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    CRÍTICA | TOCANDO FONDO

    Tocando fondo (Smashed)
    DÍAS DE VINO Y ROSAS
    crítica de Tocando fondo | Smashed, James Ponsoldt, 2012

        El tema de las adicciones, en concreto, del alcoholismo, ha sido tratado con mayor o menor rigor desde los tiempos del Hollywood dorado, con títulos tan representativos como Días sin huella (1945) de Billy Wilder y Días de vino y rosas (1962) de Blake Edwards. Curiosamente, en los últimos años, pocas películas se han logrado a acercar a la veracidad y crudeza que desprendían aquellas obras maestras, unas veces banalizando el tema –28 días (2000) de Betty Thomas, en la que Sandra Bullock intentó, sin éxito, desprenderse de su encasillamiento en la comedia romántica– y otras cayendo en el drama familiar más convencional –Cuando un hombre ama a una mujer (1994) de Luis Mandoki, con una Meg Ryan con claras aspiraciones de lograr una candidatura al Óscar que nunca llegó–. En 1995, Mike Figgis sorprendió a todos con un sórdido y magnífico retrato sobre el descenso a los infiernos de un alcohólico (Nicolas Cage en el papel de su vida, que le otorgó su único Óscar). Leaving Las Vegas se alejaba de las concesiones del cine comercial, mostrando sin tapujos las consecuencias más devastadoras de tan terrible enfermedad. Tocando fondo (Smashed, EE.UU, 2012), sin llegar a su altura, puede considerarse una notable y honesta aproximación a esta problemática. Enmarcada dentro del cada día más interesante cine independiente americano, la película obtuvo muy buena acogida en Sundance y le supuso a su actriz protagonista, Mary Elizabeth Winstead, las mejores críticas de su (aún incipiente) carrera, logrando una nominación en los Independent Spirit Awards.

    La historia, muy cercana a la que protagonizaran Jack Lemmon y Lee Remick en Días de vino y rosas, narra la espiral de excesos y adicción a la bebida en la que entran Kate y Charlie, una joven pareja en la que ella trabaja como maestra mientras él, proveniente de una familia adinerada, se pasa los días de juerga con los amigos. Cuando Kate se vea envuelta en varias embarazosas circunstancias, como llegar resacosa a clase tras haber pasado la noche bebiendo y vomitar delante de los niños –lo que la llevará a fingir un embarazo por miedo a perder su empleo– o llegar al extremo de robar una botella de vino en una tienda donde no se la querían vender, será consciente de que tiene un verdadero problema. James Ponsoldt no es Blake Edwards pero sabe llevar su película fuera de los límites del telefilme, gracias a una buena dosificación de sus elementos dramáticos –la película no es excesivamente cruda, pero tampoco se queda en la superficie del problema, ofreciendo momentos verdaderamente emotivos sin caer en el sentimentalismo barato. En el fondo, es además una demoledora historia de amor imposible. Pese a que Kate y Charlie se quieren con todas sus fuerzas, si ella quiere salir del pozo en que ambos se están hundiendo, deberá soltar el lastre que supone una pareja adicta y sin intención de curarse. Aaron Paul está muy bien como Charlie, pero palidece ante el despliegue interpretativo de Winstead, todo un descubrimiento como actriz dramática, tras una trayectoria en la que, aparte de ser la hija de Bruce Willis en las últimas entregas de Jungla de cristal, ya se había ganado un hueco en nuestros corazoncitos cinéfilos gracias a su papel de Ramona V. Flowers en Scott Pilgrim contra el mundo (2010). Sus escenas de borrachera resultan absolutamente creíbles, sin caer en la sobreactuación en ningún momento. Su primer discurso en el grupo de Alcohólicos Anónimos, la difícil confesión de su falso embarazo a la directora de la escuela y, especialmente, la dura escena de la recaída, son buenos ejemplos del extraordinario talento de esta joven intérprete. Hubiera sido una digna candidata al Óscar, ya que su conflictivo personaje en nada tiene que envidiar al de la ganadora Jennifer Lawrence de El lado bueno de las cosas (2012). Junto a la pareja protagonista, ofrecen buenas actuaciones Nick Offerman –Dave, compañero de trabajo de Kate, enamorado secretamente de ella y que la convence para entrar a la terapía–, Octavia Spencer –Jenny, miembro del grupo y mayor apoyo de Kate en su recuperación– y Mary Kay Place –a madre alcoholizada de Kate que, en lugar de apoyarla, parece no confiar en las posibilidades de su hija–.

    Tocando fondo (Smashed)
    LEAVING THE ROUTINE | Mary Elizabeth Winstead y Aaron Paul en 'Tocando fondo' (Smashed)
        No estamos ante un filme que vaya a romper taquillas. Tampoco estamos ante una obra de fácil digestión, ya que el tema que toca no es cómodo ni agradable, pero merece una oportunidad por la valentía y sinceridad de su director para abordarlo sin florituras ni falsos efectismos de cara a una mayor comercialidad. El romance es en todo momento real, huye de la ñoñería. La sensación de impotencia por no poder ayudar a la persona que amas, cuando sabes que está tirando su vida por la borda, está plenamente reflejada en el trabajo de Mary Elizabeth Winstead y es, en definitiva, el motor de la historia y lo que eleva a esta propuesta por encima de otros títulos similares. Pertenece, además, a ese interesantísima corriente del último cine indie americano que se ha empeñado en hablarnos del desamor y que incluiría obras como Blue Valentine (2010), Rabbit Hole (2010) o Like Crazy (2011). ★★★★

    José Antonio Martín.
    crítico de cine.

    Estados Unidos. 2012. Título original: Smashed. Director: James Ponsoldt. Guión: James Ponsoldt, Susan Burke. Productora: Sony Pictures Classic/Super Crispy Entertainment. Presupuesto: 500.000 dólares. Recaudación en USA: 379.016 dólares. Música: Eric D. Johnson, Andy Cabic. Fotografía: Tobias Datum. Montaje: Suzanne Spangler. Intérpretes: Mary Elizabeth Winstead, Aaron Paul, Nick Offerman, Octavia Spencer, Megan Mullally, Mary Kay Place.

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