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    Crítica en Serie | Sports Night

    Sports Night

    UNA DE LAS SITCOM MÁS EXTRAÑAS DE LA HISTORIA

    crítica de Sports Night (1998-2000)

    ABC / 2 temporadas: 45 capítulos. | EEUU, 1998, 1999, 2000. Creador: Aaron Sorkin. Directores: Thomas Schlamme, Robert Berlinger, Alex Graves, Dennie Gordon, Marc Buckland, Don Scardino, Timothy Busfield, Pamela Dresser, Bryan Gordon, Danny Leiner. Guionistas: Aaron Sorkin, Matt Tarses, Bill Wrubel, David Walpert, Kevin Falls, David Handelman, Tom Szentgyorgi, Tracey Stern, Paul Redford, Rachel Sweet, Marc McKinney, Miriam Kazdin, Chris Lusvardi. Reparto: Josh Charles, Peter Krause, Felicity Huffman, Joshua Malina, Sabrina Lloyd, Greg Baker, Timothy Davis-Reed, Jeff Mooring, Ron Ostrow, Robert Guillaume, Suzanne Kellogg. Fotografía: Peter Smokler, John Huneck. Música: W.G. Snuffy Walden.

    Tras unos cuantos éxitos en cine y sus correspondientes nominaciones a los Globos de Oro por los guiones de Algunos hombres buenos (A few good men, Rob Reiner, 1992) o El presidente y Miss Wade (The American president, Rob Reiner, 1995), Aaron Sorkin tuvo la idea de situar su próximo proyecto en una cadena de televisíón que pone en marcha cada noche un programa de deportes. Al verse incapaz de escribir una trama coherente para llenar un par de horas de celuloide, decidió reconcentrar esfuerzos en convertirlo en una serie de televisión. Así nació Sports Night, una sitcom donde Sorkin estableció uno por uno todos los elementos que iba a utilizar en sus posteriores series, haciendo de la experiencia de descubrirla a posteriori algo fascinante. Esta noche se estrena la segunda temporada de The newsroom (2012-), la polarizante y última creación de este excelente y oscarizado guionista, así que parece una buena oportunidad para revisar su primera mirada al mundo del periodismo (deportivo) y a su evidente carácter bipolar, un tira y afloja entre la cadena y el equipo creativo que formaban Sorkin y el director Thomas Schlamme -ambos presentes en los Emmy por su gran trabajo-.



    En Sports Night están presentes los célebres diálogos de Sorkin, veloces como la luz y enormemente clarividantes; con una gran capacidad para dar la réplica, para expresar estados de ánimo por la cadencia del habla y para elaborar argumentos sólidos en histéricos monólogos. Es la historia de amor no consumada entre un hombre y una mujer que trabajan juntos, que se conocen desde hace años, y cuya tensión sexual es evidente; la oda a la profesionalidad, a hacer el trabajo de la mejor forma posible, sin coger atajos. Sus personajes principales suelen ser geniales en lo que hacen, una pequeña élite que respira integridad; otra historia de amor más espontánea, que suele surgir en el piloto; un respeto absoluto por la inteligencia del espectador -aunque Sorkin a veces es un listillo moralizante- en cuanto que muchos hechos pasan fuera de campo y se habla sobre ellos después, dejando a la audiencia la tarea de unir las piezas; la figura de un jefe todopoderoso e invencible, comprensivo y que media entre las fuerzas negativas que atacan; la idea del psiquiatra como un impecable experto en la psique humana, el salvador con todas las respuestas. Y están presentes elementos más sutiles o tan interesantes que es mejor no hablar de ellos, las obsesiones de un guionista único.

    La serie no estaba tan interesada en mostrar el aspecto periodístico del programa en sí -solo hubo una entrevista y un par de conexiones en directo en 45 capítulos-, sino en analizar las relaciones personales de los personajes y el aspecto más corporativo de la televisión, en muchas ocasiones reflejando en el ficticio Sports Night lo que pasaba en el verdadero Sports Night. En la segunda temporada participó durante seis capítulos el magnífico William H. Macy -pareja de Felicity Huffman en la vida real- para dar vida a un experto en audiencias que venía a retocar el programa para atraer más espectadores, cuando la serie no tenía grandes números. ABC trató de normalizar esta bizarra sitcom que tenía en las manos -las risas congeladas en los primeros capítulos-, rodada como cine y sin público en plató y donde los chistes no se daban machacados ni el humor salía de la forma más obvia. Estamos ante una comedia divertida pero nada facilona, impecablemente interpretada, seria pero sin tomarse demasiado en serio a sí misma -hay slapstick y borracheras varias- y ante todo sofisticada. El idealismo que vertebra el trabajo del creador también hace apariciones constantes, aunque nunca cayendo en el sentimentalismo. Una falacia feliz de la que todos queremos contagiarnos (el final es tan imposible como maravilloso).



    Como en toda obra primeriza, hay aspectos que posteriormente se suavizan. Pueden ser técnicos o referirse a las ideas o maneras de ser de los personajes que rozan la locura o que pueden fundamentar esas acusaciones de misoginia que se hacen contra Aaron Sorkin. La actitud del personaje de Dana (Huffman, nominada a un Globo de Oro) ante los hombres, y especialmente ante Casey -toda esa trama de la segunda temporada de los seis meses de citas antes de empezar una relación-, la convierte en un monigote “escrito por un hombre”, dicho en el peor sentido. La actitud extrema y sabionda de Jeremy ante los temas más personales -unido al peculiar físico de Joshua Malina- roza lo exasperante. Este tipo de neuras no se han perdido en sus guiones posteriores, pero sí existe un mejor balance. Un personaje puede ser áspero y antipático, pero sin caer en el exceso porque la humanidad y el carisma no se pueden perder. A lo largo de las dos temporadas -Sorkin decidió cerrar la serie porque no podía llevar a la vez ésta con El ala oeste de la Casa Blanca (1999-2006), y es que el creador escribe prácticamente todos los capítulos de sus series- se compaginaron momentos puramente cómicos con escenas de gran profundidad dramática, como el encuentro entre Dan y un vagabundo en La calidad de la misericordia a 29.000 pies (1.9), las dudas de Isaac como abuelo, el incómodo encuentro entre Natalie y un jugador de fútbol en los vestuarios en Mary Pat Shelby (1.5) o la disculpa de Dan ante la audiencia en La disculpa (1.2), que le lleva de cabeza en la segunda temporada a terapia cuando se junte esto con la ruptura con Rebecca y otras particularidades que Sorkin planta sutilmente. Un equilibrio perfectamente conseguido porque se transmitía veracidad en cada capítulo, no como una lista de tramas-que-tratar, lo que sucede a veces en las sitcom. Se sentía todo muy orgánico, como en el resto de sus creaciones. Los sentimientos eran de verdad, no parte de un manual, lo que añadía otro elemento de extrañamiento al hecho de que esto fuera una comedia de situación de 21 minutos.

    Sports Night es una pequeña joya. Imperfecta, irritante a veces pero siempre interesante y fascinante. Contiene todas esas peculiaridades que le han dado a Aaron Sorkin una justa fama por su talento. El guionista se arriesgó al crear un producto distinto, en un año donde las cadenas en abierto iban a lo seguro y se tomaba al público por tonto. Con esta serie y sus dos trabajos posteriores, el creador demostró que se pueden hacer grandes cosas fuera del cable, siempre y cuando el sistema de las cadenas esté dispuesto a escuchar. ★★★★

    Adrián González Viña.
    crítico de cine & series de televisión.

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