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    Crítica | Twixt

    Twixt

    EL ARTE COMO EXORCISMO

    crítica de Twixt | Francis Ford Coppola, Estados Unidos, 2011

    El regreso de Francis Ford Coppola a la dirección cinematográfica en el siglo XXI, desde que se retirara temporalmente del oficio a finales de los noventa para dedicarse a sus viñedos, puede tildarse de todo menos de convencional. Inesperada, decepcionante, independiente, anti-sistema, libre, anárquica, joven, irregular, sorprendente… son adjetivos que se han visto adheridos a la mayoría de las opiniones que se han vertido sobre las polémicas El hombre sin edad (Youth without youth. 2007) y Tetro (2009). Estas películas abrieron el debate entre la crítica y el público sobre si Coppola habría perdido su capacidad de convicción, sobre si el haber pasado la barrera de los setenta años de edad era algo que pesaba demasiado sobre sus hombros y se traducía en su cine tomando la forma de cierto cansancio… o peor, de algún tipo de disfuncionalidad narrativa. Dirigir, antes de entrar en la treintena, una obra perdurable de las características de El Padrino (The Godfather. 1972), le puso las cosas fáciles a Coppola para hacerse un hueco en la industria de Hollywood. Pero su éxito a todos los niveles, tanto artístico como comercial y crítico, supuso también una losa de la que se ha podido desprender en contadas ocasiones posteriores durante su carrera (y, a veces, incluso a destiempo). Los años que Coppola se mantuvo alejado del cine le sirvieron de alguna manera para desintoxicarse de sí mismo, de su estigma de gran tótem del Séptimo Arte, y con ello (y con el dinero adquirido con su negocio vinícola paralelo), recuperar la ilusión por contar historias de una manera más libre, menos anclada en las convenciones y mucho menos pendiente de la taquilla, de las tablas de puntuaciones de los críticos o de los premios. Y así, ya casi anciano, Coppola volvió a ser joven otra vez y empezó a hacer lo que le venía en gana, sin tener que rendir cuentas con nadie más que con sí mismo.

    Twixt (2011), su última película estrenada hasta la fecha, también producida y dirigida por el propio Coppola, bebe de esa misma fuente de insospechada juventud. Con un punto de partida argumental ciertamente convencional (a la par que sugerente), que podría servir como inicio de cualquier novela de Stephen King o su consiguiente adaptación cinematográfica o televisiva, el filme pronto comienza a avanzar en una dirección bien distinta, algo incómoda para muchos y harto interesante para otros. Transcurridos unos minutos, toma un desvío hacia la poética del fantastique con citas explícitas a Baudelaire y Poe, hasta tal punto que este último ejerce incluso de personaje y posee una importancia capital en el largometraje. Con un ajustado presupuesto de 7 millones de dólares que se deja notar, para mal, en algunos aspectos visuales (principalmente, en la artificial utilización de la pantalla verde para situar al protagonista en escenarios fantasmagóricos, que quizá podrían haber sido recreados de manera más artesanal), Twixt nos presenta a un escritor en decadencia, Hall Baltimore (Val Kilmer), perdido en un recóndito pueblo que guarda algunos secretos sangrientos y más de un misterio sin resolver. Por ejemplo, ese inquietante campanario con siete relojes que marcan horas distintas y hacen que resulte casi imposible no perder la noción del tiempo. Mientras promociona allí su última novela y busca inspiración para un nuevo trabajo que no consigue poner en marcha, Baltimore se topa con el peculiar sheriff Bobby LaGrange (Bruce Dern), un tipo que se dedica en su tiempo libre a fabricar casas de madera para murciélagos y a escribir relatos de terror. Asegurando que posee una historia que podría interesarle, LaGrange convence a Baltimore para que vaya con él a la morgue y allí le muestra el cadáver de una joven que yace inerte con una estaca clavada en el corazón. Descubrir qué es lo que ha pasado realmente es el revulsivo que Baltimore necesitaba para enfrentarse al folio en blanco, pero pronto comienza a darse cuenta de que sólo estando dormido o inconsciente es capaz de encontrar algún sentido al misterio, sobre todo después de conocer en el plano onírico a una joven a la que suelen llamar V (Elle Fanning) y al mismísimo Edgar Allan Poe (Ben Chaplin).

    Twixt

    La inclusión del genio de Boston como un personaje más de la trama no responde, significativamente, a una suerte de guiño anacrónico o cómplice con el espectador más aficionado a la literatura. No es, desde luego, algo casual ni gratuito y, de hecho, en este detalle se encuentra una de las claves que podrían dar sentido a todo lo que ocurre en la película. Como decía antes, en un principio la historia se va desarrollando por cauces más o menos convencionales, perfectamente reconocibles y relativamente cómodos para el espectador. Pero existe un punto de fractura entre lo acomodaticio y lo valiente que se produce justo en la primera secuencia onírica y que esconde la verdad sobre la intención con la que ha sido filmada: Twixt, además de un bello festival de estímulos plásticos, es un ejercicio metalingüístico que reflexiona sobre la creación artística y sobre los impulsos que nos conducen hasta ella. Hall Baltimore tiene la necesidad material de escribir para poder mantener su estilo de vida, para que su editor deje de acosarle y para que su esposa (encarnada por Joanne Whalley, quien fuera durante varios años la pareja real de Val Kilmer) no tome represalias y acabe aniquilando alguno de los objetos de coleccionista que Baltimore guarda con mayor ahínco (verbigracia, una obra original de Baudelaire). Pero también necesita exorcizar los demonios que guarda en su interior desde que, años atrás, fuera responsable indirecto del trágico fallecimiento de su única hija, una adolescente que murió ahogada tras un accidente con una lancha motora y a la que Baltimore no estaba acompañando en ese instante porque se encontraba ebrio. La posibilidad de descubrir quién ha asesinado a esa joven que ha visto en la morgue y de saber qué ocurrió con la chica que aparece en sus sueños son excusas perfectas para convertirse en detective, para desenmarañar una trama que se tiende ante sus ojos y en cuya resolución se encuentra su posibilidad de redención, tanto a nivel artístico como emocional. Es así como Twixt pasa de ser una sencilla película de terror a convertirse en algo más complejo, que permite varias lecturas y que, por tanto, está condenado a darse de bruces contra la incomprensión o la desidia de los que esperaban algo más digerible. Todo adquiere un cariz más poderoso aún si pensamos en la película como un vehículo de desahogo no sólo para el personaje, sino también para el propio Coppola; no es difícil reconocer en su argumento reminiscencias de la propia vida del director, quien también perdió a un hijo adolescente en circunstancias similares y que ha reconocido que este guión surgió directamente de una pesadilla, algo que también se ve reflejado en la peripecia de Hall Baltimore por el lado más oscuro de su subconsciente.

    Twixt

    Todo lo dicho hasta ahora convierte a Twixt en una experiencia agradable, a ratos sorprendente, siempre peculiar y, como mínimo, interesante. Pero ni siquiera sus mayores hallazgos (entre los que cabe citar también una interpretación más que notable del habitualmente subvalorado Kilmer) consiguen lograr tapar algunos de sus defectos. Entre ellos, cabe citar esa artificialidad inadecuada de algunos de sus efectos visuales que mencionaba antes, así como cierta morosidad narrativa que a veces roza lo somnífero y que impide que el visionado resulte del todo gratificante. Con todo, se podría decir que Twixt es un experimento tan atractivo como parcialmente fallido, dirigido por un Coppola que a veces se pasa de experimental y que en otras ocasiones peca de formulario, dejando a su película en un correcto término medio que, en opinión de quien esto escribe, no merecía una reacción tan polarizada por parte de la crítica, ya que, a fin de cuentas, no es ni una obra maestra ni, desde luego, un producto execrable. ★★★★★

    Pedro José Tena.
    crítico de cine.

    Estados Unidos, 2011, Twixt. Dirección: Francis Ford Coppola. Guión: Francis Ford Coppola. Productora: American Zoetrope. Presentación: Toronto 2011. Música: Dan Deacon, Osvaldo Golijov. Fotografía: Mihai Malaimare Jr. Intérpretes: Val Kilmer, Bruce Dern, Elle Fanning, Ben Chaplin, Anthony Fusco, Alden Ehreinreich, Tom Waits, David Paymer, Joanne Whalley, Don Novello.

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