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    EL COLOSO EN LLAMAS (JOHN GUILLERMIN, 1974)

    The Towering Inferno review Paul Newman
    EL TERROR A 138 PISOS DE ALTURA
    El coloso en llamas (The Towering Inferno, John Guillermin, 1974)

    La década de los 70 será recordada por un buen puñado de obras maestras, ofrecidas por una nueva generación de dotados realizadores, tales como “El Padrino” (1972) de Francis Ford Coppola, “American Graffiti” (1973) de George Lucas, “Tiburón” de Steven Spielberg o “Taxi Driver” de Martin Scorsese. Pero también lo será por un género que fue el azote de las taquillas, el catastrofista. Desastres que van desde aviones de pasajeros en peligro (la saga “Aeropuerto” inaugurada en 1970 por George Seaton), un lujoso transatlántico volcado por una ola gigante en “La aventura del Poseidón” (1972), un seísmo que asola la ciudad de Los Ángeles en “Terremoto” (1974) o una plaga de abejas asesinas que aterroriza Texas en “El enjambre” (1978), invadieron las salas de cine dejando buenos dividendos para los estudios. Su fórmula: elegir a un actor carismático (llámese Charlton Heston, Paul Newman o Gene Hackman), rodearlo de viejas glorias de Hollywood en papeles secundarios, una historia mínima, con personajes arquetípicos y, eso sí, una buena ración de efectos especiales para plasmar la catástrofe correspondiente con todo lujo de detalles. De entre todos los títulos de aquella etapa, mi favorito siempre será “El coloso en llamas” (The Towering Inferno, John Guillermin, 1974).

    Considerada desde siempre como la obra cumbre del cine de desastres, fue producida por el especialista Irwin Allen, que acababa de lograr un gran éxito con “La aventura del Poseidón”. Dos grandes compañías como la 20th Century Fox y la Warner Bros unieron sus fuerzas para sacar adelante este ambicioso proyecto de 14 millones de dólares de la época. Se encargó la dirección a John Guillermin (Londres, 1925), un realizador que luego rodaría el remake de “King Kong” (1976) o “Muerte en el Nilo” (1978), una de las más destacadas adaptaciones de Agatha Christie al cine. “El coloso en llamas” puede considerarse su mejor obra. Al menos, por la que será recordado en la posteridad. Paul Newman (Cleveland, 1925) y Steve McQueen (Indiana, 1930) eran dos de las estrellas más carismáticas de aquel entonces y su reunión como cabeza de cartel en esta película, auguraba una lucha de egos importante. Así sucedió. Newman en el papel de Doug Roberts, arquitecto del edificio y McQueen como el jefe de bomberos Michael O´Halloran, hicieron que reescribieran sus líneas de diálogo para tener el mismo número de palabras. También se repartiría el protagonismo de tal manera, que ambos aparecerían el mismo número de minutos en pantalla. Entre las dos estrellas saltaban más chispas que en la propia historia. Y lo más gracioso es que sus personajes casi no coinciden en ninguna escena. Al personaje interpretado por Paul Newman le tocó la inevitable historia romántica, en esta ocasión con la sex symbol de los 60 y 70 Faye Dunaway (Florida, 1941), famosa mundialmente por “Bonnie & Clyde” (1967) y ganadora del Óscar en 1976 por “Network”. McQueen iba a hacer el papel de Doug Roberts en un principio, pero se empeñó en dar vida al bombero, con mayor peso heroico en el argumento. El plantel de secundarios fue de ensueño, con William Holden, Fred Astaire, Jennifer Jones, Richard Chamberlain o Susan Blakely padeciendo lo indecible en el interior del rascacielos más famoso de la Historia del Cine.

    La premisa era bien sencilla: durante la fiesta de inauguración de un lujoso rascacielos de 138 pisos, se origina un incendio que deja a todos los invitados atrapados sobre el fuego. Para adornar un poco el asunto, se mezclaban varias tramas románticas (muy tierna la historia de amor maduro entre la dama que interpreta Jennifer Jones y un viejo ladrón al que da vida Fred Astaire), conflictos familiares e intereses financieros. Esta subtrama corre de la mano de William Holden en el papel de James Duncan, dueño de la Torre de Cristal y su ambicioso yerno Roger Simmons (Richard Chamberlain), que inauguran el edificio sin las medidas de seguridad idóneas y son causantes de la negligencia que desencadena la tragedia.

    “El coloso en llamas” fue una película grande en todos los aspectos y su duración no fue la excepción: 165 minutos de tensión y aventura. El excelente trabajo de dirección artística hace totalmente creíble que lo que estamos viendo es un rascacielos de cristal. En realidad, dicho rascacielos solo existió en maquetas y miniaturas. Se construyeron cincuenta y siete decorados que recreaban las distintas habitaciones, oficinas y el salón Promenade donde acababan atrapados los invitados. Ascensores, escaleras, pasillos… de todos estos sets solo ocho se quedaron sin arder al final del rodaje. Los efectos especiales causaron sensación, especialmente en lo referente a los planos de fuego, que dotan a las escenas peligrosas de un realismo impactante.
     
    Paul Newman and Steve McQueen The Towering Inferno
    Paul Newman & Steve McQueen en 'El coloso en llamas'. Un duelo que trascendió más allá de la pantalla
    En lo referente a la construcción de personajes, hay que reconocer que el guión de Stirling Silliphant, basado en varias novelas combinadas de Richard Martin Stern, Thomas N. Scortia y Frank M. Robinson, no puede ser más simple. El mérito de que resulten creíbles o despierten la menor empatía con el espectador reside en el buen trabajo de todos sus actores. Son especialmente destacadas las interpretaciones de William Holden, Fred Astaire (nominado al Óscar al mejor actor secundario) y, sobre todo, Jennifer Jones. La veterana actriz ganadora del premio de la Academia en 1943 por “La canción de Bernadette”, corre a cargo con el papel que más simpatías logró entre el público: la señora Lisolette Mueller. En este tipo de películas catastróficas, siempre hay un personaje con el que el espectador se encariña, hasta el punto de pasarlo verdaderamente mal al verlo en situaciones de peligro. Como ocurría en “La aventura del Poseidón” con el caracter interpretado por Shelley Winters. Los momentos en que Jennifer Jones tiene que trepar entre los hierros del hueco de la escalera junto a Paul Newman y los dos niños, son de los más tensos de la película. Otras escenas como la del ascensor de cristal, la explosión del helicóptero al acercarse a la azotea y sobre todo, la de la pareja interpretada por Robert Wagner y Susan Flannery atrapada en un apartamento que es pasto de las llamas; pasaron a formar parte de las más espectaculares que recuerdo haber disfrutado siendo niño.

    Si “El coloso en llamas” está considerada la obra maestra de su género es porque combina a la perfección el cine puramente entendido como entretenimiento y el drama. Los efectos visuales están siempre al servicio de la historia, mientras que los actores tienen suficientes momentos de lucimiento para que sus personajes no caigan en la parodia. El impecable acabado técnico dota al filme de una credibilidad de la que otros títulos similares no pueden presumir.

    La crítica supo reconocer el impacto mediático que supuso su estreno. Obtuvo ocho nominaciones a los Óscar (incluida la de mejor película), logrando las estatuillas correspondientes a mejor montaje, canción y fotografía. Fue una pena que la extraordinaria música de John Williams, llena de fuerza y dramatismo, no fuera premiada también. Aunque sí fue distinguida en los premios británicos BAFTA, junto a Fred Astaire como mejor actor secundario. El veterano bailarín también logró un Globo de Oro por este papel, en lo que sería más un reconocimiento a toda su carrera que verdadero mérito por su actuación.

    Este clásico del cine fue de los más rentables de la época para sus creadores. Fox se llevó los beneficios generados en Estados Unidos, mientras Warner hizo lo propio con lo recaudado internacionalmente. Con 14 millones de dólares de presupuesto, “El coloso en llamas” se hizo con un botín de 116 millones. Esto es lo que se llama productividad.

    En definitiva, si las películas de desastres fueron una lucrativa moda pasajera dentro del cine comercial, “El coloso en llamas” tiene el mérito de haber trascendido en su género, convirtiéndose en una de las montañas rusas más emocionantes de los 70. Una película que mantiene intacto su poder de fascinación casi cuarenta años después de su estreno. Y eso solo lo logran las grandes obras.

    José Antonio Martín.

    Ficha técnica:

    Estados Unidos. 1974. Título original: “The Towering Inferno”. Director: John Guillermin. Guión: Stirling Silliphant (novelas de Richard Martin Stern, Thomas N. Scortia y Frank M. Robinson). Productora: 20th Century Fox y Warner Bros. Presupuesto: 14.000.000 dólares. Localizaciones: California. Música: John Williams. Fotografía: Fred J. Koenekamp y Joseph Biroc. Montaje: Carl Kress y Harold F. Kress. Intérpretes: Paul Newman, Steve McQueen, William Holden, Faye Dunaway, Fred Astaire, Jennifer Jones, Susan Blakely, Richard Chamberlain, Robert Wagner, Susan Flannery, Robert Vaughn, O.J. Simpson.

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