su implicación directa en este negocio, a otros por su vinculación con la defensa de los animales. Pero, sobre todo, al público que conoce bien estos espectáculos porque los han vivido en persona y no saben realmente lo que se esconde detrás de ellos: accidentes en los que los trabajadores han de soportar toda la responsabilidad mientras que la empresa se exime de cualquier culpa, las condiciones de habitabilidad que tienen estos cetáceos (pasan la mayor parte de su vida en cajas de acero flotantes, como llega alguien a llamarlas, sin demasiado espacio), los castigos que sufren hasta que consiguen realizar correctamente la coreografía… Y puede abrir el debate sobre lo que supone arrebatar a estos animales de su vida salvaje. Algunas de las personas que hablan durante la película se dan cuenta del comportamiento impredecible que tienen las orcas en cautividad. Ninguna persona ha sufrido antes un ataque por parte de una orca en libertad. Se desvela en la narración cómo viven y se relacionan estos animales en su ecosistema, desde la unión entre sus miembros y el comportamiento social hasta la conciencia de sí mismas que poseen. Sin embargo, a causa de las condiciones en las que viven (viven en espacios cerrados, oscuros, separan a las crías de sus madres, se les aplican duros entrenamientos) tienen reacciones difíciles de adivinar.

    Ciertas piezas de vídeo documentales que aparecen en el filme se pueden localizar fácilmente en Youtube, ya que han sido casos muy sonados en sus respectivos lugares. Son duras imágenes que aportan una nota de realidad factible a todo lo dicho. Testimonian en ocasiones la afinidad de los entrenadores con las orcas pero además cómo éstas dan rienda suelta a su ferocidad olvidando todo vínculo con sus amos. Es representativo el del hombre que es arrastrado durante varios minutos por uno de los animales agarrándolo por el pie: lo hunde repetidas veces pero no lo suelta, hasta que finalmente consigue huir. Si bien Blackfish no oculta su intención de desvelar los agujeros de esta industria, deja las puertas abiertas a la reflexión crítica sobre la licitud de mantener y promover esta práctica en las que las orcas (y por ende el resto de animales) son alejados de su medio natural al servicio del entretenimiento humano. Todos aquellos preocupados por los derechos de los animales y quienes conozcan estos parques temáticos tienen un motivo para asistir al cine.

    ■ Pueden leer, además, la reseña de Blackfish de Inés Esteban (Nueva York), Estreno hoy viernes en España|
     
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