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    Cine Alemán Siglo XXI

    Cortometraje | Hora límite (Curfew), de Shawn Christensen

    Curfew

    UNA LLAMADA A LA ESPERANZA

    crítica de Hora límite (Curfew) | Curfew, Shawn Christensen, 2012

    Con un Oscar en el bolsillo, Curfew de Christensen es un corto que con un punto de partida simple es capaz de hablar sobre familias rotas y corazones abandonados, incapaces de encontrar su camino sin ayuda.

    Notas de producción| Shawn Christensen, graduado en diseño gráfico, siempre ha sido una persona con inquietudes cinematográficas. Empezó buscando suerte como actor, y después de unos años dedicados a la música con su grupo Stellastarr, decidió volver al mundo del séptimo arte como guionista. Después de vender un par de guiones, decidió dirigir por sí mismo. Tras los cortos Walter King y Brink nos ha llegado Curfew, que él mismo protagoniza, ganador del Oscar al mejor cortometraje de ficción y que lo ha llevado a ser conocido en el panorama cinematográfico. Curfew es la historia de Richie, un exdrogadicto, solitario y deprimido que recibe una misteriosa llamada de su hermana para que vaya a cuidar a su sobrina, cuando se está a punto de suicidar. Tras unos momentos de incertidumbre Richie acepta la propuesta de su hermana y va a buscar a su sobrina de nueve años. El pasotismo y las pocas ganas de vivir chocarán directamente con la inocencia, la hiperactividad y el optimismo de la niña, quien sin darse cuenta dará vida a nuestro triste protagonista. A Shawn Christensen quien interpreta a Richie, lo acompañan Fatima Ptacek como Sofía, la sobrina de 9 años, y Kim Allen como la madre de ésta. Curfew es una producción muy humilde próxima al amateur. Con un presupuesto de 50.000 $ todos del bolsillo del propio Christensen y una edición desde su MacBook Pro estirado en el sofá o en su cama, como ha declarado en un par de entrevistas. Una demostración más, que más allá de tener un gran presupuesto, la idea y un guión que funcione es lo más importante para una buena ficción cinematográfica.



    Crítica| La premisa del corto es aparentemente muy simple. Temporalmente la acción pasa en apenas unas horas, pero estas son suficientes para que Christensen su director nos hable de personajes que han perdido el rumbo, personas que necesitan ayuda y apoyo de seres queridos, pero cuyo orgullo les impide gritar y escuchar. Sólo Sofía, la niña de 9 años es capaz de mostrar las virtudes de la sinceridad y la necesidad de dejar atrás viejas disputas que han roto la familia. El cortometraje está estructurado en tres actos, presentación, nudo y desenlace; un esquema básico que nos sirve para centrar nuestra atención en la construcción de personajes, lo que dicen y lo que se callan. Esta construcción de personajes, sobre todo el de Sofía y el protagonista Richie se lleva a cabo mediante opuestos, es decir, uno define al otro por su contrario. La niña vivaz, contestona y sabelotodo no resulta molesta ni repelente, porqué con cada una de sus palabras también conocemos el carácter introvertido, lleno de miedos y arrepentimiento de Richie. A pesar de algunos detalles como un par de transfocales y un largo ralentí que denotan cierta inquietud para experimentar con todas las posibilidades del lenguaje cinematográfico como un niño que aprende a hablar, lo cierto es que Christensen demuestra un buen dominio del medio hecho que provoca que sea necesario diálogos obvios y que simplemente con una mirada del actor o un plano más o menos cerca sea suficiente. El filme está bañado de un humor entre negro y sutil, que permite una cierta frivolización de un tema tan serio como es el suicidio, quitando el melodramatismo y ayudando a que el espectador empatice con el perdedor protagonista. Por último, me parece curioso destacar la escena de baile de la niña en la bolera. Una escena musical que recuerda al musical de Vigalondo, 7:35 de la mañana, que estuvo nominado también a mejor pieza en los Oscar; hecho que nos confirma que los académicos deben amar a los musicales, o como mínimo las escenas musicales en los cortometrajes. ★★★★

    Ginebra Bricollé Nadal.
    redacción Barcelona.

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