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    CRÍTICA | THE SINKHOLES

    The Sinkholes
    ¿POR QUÉ LO LLAMAN CIENCIA FICCIÓN CUANDO QUIEREN DECIR SOPOR?
    crítica de The Sinkholes | Les Gouffres, Antoine Barraud, 2012

    sección atlas | Atlántida Film Fest

        Lamentablemente, es habitual encontrarnos con películas que sobre el papel parecen mucho mejores de lo que terminan siéndolo a la hora de la verdad. Ideas brillantes (o al menos, prometedoras) que acaban tristemente en desastre en su traslado del guión a la pantalla. Cuando me acerqué a ver The Sinkholes (o Les Gouffres, como gusten), tenía, a priori, un buen puñado se indicios que presagiaban que podría encontrarme ante algo realmente interesante. En primer lugar, supuestamente, estamos hablando de un filme de ciencia ficción de carácter indie. Ya me estaba frotando las manos cuando leí la sinopsis: Aparecen cinco misteriosas cuevas en diferentes partes del mundo y los expertos no logran explicarse cómo nunca antes habían sido detectadas desde el aire por los satélites, debido a sus enormes proporciones. Un grupo de hombres se dispone a iniciar una peligrosa expedición a lo más profundo de estas cavernas, desde una zona donde se repiten continuamente unos extraños movimientos sísmicos. Suena genial, ¿A que sí? Podríamos pensar en magníficas cintas del cine fantástico cuya acción tiene lugar en claustrofóbicos ambientes, como Abyss (1989) de James Cameron o The Descent (2005) de Neil Marshall. Bendita ingenuidad. Luego miras el reparto y ves al excelente Mathieu Amalric, el protagonista de La escafandra y la mariposa (2007) de Julian Schnabel, y a Nathalie Boutefeu, una actriz estupenda a la que hemos podido disfrutar en obras como Su hermano (2002) de Patrice Chéreau o Un secreto (2007) de Claude Miller. Empiezo a creer que la película valdrá la pena. Craso error. Se la compara con otras obras controvertidas del género fantástico más de autor como son Pi (1998) de Darren Aronofsky o Primer (2004) de Shane Carruth. Decidido, me pongo a verla con grandes expectativas, que encima dura 62 minutos, por lo que no debería aburrir.

    Pues bien, cuál es mi decepción cuando compruebo que toda la sugestiva trama de la peligrosa expedición al centro de la tierra queda totalmente relegada a mucho menos que un segundo plano. La “historia” se centra más en el personaje de la esposa del experto principal, que esperará, encerrada en una casa abandonada en medio de la naturaleza, noticias de su marido y el resto de aventureros. Como es una cantante de ópera que se prepara para la grabación de una obra, la tenemos pegada al teléfono cada dos por tres, hablando con su director, con la familia, etc…, interesantísimo todo. Del marido (el gran Amalric aparece menos de 10 minutos) y el resto de los expedicionistas no volvemos a saber nada desde que parten a su “aventura” a los pocos minutos de empezar la película hasta casi el final. La pobre mujer se sube por las paredes de la casa, asustada por los continuos terremotos –lo más movido de la función, con diferencia– y la compañía de una criada americana que da más mala espina que la niñera de La profecía (1976) y el ama de llaves de Rebeca (1940) juntas.

    Llevo media película y no paro de mirar el reloj. Me pregunto cómo una cinta de una hora de metraje puede ser tan aburrida, lenta y exasperante. Pienso que el único modo de salvar a este trabajo del polifacético Barraud (director, guionista y montador, se lució el tipo) podría ser un giro inesperado de guión o un golpe de efecto de última hora que me deje pegado a la butaca. Ya saben, la esperanza es lo último que se pierde. Pues lo que perdí fue el tiempo. Cuando la protagonista encuentra debajo de la cama (vale, eso es original y no me lo esperaba) una entrada a las susodichas cuevas, se introduce en ella y se encuentra con lo que se encuentra allá abajo, es cuando sientes la incómoda sensación de que te han vuelto a tomar el pelo. Me alegro de no haber pagado una entrada. No me molestaré ni en escribir spoilers, por lo que si quieren saber qué secretos se esconden bajo la cama de la muchacha, deberán pasar por el mismo calvario que yo y tragarse 62 minutos –al menos son pocos– de narración vacía, con cierta atmósfera perturbadora en algún pasaje, que recuerda (muy) vagamente al Antichrist (2009) de Lars von Trier, algo no necesariamente bueno, por cierto. Eso sí, en los últimos minutos, la actriz lo da todo en la escena de la grabación frustrada de su ópera y es que, al César lo que es del César, su trabajo está muy por encima del filme. Ella, Nathalie Boutefeau es la que se gana mi única y triste estrella para este engendro que, a pesar de todo, encontrará su público entre los amantes de rarezas sin sentido. ★★★★★

    José Antonio Martín.
    crítico de cine.

    Francia. 2012. Título original: Les Gouffres. Director: Antoine Barraud. Guión: Antoine Barraud. Productora: Les Films du Bélier/Centre National de la Cinématographie (CNC)/Région Ile-de-France. Fotografía: Gordon Spooner. Música: Sebastian von Roland. Montaje: Antoine Barraud, Fred Piet. Intérpretes: Nathalie Boutefeu, Mathieu Amalric, Vincent Launai, Marta Hoskins, Mario Dragunsky. 

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